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Secuelas de la guerra

08.07.19 - Escrito por: Antonio Moreno Hurtado

La presión psicológica de un acontecimiento bélico sobre los que lo sufren, puede llegar a provocar situaciones extremas, por lo general, pero también otras más livianas, aunque no menos importantes.

El caso que hoy nos ocupa ocurrió durante la Guerra de la Independencia en Cabra.

Cabra había venido recibiendo, desde hacía más de doscientos años, a ciudadanos franceses de varias profesiones. Tenderos de telas y de especias, sederos, destiladores de aguardientes, caldereros, molineros, panaderos... A algunos de ellos nos hemos referido ya en varias ocasiones, como es el caso de la familia Soca, los Bernal o los Fuillerat. La referencia será, en esta ocasión, a la familia Bladero Ubalde.

A finales del siglo XVII ya reside en Cabra un francés llamado Pedro Ubalt Casabona, lencero, que va a casar con doña María Roldán García, prima del historiador don Narciso García Montero. Tiene casa y tienda de telas en la calle de los Hospitales (hoy José de Silva).

Se casan el día 31 de agosto de 1699. Por las actas de desposorios y moniciones sabemos que es hijo de Domingo Ubalt y de María Casabona, franceses y que había nacido en Onuca, en el antiguo Reino de Navarra. Reside en Cabra desde hace dos años.

Pedro Ubalt (ahora se le conoce como Ubalde) muere el día 29 de enero de 1718 y su viuda se hace cargo de la tienda de telas, a la que añade la venta de especias y otros artículos. Todavía la regentaba en el año 1751. (Ensenada, pregunta nº 32, fª 101r. Se indica que doña María Roldán, viuda, tiene una tienda de "especería y mercería", que rinde 550 reales al año). Hijos de ellos fueron, entre otros, el clérigo don Carlos Ubalde Roldán y doña María Antonia, que casaría con el francés Francisco Bladero, mercader de tejidos, natural de Olorón (Aquitania). Francisco y María Antonia abrieron una tienda de telas en Cabra. En respuesta a la pregunta nº 32 del Catastro de Ensenada (año 1752), se dice que don Francisco Bladero tiene una tienda de ropa que renta 2.200 reales al año. (fº 100r). La familia Bladero Ubalde fue bastante prolífica. Tuvieron, al menos, tres hijos y cuatro hijas.

Por su relación directa con el tema de hoy, tenemos que citar, en primer lugar, a don Pedro Manuel Bladero Ubalde (1741-1813), clérigo de menores y fundador de una capellanía en Cabra.

En segundo lugar, a don Juan José Bladero Ubalde (1743-1797), continuador de los negocios paternos, a los que unió la administración de bienes de familias como los Uclés Enríquez de Herrera o los Alcalde Chinchilla. Casó en el año 1766 con doña Josefa Peborda. Hijo de ellos fue Pedro Ignacio Bladero Peborda, el protagonista de nuestro relato.

En el Archivo Histórico Nacional, en la sección de Consejos (leg. 27394, exp.3), se conserva el expediente de un pleito mantenido, en el año 1799, entre doña Josefa Peborda, viuda de don Juan José Bladero y sus cuñadas, doña Ana, doña Gertrudis y doña Antonia Bladero, todas vecinas de Cabra. Se trataba del reparto de los bienes del difunto y había ciertas discrepancias sobre la herencia y el capital que correspondía a su hijo Pedro Ignacio Bladero para su casamiento. El pleito se había desarrollado en dos salas de la Real Chancillería de Granada, para acabar en la Escribanía de Cámara del Consejo de Castilla. No se dictó sentencia, por acuerdo de las partes.

Volviendo a nuestro héroe, digamos que Pedro Ignacio Bladero nació en Cabra en el año 1774. (B, 46, fº 197). El día 21 de abril de 1799 casa en Cabra con doña María Tomasa de Santaella, hija de Juan Bernardo de Santaella y de María Ruiz. (APAC, D, 20, fº 17).

