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Para confeccionar su contenido dispuse del material personal que conservo desde hace tiempo en papel y en diversos archivos informáticos. Las horas dedicadas a la investigación fueron las que me aportaron un diálogo más íntimo con el héroe de Trafalgar y un acercamiento a la vida que llevó el científico y explorador hasta su trágica muerte. Interesante la documentación del archivo de la Asociación que pusieron a mi disposición, impresionándome extraordinariamente la copia del testamento ológrafo a bordo del Bahama, fechado aquel fatídico 21 de octubre de 1805 frente al cabo Trafalgar, donde se libró la batalla naval que significó un hito en la historia europea. Según Salamanca, habían conseguido la copia a través de unos familiares de Galiano.
En aquella ocasión se presentó una edición facsímil de "Una derrota gloriosa (Trafalgar)" de Enrique Tomasich. Publicación rescatada por la Delegación Municipal de Cultura y justificada en la celebración de la efeméride. Participé en su publicación y en la localización del ejemplar en la Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque de Montilla. El folleto, de 46 páginas, forma parte de la colección "Glorias de España. Lecturas patrióticas", cuyo objeto era recordar los episodios más gloriosos de la Historia de España en un formato asequible y en lenguaje sencillo, poniendo el ejemplar al alcance de todos.
En mi conferencia hice un recorrido vital por su trayectoria profesional, así que tuve que embarcarme con Galiano: en la fragata Júpiter rumbo a la América meridional, en las operaciones militares de recuperación de las colonias que darían paso al Tratado de San Ildefonso firmado el 1 de octubre de 1777; en la fragata Lucía para llevar a buen puerto el proyecto de Atlas Marítimo de España, dirigido por Vicente Tofiño; en las exploraciones del Estrecho de Magallanes a bordo de la fragata Santa María de la Cabeza, en la que hicieron además de los trabajos hidrográficos observaciones respecto a los recursos naturales y a los habitantes kawesqar y telmelches, con los cuales tomaron contacto y a los que presentaban señales de amistad regalándole algunas baratijas que llevaban a propósito (cascabeles, piedras de luciente vidrio, cintas, espejos, etc.); en uno de los bergantines de la expedición a las Azores para determinar con exactitud la posición de todas las islas.
También me llevó el recorrido oratorio a aquella operación de magnitudes enciclopédicas e imperiales llamada Expedición Malaspina (1789-1794), uno de los grandes viajes científicos de la era ilustrada para el que se construyeron las corbetas Descubierta (al mando de Malaspina) y Atrevida (al mando de Bustamante), que transportaron a la flor y nata de los mejores astrónomos e hidrógrafos de la Marina española, entre ellos, por supuesto, Dionisio Alcalá Galiano. Aquellas corbetas contaban con biblioteca y laboratorios e iban bien equipadas con instrumentos astronómicos y náuticos, geodésicos, meteorológicos, físicos, químicos y biológicos. Los trabajos que elaboraron incluían cartas hidrográficas, experimentos físicos y químicos, estudios de la fauna y flora, geología y geografía, descripciones etnográficas, antropología e inventarios económicos y estadísticos de todos los territorios visitados.
Uno de los trabajos de esta Expedición Malaspina fue el realizado por Dionisio Alcalá Galiano y Cayetano Valdés al mando de las goletas Sutil y Mejicana, quienes recibieron órdenes de recorrer y cartografiar el Estrecho de Fuca. El 8 de marzo de 1792 salieron del puerto de San Blas para explorar el Estrecho, pudiendo comprobar que el canal no tenía salida al Océano Atlántico. Esta expedición nos dejo el nombre de una de las islas a la memoria de Galiano, y otra a nombre de Valdés, cuestión que pudimos descubrir pasado los años.
No faltó en la navegación literaria subir al San Fulgencio para traer caudales de América, burlando la vigilancia inglesa, ni tampoco en el que le llevó a corregir la situación de la isla Galita, que estaba equivocada en las cartas del Depósito Hidrográfico, así como otras misiones más, entre ellas la realizada con la fragata Soledad reconociendo y situando varios puntos del archipiélago de Grecia.
Recordé en mi alocución que Galiano escribe su testamento antes de que los cañones reventaran el aire dando inicio a la dramática pelea:
"Estando para entrar en combate declaro que dejo por mi albacea tutora y curadora de mis hijos a mi mujer la Sra. Doña María Consolación de Villavicencio a puerta cerrada en mi casa y según el poder general que le tenía otorgado en vida. Navío Bahama al SO de Cádiz de 10 a 12 leguas. 21 de octubre de 1805. Dionisio Galiano".
En la batalla: Sesenta navíos de dos tres y cuatro puentes, 5.005 cañones, cerca de 44.000 hombres a bordo dispuestos a aniquilarse mutuamente. Les esperan momentos graves, siniestros y terribles, ninguna vida estará a salvo, lo que iguala a todos los contendientes. De pronto, un roto estampido de cañonazos anunciaba el comienzo del drama. ¡Que sea lo que Dios quiera! ¡Quien controla el mar controla el mundo!
El Bahama, rodeado de tres navíos enemigos sufrió un castigo espantoso. Dionisio Alcalá Galiano se encontraba gritando órdenes desde el alcázar cuando una bala le acertó en la cabeza, dejándole allí muerto en el acto ante el estupor de su propia gente. Los oficiales arrojaron su cadáver por la borda para ocultarlo. Pero fue inútil, a falta de su bravo y valeroso capitán, poco después el Bahama se rendía. Todos los héroes de aquella batalla merecen nuestro respeto y admiración. Supieron combatir con honor y lealtad en la espantosa catástrofe.
Dionisio Alcalá Galiano, por su heroica muerte y por su vida como cartógrafo, científico, explorador y excelente marino, figura en las páginas más gloriosas de la historia de España. Hoy hemos querido evocarlo en la fecha en la que se enfrentaron las mayores potencias navales del mundo: por una parte Gran Bretaña, por otra parte, la Combinada franco-española. Tres naciones que emplearon sus mejores barcos y lo mejor de sus tripulaciones.
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