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Como se vive, se muere. Adiós amigo Paco.
24.02.16 - Escrito por: Andrés Ruz Montes
 El desconsuelo nos llega en oleadas de tristeza. El desconsuelo nos atenaza en acometidas, nos zarandea sin avisar y sin vislumbrar alivio. Pero son los mismos arrebatos los que nos protegen. Y aunque débil siempre llega una retirada. Y de nuevo otra arremetida de congoja.
Paco se fue ¡en silencio!
Era una mañana corriente, como tantas otras. De un mes, también corriente cuando Paco nos dejó para siempre. Era un viernes cualquiera, como tantos otros,cuando a Paco se le rompió el corazón.
Y Paco se fue sin estrépito, sin ruido, sin aviso previo. Y se fue sin ocasionar molestias, como era de esperar. Y fue un adiós discreto, callado, reflejo de un carácter, de una vida, que no fue sino un discurrir de puntillas, llevando la discreción, la prudencia, el respeto y el amor a su familia como banderas que evidenciaban a todas luces, su presencia. Y Paco se fue sin levantar la mano, protegiendo a los suyos, sufriendo en silencio el caos que desde la atalaya de su conocimiento vislumbraba: el vendaval que en cualquier momento podría desatarse sin miramientos. Y la tormenta apareció sin avisar. Haciéndonos enmudecer. Después llegó el desconsuelo y la mudez absoluta.
Escribía el poeta León Felipe: ¡Silencio! ¡Silencio!. Ante la muerte, solo vale el silencio.
Mostrar gratitud constituye una de las cosas más sencillas y poderosas que un ser humano puede hacer por otro. Estas palabras surgen de ese sentimiento, así como de la necesidad de expresar a nuestro amigo Paco, lo que no supimos manifestar abiertamente cuando estaba con nosotros, quizá por ese pudor mezquino y absurdo de los humanos, que nos vuelve parcos y tímidos para estas cosas del corazón.Gracias Paco! Por tu discreción , por tu respeto, por tu disposición por tu profesionalidad, por tu generosidad, y por ese último gran legado que nos dejaste: el sufrimiento vestido de silencio, y la gallardía con que lo luciste.
Y Paco, allí donde estés, dondequiera que estés, ten la seguridad de que seguirás estando con nosotros! O en la UCI del Reina Sofía con tus compañeros, o en el paseo vespertino por las floreadas y alegres calles de Córdoba, o en el calor de la casa familiar de tu Benamejí natal, o junto a tu compañera del alma: María Luisa, que supo poner en tu vida la energía del entusiasmo, la importancia del trabajo permanente y la fuerza del amor, distintivos de toda una generación, y elementos necesarios del camino para alcanzar los sueños.
Y aunque el desconsuelo nos seguirá llegando en oleadas, en arrebatos repentinos de congoja, en acometidas de tristeza, ¡Paco! te perpetuarás entre nosotros, no te quepa duda, haciéndote presente de forma mágica, cada día, en nuestro recuerdo.
¡Gracias por todo esto Paco! Por tus lecciones de discreción, de nobleza, de respeto, de prudencia y de distinción, impartidas durante toda una vida y por tu última gran lección: el silencio callado de tu muerte, una muerte que nos enmudeció a todos. ¡Silencio!. ¡Silencio!. Ante la muerte solo vale el silencio.
¡Paco nos vemos en el cielo!
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