|  | Sonetos adolescentes 28.01.21 - Escrito por: Antonio Serrano Ballesteros 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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 Pusiste entre mis manos la manzana
 que las diosas mostraron al guerrero,
 una atracción de cántico hechicero
 dilató el resplandor de mi mañana.
 
 Con tanta vastedad, mi mente ufana
 imaginó un estado placentero,
 olvidando el placer perecedero
 que ocasionó esta historia ya lejana.
 
 Y aunque sé que el dominio necesita
 la trampa de una cárcel infinita
 levantada al amparo del dolor,
 
 la victoria un vencido desgraciado,
 caí, pues, no hay otro don más venerado,
 para el hombre tentado, que el amor.
 
 
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 El ardoroso himno que desprenda
 tu gentil voluntad de primavera
 y desgarre mi esencia y deje fuera
 la oculta serenata de leyenda
 
 de mi ánimo, será la misma ofrenda
 que cada año te inmole, compañera;
 pues, no seré palabra tan sincera,
 cuando el placer de amar mi alma no entienda.
 
 Y no te engañaré con otras voces,
 con otras letanías más confusas
 ni con plácidos ritmos convenidos,
 
 sino que, franca rúbrica de goces,
 mis cantos despejados serán musas
 que ciñan por agrado tus sentidos
 
 
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 Cada vez que te miro complacido
 con el alma encendida por tu aroma,
 tu gracia natural aumenta y toma
 el calor sensorial que yo he sentido.
 
 Y al crecer la tibieza que te pido,
 nuevo albor que despunta tras la loma,
 tu ternura serena se desploma
 sobre el gong de mi pecho estremecido.
 
 Y sin ecos él mismo te responde,
 dilatando los goces que le animan
 por la afable sonrisa de tu encuentro.
 
 Y recoge tu dádiva y la esconde
 entre las ricas glorias que se estiman,
 para así conservarla siempre dentro.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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