En el Cabildo del día 27 de mayo de 1808, presidido por el Corregidor don Javier López Duque, se recibe un escrito de "don Pedro Pablo de Valdecañas, Comandante de estos Cuatro Reinos de Andalucía para la persecución de contrabandistas y malhechores". Informa que la Suprema Junta de Gobierno, "recientemente creada en Sevilla para la defensa del Reino", le ha ordenado reclutar "a cuantos hombres puedan tomar las armas" para luchar contra los franceses y se faciliten "los auxilios compatibles con sus facultades". Recomienda que los voluntarios se incorporen "armados y montados", si es posible. Firman todos los asistentes, junto al escribano Joaquín Contreras. (AACC, Año 1808, fº 33r)

Este es el momento en que Pedro Ignacio, casado ya y con cuatro hijos, decide alistarse a las fuerzas de Valdecañas para luchar contra el francés invasor. Sin embargo, una serie de circunstancias llegaron a dar con él en las cárceles secretas de la Santa Inquisición de Córdoba, diez años después.

En la sección de Inquisición del Archivo Histórico Nacional, (leg. 3727, exp.69), se custodia el resumen de un largo proceso sobre un posible delito de poligamia contra Pedro Ignacio Bladero Peborda, natural de Cabra.

Se inicia en el año 1815, en la ciudad de Écija, por el Fiscal de Corte. En el inicio, se indica que va contra "don Pedro Ignacio Bladero, natural de Cabra, Alférez retirado del Regimiento de Caballería de Voluntarios de España, con agregación al Estado Mayor de la Plaza de Tenerife, por doble matrimonio. Votado aquí por el Tribunal del territorio de Écija, en que reside Bladero. Sea preso, con embargo de bienes y se le siga su causa hasta definitiva". (fº 1r)

Según la instrucción, por certificación del Santo Oficio de Córdoba, había sabido el Tribunal de Écija que, el día 30 de junio de 1816, todavía vivía en Cabra "doña María Tomasa Santaella, con tres hijos habidos en su matrimonio con Bladero, el cual se hallaba ausente seis años había. Y había noticias de que había estado en Canarias y después se había trasladado a esta Península". (Ibidem)

Mediante un anónimo, el Tribunal supo que "en 14 de octubre de 1810 se embarcó Bladero en Cádiz para Tenerife, llevando consigo a una mujer, que murió en el mismo Puerto de San Cruz, de sobreparto o peste. Que a dicha mujer la hizo pasar Bladero por su mujer propia, exhibiendo los documentos que pertenecían a la que lo era legítimamente. Y con este fraude, se volvió a casar allí con doña Juana Nepomuceno Dapelo, con quien había vivido hasta fines del año de 1815, en que se había venido a esta Península".

El expediente nos permite conocer algunos datos interesantes sobre las circunstancias del posible delito.

Entre las personas que intervienen en el mismo figura don Antonio Francisco Fabrini, Ujier de Cámara de Su Majestad. Fabrini había sido testigo de algunos de los hechos y había estado presente en el barco cuando murió la compañera de Bladero. Por certificación de la parroquia de San Cristóbal de la Laguna, se sabe que Pedro Ignacio se había casado allí, el día 12 de octubre de 1811, "con doña Juana Nepomunceno Dapelo Savinón, hija de don Domingo, Teniente de Milicias, Administrador General de las Rentas Episcopales". Del novio se dice que era "Alférez retirado del Regimiento de Caballería de Voluntarios de España, agregado al Estado Mayor de San Cruz, natural de Cabra, viudo de doña María Santaella". Se citan los nombres de sus padres. Por declaraciones del párroco de San Cristóbal de la Laguna y otros testigos, el Tribunal conoce que este segundo matrimonio, Bladero había tenido otros dos hijos.

A través del Ministerio de la Guerra, el Tribunal supo que Bladero residía ahora en Écija, "con casa abierta", a quien el Comandante de Armas de aquella localidad le había prohibido ausentarse "hasta nueva determinación".

