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Casa, que no palacio, de las Franciscanas
28.12.14 - Escrito por: Lourdes Pérez Moral
Turno de Capuchinos. La fundación conventual egabrense continuaba propiciada, ahora, por los Condes de Cabra sobre terrenos anexos a su palacio, en otro tiempo, castillo. Era 1634. Dos siglos más tarde, las anómalas leyes desamortizadoras propiciaban la también entrega de llaves de la iglesia al obispado cordobés así como la expropiación y subasta pública del edificio y huerto. Paradójicamente, el inmueble volvería a manos de la casa condal egabrense en 1865.
Tres décadas más tarde, un belga de profesión arquitecto, compraba un "pedazo de tierra con olivos cercado de paredes con corrales pequeños, que antes fue Huerto de Capuchinos situado en el Barrio de la Villa, convertido en la actualidad en jardín con algunos árboles frutales dentro de cuyos límites se ha edificado una casa-habitación de planta baja y su fachada al Sur, teniendo el jardín puerta de entrada a la calle Mayor". Luis Boonen Vandesarden, que ya había participado en proyectos como el nuevo Casino de Madrid o la traída de aguas de la Fuente de Aras en Lucena, trazaba ahora la casa, que no palacio, en honor a su esposa Beatriz grabando al efecto su nombre en una de las estancias.
Mientras la casa condal, ahogada por las deudas, puso en venta su residencia. Fue la oportunidad perdida para el consistorio egabrense no así para el Pío Instituto de Religiosas Hijas de María, flamantes propietarias además de ser favorecidas temporalmente con la que había sido iglesia conventual. Era 1899.
Tres décadas más tarde, un tortosino de profesión empresario, compraba un "solar que antes fue Convento de Capuchinos en el Barrio de la Villa. Linda al Este (o derecha) entrando con el palacio del Duque de Sessa y con su iglesia y patio hoy de las Reverendas Madres Escolapias; por el Oeste (o izquierda) con tierras de Isabel Alcalde Rivero; por el Norte (o espalda) con las laderas de Palacio y por el Sur (o fachada) con el llanete de dicha casa, hoy plaza de los Condes de Cabra, por la que tiene su entrada y con el camposanto antiguo".Luis PallarésDelsors, que ya había establecido la sede social de su imperio oleícola en Cabra, lo regalaba ahora a su primogénito y nuera cuyos nombres quedaban también grabados en la construcción de un nuevo edificio, la pérgola, así como escudo de puerta de acceso al inmueble.
Paradójicamente, el inmueble volvería a manos del obsequiante que tuvo que asistir no sólo al fallecimiento prematuro de Luis sino también de otro hijo que ya era auxiliado por una congregación catalana. Las Hermanas Franciscanas Misioneras de la Natividad de Nuestra Señora (Darderas) recibirían la posesión y disfrute del inmueble en 1963. Sólo más tarde, la plena propiedad del mismo.
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