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La casa del "menta"

16.03.16 - Escrito por: Antonio Moreno Hurtado

El "Cerro del Señor San Juan Bautista" de Cabra posee rincones de especial belleza y gran carga de historia. Uno de ellos es la actual Plaza de Santa María la Mayor, lindera con la ermita.

Los Condes de Cabra impulsaron la evolución urbanística y socio-económica de Cabra en la primera mitad del siglo XVI, consiguiendo en 1510 la renovación de un Privilegio Real, otorgado el lunes 30 de octubre de 1344 (Era de 1382) por el rey Alfonso XI para la repoblación de la Villa. Un Privilegio que fue revalidado y acrecentado por sus sucesores y que reconocía una serie de ventajas fiscales para los vecinos de Cabra y para la libre circulación de sus productos, sin el pago de ningún pecho, tributo, alcabala, portazgo o almojarifazgo.

Uno de los principales beneficios para la Villa fue la exención de impuestos en los paños que se tejían en Cabra y salían para venderse fuera. Para ello habían de imprimirles un sello, que se solía arrendar anualmente por el Concejo local.

Esta es la razón por la que, en la segunda mitad del siglo XVI, se establecen en Cabra muchos forasteros al amparo de los beneficios fiscales del citado Privilegio, especialmente tejedores de paños y maestros sederos.

Por otra parte, algunas enfermedades epidémicas adquirieron gran incidencia a lo largo del siglo XVI, como el tifus, la viruela, la difteria, el paludismo y el sarampión. En España y especialmente en Andalucía, el gran azote fue la peste.

Esto hace que, en el año 1581, se solicite por el Cabildo de Cabra la rebaja de la sisa del servicio real ordinario sobre la carne, por haber estado la Villa aislada a causa de la peste.

En abril de 1582, el Concejo egabrense recibe noticias de un nuevo brote de peste en la provincia de Sevilla y todo el Sur de Córdoba toma las precauciones de rigor. Se inspeccionan los corrales, se levantan barreras y se colocan las tablillas o memorias a las puertas de cada Villa, indicando los lugares de los que hay que guardarse.

A mediados de 1583, aparecen los primeros brotes de peste en Cabra. Un regidor denuncia que se están enterrando gitanos en el Ejido y en muladares y se acuerda pedir al Obispado que se autorice a enterrarlos en las tres ermitas de la localidad o incluso hacerlo por la fuerza si el clero se niega a ello.

En un Cabildo General abierto, celebrado el día 1 de julio de 1583, se acuerda fundar un hospital de apestados, nombrándose un médico y un barbero para su atención. Dos días después, en un nuevo Cabildo General, se decide establecer el hospital en la iglesia de San Juan Bautista. Se acuerda tapar las dos calles que conducen a la iglesia y abrir un hueco en la muralla que da a la calle de la Fuente de San Juan para sacar los muertos, así como tomar la casa de Ambrosio Texedor para los sirvientes. La epidemia dura dos meses, de lo que dan testimonio los dos médicos de la localidad, los licenciados Gonzalo de Ribera y Juan Jurado de Aranda. El hueco abierto en la muralla iba a mantenerse en el futuro, como acceso a la calle de la Fuente y a los Baños de San Juan.

La casa de Ambrosio Tejedor era la que lindaba con la ermita de San Juan, formando rincón en la plaza. Frente a ella, al otro lado, estaba la casa de la Mancebía. Unos años después, Ambrosio Texedor vendería esta casa a Juan de Castro, tejedor de paños. Oriundo de Bujalance, se había establecido en Cabra, hacía ya algunos años, Juan López de Castro, tejedor de paños. Con él venían algunos de sus hijos, como Juan, Francisco, Martín y María de Castro.
Su hijo, Juan de Castro, viudo de María de León, casó en Cabra con Catalina de Caballos en el año 1591.

El día 20 de marzo de 1600, Juan de Castro, se somete al examen para conseguir también el título de "tejedor de paños". Los alcaldes y examinadores en el oficio de tejer paños son Pedro Martín Belmonte y Martín de Castro, nombrados por el Concejo local. Superadas las pruebas, se le autoriza a "tener telar público y tienda con oficiales y aprendices". Puede tejer toda clase de ropa, mayor y menor. El documento se otorga ante el escribano Pedro de Úbeda Montenegro, siendo testigos el carpintero Alonso Ruiz Nieto, el barbero Cristóbal Tejero y Tomás Pérez Notario.

