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Junto a Pablo Luque Valle han colaborado en esta tarea el espeleólogo Enrique López, el arqueólogo Andrés Roldán y Antonio Moreno, director del Museo Arqueológico de Cabra. Además contaron con información del profesor de Prehistoria de la Universidad de Huelva, Juan Carlos Vera, que facilitó información de la existencia de las inscripciones antes de ser borradas. Se trata de dos emblemas realizados por militares destinados en Baena en la Guerra Civil, que se adentraron en la Cueva de los Murciélagos en mayo de 1938. Fueron los que descubrieron las bellezas del cavidad que hoy ha dado origen al recorrido turístico y el enterramiento existente en las profundidades de la Cueva.
Ambos están uno al lado del otro, en el pasillo inferior del recorrido turístico. Se encuentran en el pasillo a una altura superior a la cabeza, aunque en aquella época es probable que el suelo estuviese más elevado, para poder hacer bien las inscripciones. Como ha señalado Pablo Luque a La Opinión "las inscripciones nos confirman el paso de los primeros exploradores por el lugar que yo intuía".
Los primeros descubridores de la Cueva de los Murciélagos en 1938 eran militares de Falange, de Sevilla (Teniente de Transmisiones Naranjo y Teniente Médico Bárcena) y otros pertenecían a los boinas rojas carlistas de Requeté -probablemente también de Sevilla- (Teniente Médico Ortiz y Teniente Veterinario Lizcano), aunque participaron más militares. Ambas unidades estaban destinadas en Baena y pertenecían a la 31º Divisón.
Estos emblemas, actualmente borrados, son difíciles de observar y de interpretar salvo que, como en el caso de los especialistas que han hecho posible el hallazgo, se sepa lo que se está buscando tras un trabajo previo de investigación. Su eliminación tuvo lugar en una campaña de limpieza de grafitos que hubo en el recorrido turístico dentro de la cavidad.
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