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¿Feria Real o Fiestas de la Virgen de la Sierra?

17.08.16 - Escrito por: Antonio Moreno Hurtado

En el año 1972 se otorgó el reconocimiento oficial a las fiestas de la Virgen de la Sierra como de fiesta de interés turístico nacional, una celebración cuyo antecedente inmediato se encuentra en la antigua feria de otoño egabrense.

Prácticamente todos los pueblos, desde los tiempos más remotos, han encontrado fechas para festejar acontecimientos importantes, aunque no siempre hayan estado relacionados con temas religiosos. Las circunstancias habituales solían ser los cambios de estación y los finales de recolección, en que la situación económica permitía algún período de expansión lúdica o de adquisición de bienes.

En las tradiciones literaria e histórica hay numerosas referencias a celebraciones profanas como las mayas y las marzas, las fiestas tras la recolección del trigo, las dedicadas a Baco con ocasión de la cosecha de la uva y la fabricación del vino o las ferias francas, que unían lo lúdico a la comercial. Más adelante, la Iglesia tuvo la habilidad de relacionar estas manifestaciones profanas con una celebración de corte religioso.

En aquellos tiempos, incluso los arrendamientos solían tener fecha fija. Las casas se alquilaban por el día de San Juan y las huertas y cortijos se arrendaban por San Miguel, en el mes de septiembre. Los préstamos se solían hacer con vencimiento de plazos en el día de la Asunción.

En Cabra, como en otros muchos lugares, la preparación para el invierno se iniciaba a mediados del mes de octubre, con una feria franca en la que los vecinos se proveían de ropas, alimentos y otros artículos de su interés. Una feria que, en sus comienzos, se basaba en el trueque de mercancías y en la que, poco a poco, se hizo común el uso de la moneda.

A finales del siglo XVI esta feria franca se conocía ya en Cabra como feria de San Lucas y se celebraba el día 18 de octubre. Era de tipo abierto y la organizaba el Cabildo egabrense, que cobraba a los feriantes un impuesto equivalente al dos por ciento de las ventas. Algo más parecido a los actuales mercadillos que a lo que hoy conocemos como feria.

En el último Cabildo de octubre del año 1655 se presentan y aprueban las cuentas de dicha feria de San Lucas. Se dice que los ingresos habían sido de 3.424 reales y los gastos de 2.050, con lo que el Cabildo había resultado beneficiado en una cantidad importante.

La feria se instalaba en las hazas de Belén, aunque las mejores tiendas se colocaban a partir de la iglesia de San Martín. Los plateros y comerciantes de artículos de cierto valor alquilaban los bajos de las casas de la calle de Baena, que solían tener habitaciones con puerta a la calle, normalmente protegidas de rejas de hierro, para su uso como tiendas.

Esta feria suponía, también, la posibilidad de hacer las matanzas de cerdos y comercializar sus productos. El plazo para hacer y vender los chorizos o longanizas se alargaba, como máximo, hasta el día de Todos los Santos.

Por miedo a las epidemias se vigilaba mucho el sacrificio de cerdos y la fabricación de sus embutidos, de ahí que la venta pública de longaniza o chorizo exigiera una autorización especial.

En el año 1614 se autorizó, por primera vez, la matanza de cerdos y fabricación de longaniza, pero exclusivamente para la fiesta de Virgen de la Sierra, que se hacía en la propia ermita el día 8 de septiembre.

Pero la feria de San Lucas era totalmente profana, por lo que el clero local trataba de ponerle impedimentos. Así, en el segundo Cabildo de septiembre de año 1620, nos encontramos con el siguiente acuerdo:

"En este Cabildo se leyó un Memorial que algunos sacerdotes confesores dieron a Su Excelencia, por el qual hizieron relación de los daños e ynconbenientes que se siguen después que en este Villa se yntrodujo la feria franca por el día de señor San Lucas y los pecados que se an hecho, por lo qual encargan la conciencia de Su Excelencia para que lo remedie; el qual memorial Su Excelencia remytió al Cabildo para que ynforme cerca dello en lo contenido para hazerlo por parecer sigún la relación. Este caso de conciencia lo an consultado con teólogos, los quales an resuelto que de nynguna manera ni por nyngún caso Su Excelencia ny el Cabildo encargan la conciencia en permitir aya la dicha feria, por ser de suyo buena, como se contiene en el parecer que sobre ello" habían dado dichos teólogos. Con lo que la feria de San Lucas pudo seguir celebrándose con normalidad hasta que, en el año 1797, se unió a la feria de ganados.