A petición del Fiscal, con fecha 2 de octubre de 1817, se solicita que "por el Tribunal de Córdoba sea preso en cárceles secretas, con embargo de bienes" y que se le siga la causa allí, hasta que sea definitiva. Ordenada su detención el día 7, Bladero escapó y "anduvo errante" hasta ser detenido, el día 1 de junio de 1818, por el Tribunal del Santo Oficio de Sevilla. (Ibidem, fº 2r)

En ese momento, Bladero no llevaba consigo documentación de interés y pocos muebles, por lo que se ordenó embargar sus bienes de Cabra, consistentes en tres fincas vinculadas, que rentaban poco más de cien ducados al año. Pero la esposa, doña María Ruiz Santaella, reclama estos bienes para sus alimentos y los de sus tres hijos, argumentando que el marido se había gastado "en el servicio hecho en favor de la Patria, su dote de 1500 reales".

Bladero declara ante el Tribunal, por primera vez, el día 15 de junio de 1818. Dice estar casado con doña María Tomasa Ruiz Santaella, con la que había tenido cuatro hijos, de los que viven tres. Tiene 43 años. Que había estudiado seis años de Filosofía y Teología en el Colegio de San Pelagio, de Córdoba. Y dos de Leyes en Sevilla.

Que "ya casado y con hijos, salió en el año de 8 a la defensa de la Patria, mantenido y armado a su costa, bajo las órdenes del Marqués de Valdecañas, con quien se halló en todas las acciones precedentes a la rendición de Dupont. Que después se mandaron dispersar aquellas tropas. Y al expresante, le concedió la Suprema Junta grado de Alférez, con fuero y uso de uniforme. Y que luego que entraron los franceses en Andalucía, se fue a Cádiz, donde pidió y se le destinó, con el mismo grado y sueldo de 180 reales mensuales a la isla de Tenerife, donde había permanecido desde el año de 10 hasta el 14 [sic], en que, evacuada su Patria de Franceses, pidió y se le concedió un año de licencia para venir a cuidar sus haberes, si algo le hubiere quedado. Y permaneció en Sevilla más de un año. Y después anduvo por Carmona, Écija, su pueblo, Guadaira y otros, hasta que fue preso por el Tribunal."

En realidad, el jede de Bladero había sido el II conde de Valdecañas, don Pedro Pablo Valdecañas Ayllón de Lara (Lucena, 1758-1825). A principios de mayo de 1808, reclutó entre Lucena y los pueblos cercanos a unos 4.000 hombres y 500 caballos, que iban a luchar contra los franceses en la batalla de Alcolea (7 de junio) y luego en la de Bailén (19 de julio). Se trataba de personas sin ninguna preparación militar, que iban a actuar a modo de guerrillas.

El detenido continúa su declaración afirmando que casó en Tenerife con su segunda esposa, por entender que había fallecido la primera, según documentos que tenía en su poder.

En una segunda declaración, pide ser juzgado de acuerdo con su fuero militar, lo que confirma en una tercera intervención.

El día 3 de julio, el Tribunal publica la acusación definitiva y se le ofrece la defensa por alguno de los tres abogados del Tribuna, pero Bladero prefiere que le defienda don Domingo Azcona, a quien ya había entregado los documentos necesarios. (Ibidem, 2v)

Entregadas las conclusiones del Inquisidor Fiscal, el día 10 de julio se inicia el procedimiento de pruebas y testigos y el día 7 de agosto, se da copia a Bladero de todas las diligencias, para que declare su postura. (Ibidem, 3r)

Declara que le mujer que iba con él en el barco se llamaba doña María Antonia de Acuña y Domínguez, natura de la villa de Cañete de Aceituno, en el obispado de Málaga.

Por su parte, el abogado defensor aporta una certificación de la Junta de Gobierno de la villa de Cabra, de fecha 11 de septiembre de 1808, expedida a petición de un hermano político de Bladero. En ella se dice que una vez que los franceses ocuparon la ciudad de Córdoba, Bladero, siendo casado y con hijos, había salido "para servir voluntariamente, con caballo, armas y dinero, y permaneció en el ejército, bajo las órdenes del Coronel de Caballería don Pedro Pablo Valdecañas, sabiendo de público y notorio haberse portado exactísimamente". (Ibidem, 3v- 4r)

También se entrega al Tribunal la copia de un memorial de súplica que había elevado al Rey su esposa, doña María Tomasa de Santaella. La firmante resalta los sacrificios de su marido en la lucha con los franceses. Afirma que, tras la rendición de Dupont, Bladero había marchado a Sevilla, donde la Junta le dio el grado de Subteniente sin sueldo. "Que para poder sostenerse allí, vivió en una pequeña habitación con un primo suyo, Beneficiado, y una señora conocida, a quien pagaban medio duro. Y para evitar que esta unión, que hizo la necesidad, no fuera escandalosa, extendió Bladero la voz de que era su mujer". Que, con la llegada de los franceses, se marcharon a Cádiz, en las mismas circunstancias.