Poco después, el día 13 de agosto de 1601 otorga su testamento Juan López de Castro, el padre, ante el escribano Pedro Ramírez de Baeza. Deja a su mujer un quinto de sus bienes y nombra albaceas a su hijo Juan de Castro y al trapero Diego Velázquez. Murió dos días después. Su hijo Juan y Catalina de Caballos tuvieron cuatro hijos, dos varones y dos mujeres. Juan, María, Leonor y Rodrigo. Juan profesaría como fraile franciscano en el convento de Nuestra Señora de la Victoria, de Andújar. María de Castro casó con Felipe Cabezas y Leonor con el espadero Alonso de Montoro. En el año 1620, fallecido Juan de Castro, sus hijos acuerdan el reparto de sus bienes y vender a censo la casa de la plaza del Cerro. Al ser Rodrigo menor de edad, la Justicia interviene y exige que la venta se haga en almoneda pública.

Hechos los oportunos pregones, la casa se vende al escribano Francisco de Paz y su esposa doña Mariana de los Ríos, que asumen tres censos sobre la casa y pagan en efectivo el resto de los 80.000 maravedíes de su valor. La casa está habitada, pero casi en ruinas, por lo que los compradores se obligan a hacer las obras necesarias de reparación en la misma, por un importe de cien ducados, en el plazo de un año. La escritura se otorga el día 27 de marzo de 1620, ante el escribano Pedro Ramírez de Baeza. En el documento se indica que la casa tenía una torre, con una ventana que daba vista al "cerro del Señor San Cristóbal". Lindaba, por abajo, con casas del licenciado don Andrés Muñoz Callejas, rector de la iglesia mayor.

Unos pasos más abajo estaba la llamada "casa del convento", frente al "llano de las carretas", donde habían residido las monjas carmelitas desde el año 1603 hasta labrar su convento, en la calle de los Huertos.

Por otro lado, la celebración de la fiesta de la Invención de la Santa Cruz es, como se sabe, una de las más antiguas de nuestra ciudad y el barrio del "cerro del Señor San Juan" era el marco en que se desarrollaban ésta y algunas de las más importantes fiestas locales.

No nos resistimos a la tentación de narrar un pequeño altercado ocurrido en la placita de San Juan Bautista, frente a dicha casa, en el que parece traslucirse un fondo amoroso y del que fueron protagonistas miembros de dos familias acaudaladas de Cabra.

El domingo 3 de mayo de 1626, Nicolás Álvarez de Peralta, hijo del Corregidor egabrense don Luís Álvarez de Sotomayor y Peralta, trata de llevarse de brazo, por la fuerza, a doña Luciana de Medellín Palomino, hija de don Alonso Gil de Medellín, Familiar del Santo Oficio de la Inquisición y de doña Catalina Palomino. Don Alonso Gil de Medellín había sido, en 1621, Alguacil Mayor de la Villa de Cabra. Un escándalo social que iba a costar el cargo al Corregidor.
Pues bien, doña Luciana de Medellín Palomino iba a casar en Cabra, en el año 1630, con don Alonso de Armenta y Góngora, Caballero de la Orden de Santiago, natural de Córdoba y vecino de Montilla. Con este casamiento, la familia Armenta y Góngora iba a adquirir algunas posesiones en Cabra, entre las que reseñamos una finca de labor en el camino viejo de la Sierra, denominada cortijo de Góngora y una casa en la plazuela del Cerro de San Juan, que se conocería como la casa de Armenta. Una denominación que degeneró, con el paso de los años, en "la casa del menta".

Se trata del edificio que había sido propiedad, sucesivamente, de Ambrosio Texedor, de Juan de Castro y del escribano Francisco de Paz. Los Armenta y Góngora colocaron en la fachada los habituales escudos de armas, para indicar su hidalguía.

De su presencia en Cabra anotamos algunos detalles.
El día 3 de junio de 1631 se bautiza en Cabra a Inés, hija de don Alonso de Armenta y doña Luciana de Medellín. El día 13 de enero de 1632, don Alonso de Armenta y doña Luciana de Medellín compran el derecho de "sitio, asiento y arrimo... en la acera de la nave del Sagrario frente al Altar del Santo Cristo", en la iglesia de la Asunción. Pagan tres ducados al vicario don Juan Bautista de Buiza. Era un lugar privilegiado para asistir a los cultos y actos religiosos. El día 22 de septiembre de ese mismo año se bautiza en Cabra a Alonso, hijo de don Alonso de Armenta y doña Luciana de Medellín. Dos años después nacería en Cabra Juan, hijo de los citados.

En el año 1656, la casa pertenecía a don Lucas de Góngora Armenta Medellín Mir, Caballero Veinticuatro de la ciudad de Córdoba y Caballero de la Orden de Calatrava, hijo de los citados Alonso y Luciana.

