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Turistas
24.11.14 - Escrito por: Rafa Linero
Viajar en un avión es un proceso para deshumanizar a una persona. Los aeropuertos se encargan de poner multitud de trampas burocráticas a los viajeros y las compañías aéreas de someterlos a refinadas vejaciones para que, finalmente, acepten su condición de ganado, de mercancía, de mero objeto. No en vano, Ambrose Bierce ya decía en su obra "Diccionario del Diablo" que un puerto es un "lugar donde los barcos que escapan de la ira de las tormentas quedan expuestos a la furia de los aduaneros". Lo que decía sobre los puertos nos vale para este asunto que tratamos.
Volando se recorren miles de kilómetros en muy poco tiempo, sí, pero los pasajeros pierden parte de su alma por el camino. De ahí que no sea raro que cuando llegue a su destino el viajero haya dejado de ser una persona y se haya convertido en un turista.
Los turistas no viajan a lugares reales sino a escenarios preparados sólo para ellos dentro de las ciudades. Y se comportan de acuerdo a un guión ya establecido. Los habitantes originales de esas zonas son figurantes a la fuerza de una película de la que no comprenden el argumento.
Uno de los destinos turísticos por excelencia es Grecia. Allí, un grupo de estos figurantes ha decidido participar activamente en la película para cambiarle el argumento. Son personas que viven en la pobreza y que han creado visitas guiadas por otro tipo de ruinas, las que ha creado la crisis, y llevan a los turistas a conocer la miseria en la que viven.
Es como si personas reales hubieran irrumpido en una película para mostrarle a los espectadores que las copas donde bebían vino eran sólo atrezzo, que las naves espaciales estaban hechas de cartón piedra y que las estrellas no eran reales, sólo estaban pintadas.
Sólo falta por comprobar si los turistas que visitan Grecia, si el resto de nosotros, seguiremos asistiendo a esta película de terror en la que actualmente vivimos como meros espectadores o nos levantaremos de nuestras butacas y nos convertimos en protagonistas de nuestro propio destino. Cuando baje el telón ya será tarde y sólo podremos aplaudir o abuchear lo que hayan hecho otros.
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