Doña María Tomasa continúa diciendo que cuando llegaron los franceses a Cabra, confiscaron sus bienes. Que, al verse sin recursos, pidió "que un tío suyo escribiese a su marido una carta a Cádiz en que, para más obligarle a venir, le dijo que la exponente había muerto, quedando sus hijos en total abandono".
La esposa afirma que esta carta le llegó a Cádiz cuando empezaba allí la epidemia de fiebre amarilla. Que todo el mundo quería salir de allí, como él mismo. Por lo que pidió y se le concedió pasar a Tenerife "con Real Despacho de Ayudante. Que se fue con él la mujer conocida por suya propia. Y habiendo muerto en el barco, todos le tuvieron por viudo. Y él mismo creyó estarlo por la carta que había recibido de su tío". (Ibidem, 4v)

Que, estando ya en Tenerife, llegó a su marido la noticia de que los franceses "habían degollado sus habitantes y quemando sus campos". De modo que pensó que ya no vivían su mujer y sus hijos. Continúa declarando que, "con solo 6 reales para mantenerse", casó allí con doña Juana María Dapelo, con quien tuvo hijos.

Que, una vez vuelto a Sevilla, Bladero supo que su mujer e hijos aún vivían en Cabra. Que le había enviado una "carta muy sentida, despidiéndose para siempre y dejando a su cuidado su indemnización".

Esta situación había conducido a la esposa "a un estado de amargura, causandole un flujo que le había durado dos años".

Suplicaba al Rey "el perdón del aparente delito de su marido y su colocación en los Ejércitos".

El abogado presenta otras dos cartas de la esposa. Una a don Cristóbal Bendomo y otra a su marido, dándole cuenta de todas sus gestiones.

Es interesante una carta de Fabrini a Dapelo, elogiando a Bladero, su futuro yerno, del que dice es viudo y con un hijo [sic]. Le reconoce como una persona "sin vicio alguno y sí talento y disposición para todo". Cree que Bladero es hijodalgo, ya que "en España a ningún Cadete se le daba este título sin hacer pruebas de Caballero Hijodalgo Notorio y estar en actual goce". Pero los Bladero Ubalde no eran hijosdalgo...

En nuestra opinión, el documento más importante es la carta que exhibe el abogado de Bladero, remitida en septiembre de 1810 por el clérigo don Pedro Manuel Bladero a su sobrino Pedro Ignacio. En ella le dice que "los franceses le han confiscado todos sus bienes y que su mujer había muerto, tres meses habrá, de la enfermedad que padecía a su salida". (Ibidem, 5 r-v)

Dado que el Clérigo de Menores había muerto en el año 1813, el Tribunal remite la carta a Cabra para que sea cotejada la letra con otros documentos del difunto.

El encargado del cotejo localizó varias escrituras y recibos de arrendamientos de las capellanías del difunto y le pareció que las letras eran semejantes a las de la carta.

El Tribunal pide que declare la esposa. Ella afirma que todo lo que había hecho había sido sin presión alguna, que era la verdad. Que ella no había inducido al clérigo a escribir la carta, que lo hizo por voluntad propia. (Ibidem, 5v)

Que supo, tiempo después, lo de la carta por su hermano Francisco Ruiz Santaella.

Sin embargo, en el memorial enviado al Rey, ella dice que pidió a su tío que escribiera la carta y la enviara a Cádiz por medio de un contrabandista. (Ibidem, 6r)
El Tribunal, en Auto de 22 de diciembre de 1818, aceptó lo pedido por la defensa y no publicó sentencia de condena.

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