Por el año 1668, doña Inés de Góngora Armenta, esposa de don Juan del Cárcamo Vargas, poseía la mitad de un molino de aceite que había en el cauce del río, a la salida de la calle Nueva.

El día 24 de julio de 1669, otorga su testamento don Luis de Medellín Palomino, hermano de doña Luciana. Ordena que sus bienes pasen a don Lucas de Góngora y Armenta, su sobrino.

En el año 1684, los hermanos don Juan y don Lucas de Góngora y Armenta otorgan una escritura de obligación con el convento de San Martín, de Cabra.
La casa de los Armenta iba a tomar nueva relevancia con ocasión de la llegada a Cabra de las monjas agustinas, para fundar su convento, en el año 1697. Desde un principio, se les había concedido la ermita de San Juan Bautista y la casa colindante, que pertenecía a los Góngora y Armenta.

A pesar de los buenos augurios, a los pocos meses de tomar posesión de la iglesia de San Juan y del edificio vecino, la comunidad se vio envuelta en un pleito con el dueño de dicha casa, que no iba a concluir hasta que el convento se trasladara a su nuevo emplazamiento, en el año 1707.

Don Juan de Góngora y Armenta se había opuesto desde el principio a que las monjas se establecieran en su casa, ante el temor de que la ocupación accidental de la misma se convirtiera en algo definitivo.

En el pleito, que se conserva en el Archivo Provincial de Córdoba, se cita un primer poder de las monjas del convento del Corpus Christi de Granada al procurador egabrense Francisco Martín del Castillo para tomar posesión, en su nombre, de dicha casa. Se otorga en Granada, el día 20 de junio de 1697, ante el escribano Antonio de Jerez. También se indica que el Obispo de Córdoba les había cedido la iglesia de San Juan "en tanto que se labraba el convento en las casas del presbítero don Sebastián de Andía y Cuéllar".

Como decíamos, la casa aneja a la ermita era propiedad de don Juan de Góngora y Armenta, Canónigo Racionero de la catedral de Córdoba, que la tenía arrendada a varios vecinos por la cantidad total de 215 reales anuales. La casa lindaba con la iglesia y con otra de los herederos de Gabriel Colodro. En el compromiso de arrendamiento, que el dueño insiste en no reconocer, se acuerda fijar la renta en 25 ducados anuales, es decir, más de lo que pagaban los vecinos en aquel momento y el compromiso de devolver en su día el edificio en las mismas condiciones en que se recibía. Así consta en un testimonio otorgado por el escribano Jacinto Lozano Carrillo el día 28 de abril de 1698. El arrendamiento se había realizado por mandato de una Provisión Real y se acordó que la primera paga se haría el día 28 de junio de 1698.

El dueño se niega a recibir el dinero y al cabo de un tiempo pretende iniciar un pleito, alegando que se le deben dos años y medio y que quiere que se anule el contrato. Lo único que consigue el litigante es una nueva Provisión Real, expedida en Granada el día 15 de marzo de 1700, que ordena ejecutar los bienes de Benito Gómez Seto, difunto, para pagar los 50 ducados que se deben a don Juan de Góngora.

Las monjas piden a Francisco Pérez Romo, maestro de albañil, que valore las obras que han hecho en estas casas para hacerlas habitables. El técnico valora la reparación, el día 30 de agosto de ese año, en 898 reales y aclara que no se incluyen en ellos las obras específicas del convento. Es decir, bastante más de lo que importaban los alquileres de ese tiempo.

Siguen varios escritos de una y otra parte, con inclusión de recibos de cobros y pagos relativos a estas casas, hasta el día 24 de mayo de 1707. El traslado a la nueva sede del convento acabaría con estos autos ejecutivos.

Hacia el año 1718 residía en esta casa don Juan de Armenta.

En el año 1732, en Cabra, el canónigo don José de Góngora Armenta inicia un pleito con Pedro de la Baquera, vecino de Málaga.

Entre 1735 y 1761 la casa era propiedad de don Lucas de Armenta, vecino de Córdoba. En el Catastro de Ensenada se indica que este señor poseía en Cabra un molino de aceite con dos vigas, que le rentaban 1.018 reales anuales y una bodega con dos tinajas de 200 arrobas de cabida.
En el año 1818 fallece en Cabra doña Josefa de Góngora y Armenta y en 1820 don José Mariano de Armenta y Armenta.

La casa seguiría siendo propiedad de los Armenta durante muchísimos años más, conservándose el apelativo popular de "casa del menta".

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