Más adelante, en el año 1843, con el nombre ya de Feria Real, se trasladó a los días 15, 16 y 17 de septiembre.

La bajada de la Virgen a Cabra en septiembre, para su fiesta, es una costumbre reciente, de finales del siglo XIX. La festividad del día ocho tradicionalmente se celebraba en la propia ermita, a donde subían los devotos y una representación del Cabildo, encabezada por el alguacil mayor de la Villa. El día anterior, muchos devotos subían en romería a la ermita, en cuya proximidad se alojaban en tiendas de campaña. La Virgen solamente bajaba a Cabra en momentos de crisis, haciéndosele funciones en rogativa de lluvias, de cese de epidemias y cosas por el estilo.

En el año 1890, un grupo de jóvenes puso en marcha una Comisión organizadora de las fiestas de la Virgen que, en adelante, se iban a celebrar ya en la población. Al frente de ella eligieron al industrial don Francisco Moreno Cruz que fue, en el año 1891, el primer presidente de la Junta de Festejos en honor de la Virgen de la Sierra. Unas fiestas de las que se hizo eco don Juan Valera en varias ocasiones, tanto en la ficción como en cartas a sus familiares y amigos.

Así, en carta a su mujer desde Cabra, el día 17 de septiembre de 1872, le escribe: "Ayer tarde me vine de Doña Mencía a Cabra... Llegamos a esta ciudad en un buen momento: durante la feria. Toda la larga calle de Baena estaba llena de tiendas y puestos, que se iluminaron al anochecer. En una gran tribuna había una banda de música militar, tocando con mediano primor, y multitud de damas y galanes, de tratantes y de pueblo, paseaban y animaban todo con alegre bullicio". Destaca la presencia de forasteros, en especial "la aristocracia de Lucena, que por estar tan cercana se viene aquí todas las tardes en sus carruajes".

Más adelante, en carta a Francisco Moreno Ruiz, desde Madrid, el día 26 de agosto de 1892, declara sus deseos, que no llegó a cumplir, de venir a Cabra "a pasar un par de semanas y ver esas grandes fiestas que para celebrar los días de la Virgen de la Sierra se están preparando".

Don Juan Soca describía así el ambiente de la feria en el año de 1910: "En la mañana del quince de setiembre... Pasamos los arcos de Belén. Allí se respira aire de feria, de feria que recuerda las de Córdoba o de Sevilla. Las hazas de la Atalaya ofrecen una perspectiva pintoresca: ganado de todas clases, en sus parcelas; charras buñolerías, lujosas casetas, chozones donde el emulsivo del aguardiente matarratas hace milagros para la contratación del ganado. Y las mujeres, estas sencillas mujeres, atractivas, sensitivas, tan femeninas que no encontraban todavía cursi llevar un libro en la mano, ponerse claveles y jazmines en el pelo, cabalgar sobre un potro indómito y ser madre de media docena de chiquitines. Era la feria de Cabra, animada, atrayente, pintoresca, bulliciosa, por obra y gracia de las autoridades y la decidida colaboración del pueblo..."

Conforme avanza el siglo XX, paralelamente al auge que iban adquiriendo las fiestas a la Virgen de la Sierra, fueron decayendo la Feria Real y la de Ganados, con lo que la fusión se hizo inevitable, desplazándose temporalmente la de ganados a la feria de San Juan, hasta su total desaparición.

Queda claro que la celebración que se hace a comienzos del mes de septiembre es una fiesta en honor de la Patrona de Cabra. Hace ya demasiados años de la desaparición de la Feria Real, de mediados de septiembre, como para tratar de desvirtuar ahora una festividad de tipo eminentemente religioso, aunque llegue a completarse con otros actos de tipo social perfectamente compatibles.

Si queremos mantener la denominación de una Feria Real en Cabra, desplacémosla a la fiesta de finales del mes de junio, conocida como de San Juan Bautista, en la que hace ya demasiados años, incluso siglos, que no hay una celebración de tipo religioso. Hoy día, las fiestas de San Juan languidecen con el recuerdo de un pasado más o menos esplendoroso.

Por otra parte, intentar identificar la Semana Santa con las fiestas de primavera o la Navidad con el solsticio de invierno es un vano intento de disfrazar una realidad presente en el pueblo egabrense desde hace muchos siglos.

Momentos tiene el año para buscar festejos laicos, perfectamente respetables, sin que sea necesario forzar cambios no deseados, hasta hoy, por la mayoría de los ciudadanos.



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