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¿"miga" o "amiga"?
02.04.16 - Escrito por: Antonio Moreno Hurtado
 Con relativa frecuencia leemos noticias sobre la existencia de unas aulas, no regladas, a las que asistían, hace más de un siglo, niños y niñas para recibir algún tipo de instrucción. Se trata del germen de lo que luego iban a ser las guarderías y parvularios.
Por razones laborales o como simple medio de socialización, muchas familias llevaban a los niños pequeños a unos locales particulares, normalmente el bajo de una simple vivienda, en los que una viuda o soltera mayor, "la amiga", les entretenía durante unas horas, enseñándoles a rezar, a cantar y, raras veces, a contar.
Una "amiga" cariñosa, sin formación docente conocida, a cuya casa solían ir los pequeños con cierta alegría. Se trataba de "ir a casa de la amiga". Una expresión que degeneró luego en "ir a la miga". (la amiga > l"amiga > la miga). Para ello, cada niño solía llevar de su casa su propia sillita, que volvía con él al final de la sesión. El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define, en su segunda acepción, "miga" como aféresis de "amiga" (maestra).
En obras costumbristas de finales del siglo XIX se pueden encontrar las dos fórmulas.
Por nuestra parte, aún recordamos el local de una "amiga", en la acera izquierda de la calle Pedro Gómez, casi frente a la esquina de San Roque. Puede hacer ya unos setenta años.
También es habitual que, muchas veces, se confundan estas instituciones con escuelas unitarias, regidas por profesionales de la educación., con unos programas más o menos concretos de enseñanza.
Todavía quedaban lejos las agrupaciones escolares más amplias, con profesores para cada nivel educativo.
Según Albornoz, a principios del siglo XX, las escuelas unitarias de Cabra eran:
Para niños: una Escuela Superior y dos Escuelas Elementales.
Para niñas: tres Escuelas Elementales.
Había, además, una escuela incompleta en Gaena. Una Escuela de Adultos y una Escuela de Párvulos.
En Enseñanza Privada había dos centros de niños y uno de párvulos, gratuito, dirigido por las Hijas de la Caridad, además del colegio e internado de las Madres Escolapias.
En los centros públicos, la matrícula rondaba los cien alumnos, que eran atendidos por dos profesores, salvo en Gaena y los dos colegios privados, con menor matrícula, que eran dirigidos por un solo maestro.
La realidad es que, desde tiempos muy antiguos, las autoridades locales se preocuparon por la educación de los jóvenes egabrenses. Pagaban preceptores para ello, aunque algunas familias pudientes preferían contratar los servicios de un profesor particular para su hijos.
La noticia mas antigua que hemos localizado se encuentra en el acta del Cabildo del día 23 de febrero de 1583, en el que se recibe la petición de Juan Bautista de Cazorla, "lector de Gramática", para que se le pague parte de los cuatro mil maravedíes de su salario anual. En el acuerdo se hace constar que se le debía el sueldo desde el día de San Juan y el "grandisimo aprobechamiento questa Villa e vecinos della tiene de quel dicho Juan Bautista lea Gramatica en esta Villa".
En el año 1588, el escribano Francisco de Morales concierta con el maestro Diego Martínez de Betanzos la formación de su hijo Francisco. Acuerdan que le enseñará a "leer y escrevir una carta muy bien sentada y mostrarle cinco reglas de contar", en el plazo de dos años. El preceptor cobrará diez ducados por su trabajo, pagaderos en cuatro plazos.
En tiempos del vicario don Miguel Díaz de Velasco, hacia 1590, la fabrica de la iglesia mayor pagaba un preceptor de Gramática para la Villa y contribuía a la asignación de un maestro de lectura y otro de música en la catedral de Córdoba.
El acta del Cabildo egabrense del día 22 de febrero de 1602 recoge el acuerdo de pagar al licenciado Diego de Porras Gálvez ocho mil maravedíes por su trabajo como preceptor. Sin embargo no se indica el periodo de tiempo a que corresponde, que suponemos equivalía a dos años, ya que en el único acta de agosto de 1603 se nombra preceptor a un tal Cárdenas, con el salario anual de cuatro mil maravedíes. Esta plaza la había solicitado también un clérigo, posiblemente el licenciado Porras, ya citado.
En el Cabildo del día 25 de febrero de 1608 se recibe la petición de Juan de Flores, estudiante, para que se le paguen dos mil maravedíes, sin más detalles.
El edificio que hoy alberga el Instituto "Aguilar y Eslava" fue reformado y ampliado, hacia 1613, por el doctor don Jerónimo de Leiva, canónigo de la catedral de Sevilla, quien lo dejaría en testamento a la Compañía de Jesús para la instalación de un Colegio. La fachada es de ese año, obra del cantero Luis González de Bailén. Sin embargo, los Jesuitas no se decidieron y vendieron la casa en 1645 a doña Leonor de Moscoso y Rojas, esposa del que seria 11º conde de Cabra, para la instalación de un convento de monjas, idea que tampoco llegaría a cuajar. Por fin, en 1689, los albaceas testamentarios de don Luis de Aguilar y Eslava adquirirían el edificio para poner en marcha el Colegio de Artes y Teología que aquél había querido fundar.
En 1617 ocupaba la plaza de preceptor el licenciado Miguel Muñoz, que continuaba con dicho cargo en 1620, según consta en las Actas Capitulares.
Por esos años, también ejercían como maestros o preceptores en Cabra, Diego de Ayala y Cristóbal Callado.
En el Cabildo del día 25 de noviembre de 1637 se recibe una carta de la Junta de Administración de los Estados del duque de Sesa preguntando si hay en Cabra "algún maestro de escuela... y si cumple con su obligazion"..."Dixeron que en esta Villa hay quatro maestros, de los quales dos de Gramatica y los unos y los otros con mucho desvelo y atenzion acuden a su obligazion". Ruegan al duque que les permita usar de sus oficios.
El acta del Cabildo del día 25 de febrero de 1661 recoge una petición de "Fernando(Pérez) de Aguilar, preceptor de Gramática en esta Villa y del licenciado Cristobal (de Aguilar) y Francisco de Castro Portillo, en que piden se pague a Cristobal de Aguilar y Tapia, vecino desta Villa, la Gramatica por las razones contenydas".
La fundación del licenciado Aguilar y Eslava (1679) y la que haría, en 1763, don Gil Alejandro de Vida Hidalgo, del Colegio de Escuelas Pías, supusieron la
garantía de futuro para la enseñanza en Cabra.
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