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La memoria de Ruano
23.05.16 - Escrito por: Lourdes Pérez Moral
La brillante conferencia impartida por el profesor Casas bajo el título de "El egabrense Manuel de la Corte (1816-1852). Primer inspector de antigüedades de Andalucía" el pasado 20 de mayo, me ha traído a la memoria la vinculación familiar del nominado con María Santísima de la Sierra.
Su abuelo, Felipe de la Corte (1823-1827), ampliaría las propiedades rústicas del Santuario en más del doble. Su padre, Juan Antonio Ruano (1827-1832), consumaría la restauración de la Santa Casa tras la estancia más larga de la Divina Serrana en Cabra y la defensa sobre la clarificación y reivindicación de los terrenos de la Real Archicofradía en las dehesas de la Nava y de la Sierra. Su hermano, Juan Antonio de la Corte (1832-1835), perseveraría en las mismas trazas que su padre y abuelo.
Sin embargo otro hermano mayor, Felipe Ulloa (1835-1852), que maquinaría la pérdida de la mitad de la propiedad de la fuente de la Viñuela porque era tío carnal de la esposa de José María Linares, flamante propietario de la parte occidental de la dehesa de la Nava en 1850, sin contar a su cuñado y también futuro hermano mayor, Francisco de Asís Alcántara (1852-1880), propietario de la parte oriental tuvo a bien, además, borrar la memoria de dos de sus antecesores: Pedro Lorite (1756-1789) y el ya citado Juan Antonio Ruano.
Para el primero, colocó del revés la pesada lápida de su enterramiento situado en el cuerpo de la iglesia del santuario, para el segundo, machacar otra más pequeña situada en el altar mayor. Con el paso del tiempo y, ya bajo el mandato de Modesto Pérez-Aranda (1976-1984), la memoria de Lorite fue recuperada no así la de Ruano cuyos intentos fueron infructuosos. Con Agustín Mellado (2006-2013) y, tras la pavimentación del suelo de la iglesia, la lápida de Lorite fue trasladada a una dependencia del santuario y se propició la búsqueda de Ruano pero no hubo éxito.
Quedaba pues la memoria y, un lugar, del que Juan Antonio de la Corte llegaría a escribir: "en lo más florido y risueño del hermoso Reino de Córdoba y, a una legua escasa de cierta población, cuyo nombre no quiero recordar, se levanta una áspera montaña, desde la cual, se descubre un vistoso panorama. Sobre aquella montaña y, en una especie de explanada que forma su cima, edificaron nuestros mayores un antiquísimo templo cuyo origen se esconde en la noche de lo pasado por más que las restauraciones posteriores hayan concluido con los vestigios de su primera arquitectura (...) la Imagen que en su capilla mayor es venerada puede contarse entre las más antiguas y nombradas de España por lo remoto de su origen, por la peculiar escultura que la distingue y por el crédito universal de que ha gozado sin interrupción hasta nuestro días".
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