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Pedro Reyes y los Funcionarios de Muerte S.A.
30.03.15 - Escrito por: Rafa Linero
Pedro Reyes ha muerto recientemente a causa de un infarto con sólo 53 años. Ya sabíamos que la Parca no podía ser comprada con dinero porque los millonarios acaban sus días como los demás, pero, por lo visto, tampoco tiene sentido del humor, porque los cómicos como él no consiguen comprar unos años más de vida con sus chistes.
La muerte ni siquiera se detiene a conversar con las personas a quienes visita, pero si lo hiciera, resultaría curioso presenciar el diálogo que hubiera mantenido con Pedro Reyes.
No os imaginéis a la Muerte como un esqueleto encapuchado portando una guadaña; yo la veo como un personaje aburridamente trajeado con aspecto de gris funcionario, que iría acompañado por otro compañero más joven que estaría aprendiendo los rudimentos del oficio. Así, tendríamos no un terrorífico personaje solitario, sino un numeroso cuerpo de profesionales para que fueran capaces de atender el alto volumen de trabajo que tendrían. Fantaseando un poco, no resulta difícil imaginar las amplias oposiciones que se hubieran convocado cuando la Peste negra asoló Europa o cuando las Guerras Mundiales convertían el mundo en un matadero.
La escena resultante sería la siguiente. Uno de estos serios funcionarios estaría dando fe de los detalles del fallecimiento mientras su ayudante tomaría nota de todo con cierta inseguridad. Y Pedro Reyes estaría haciendo de Pedro Reyes.
Las caras de los dos visitantes, ante el despliegue de comentarios absurdos y muecas de Pedro, pasarían de la más absoluta seriedad al desconcierto y, posteriormente, a la carcajada. Finalmente, entre risas, se lo llevarían a través de un túnel oscuro al lugar donde van a parar los que mueren.
Sigamos imaginando y pretendamos que, al final de ese túnel, hay un cielo esperándonos. Si los funcionarios de Muerte S.A. tenían una pose seria, los ángeles que recibirían a Pedro Reyes en el Paraíso, que serían los altos cargos del Ministerio, presentarían un rictus tan hierático que parecería tallado en mármol, porque nunca lo habría alterado ninguna sonrisa. Pero incluso ellos abandonarían por un momento su altivez y, al escuchar a Pedro hablando del amor por una vaca, experimentarían algo completamente nuevo para ellos, algo que es patrimonio exclusivo de los humanos: la risa. Y con toda la corte celestial revuelta Pedro Reyes ya podría descansar en paz.
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