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La obra grande de la Iglesia de la Asunción (y III)

31.12.20 - Escrito por: Antonio Moreno Hurtado

Terminamos este 31 de diciembre la publicación de la historia material del templo de la Asunción y Ángeles de Cabra que, por entregas, nos ha venido ofreciendo nuestro historiador y cronista oficial el profesor dr. Antonio Moreno Hurtado. Una serie de artículos que constituye, hasta la fecha, el estudio más detallado y completo que se ha realizado de nuestra antigua Iglesia Mayor.

Mientras tanto, la fábrica de la iglesia sigue haciendo acopio de materiales.

El día 6 de noviembre de 1763, ante el escribano Plácido García Montero, el hortelano Francisco Sánchez y su esposa, doña Luisa Cobo Castro y Enríquez, venden a la Obra y Fábrica de la iglesia de la Asunción la madera de seis álamos blancos.

Los vendedores declaran que, hacía unos 29 años, ante Juan de Luque Morales, escribano público y mayor del Cabildo egabrense, el marido había tomado en arrendamiento una huerta pequeña de la Obra y Fábrica de la iglesia mayor, con una renta anual de 77 reales, en el partido de la Fuente del Río, con la condición de plantar en sitio cómodo cierta cantidad de madera de álamos blancos. La mitad sería para el hortelano y la otra mitad para la Obra y Fábrica. Éste se encuentra ahora en una situación económica complicada y se obliga a vender sus álamos blancos, que "son de buena disposición". Acepta cobrar 250 reales por los seis que son suyos. Este dinero le servirá para pagar algunas rentas antiguas de la huerta a la iglesia.

Está presente en el acto el presbítero don Cristóbal de Luque y Arcos, Obrero y Mayordomo de la Fábrica de la iglesia, que otorga así la correspondiente carta de pago, a cambio de la cesión de los seis álamos.

Los otorgantes no saben firmar y lo hace un testigo, Antonio de Acebo, por ellos. Otros testigos son Felipe de Arroyo y Alonso de Arroyo, su padre. También firman Luque y el escribano.

Por otra parte, del año 1777 es el Panteón parroquial, cuya obra se sacó a pública subasta en junio de 1776 y se adjudicó al escribano don Joaquín Contreras Lozano en la cantidad de 62.400 reales, cuyos derechos cedió a José de Osuna, vecino de Lucena. El proyecto fue de don Francisco de Aguilar, Maestro Mayor de la catedral de Córdoba, aprobado por don Francisco de Argote y Guzmán, Visitador General en sede vacante. El Panteón se construyó en un solar lindero con la capilla del Buen Pastor.

Además, se labró un aguamanil de mármol rojo y se colocaron cuatro campanas nuevas en la torre.

En otro momento, en el año 1780, se fundió una campana nueva para la torre de la iglesia, dedicada a Santa María de la Asunción.

Como hemos indicado anteriormente, durante la reforma de mediados del siglo XVIII, por renuncia de los Aguilar Vega, la antigua capilla de San Acisclo y Santa Victoria había pasado a poder de la cofradía de San José y el Niño Perdido. Una cofradía fundada en el año 1620 en la iglesia de la Asunción, por fusión de las dos hermandades de San José que, hasta entonces, funcionaban en Cabra.

En el año 1785 se autorizó a la cofradía de San José y el Niño Perdido a hacer un camarín auxiliar detrás de dicha capilla, con la condición de que no se impidiera el acceso interior a la capilla del Sagrario desde el exterior de la iglesia. Así se hizo, colocando una puerta, con portada de piedra, que hoy permanece. La obra costó 3.226 reales.

El último Hermano Mayor conocido de esta cofradía fue don José María Carrera Peironet, nombrado en el año 1820.

Con esta obra de ampliación de la capilla de San José y el Niño Perdido se prologaba el muro exterior de la sacristía y se cuadraba con el extremo de dicha capilla, dejando una especie de placita delante de la entrada principal de la iglesia, en cuyo muro lateral izquierdo se labró una portada pequeña de piedra para acceder a la sacristía y llevar desde ella el Viático a los enfermos.

A comienzos de 1785, el capitel de la torre de campanas amenaza ruina y se encarga uno nuevo, por lo que don Juan Arráez de Mendoza, rector y obrero de Fábrica, se reúne con Francisco Capote, maestro de albañilería y Jacinto de Arjona, maestro de "carpintería de obra prima", para analizar su reedificación.

En ese mismo año, don Juan Ramírez de Zúñiga pintó y doró todo el camarín, arco y retablos de la capilla, por lo que cobró 3.800 reales.

En el mes de junio de 1787, don Pablo Mateos y Baena, Obrero de Fábrica, solicita licencia para reformar el coro de la iglesia que se halla "con la mayor indecencia, pues solo tiene para asientos de su clero, que es bastante numeroso, unas bancas de respaldo que, por ser muy antiguas, están carcomidas, llenas de polillas y faltas de algunos trozos". Informa que la Fábrica tiene "madera de nogal y cerezo casi suficiente para hacer una sillería decente" y dinero bastante para pagarla.

El Obispo don Baltasar de Yusta Navarro, a través de su Vicario General, don Francisco Javier Díaz Bravo, lo aprueba con fecha 25 de junio, por lo que se procede a sacar a concurso público la presentación de proyectos.

El día 24 de enero de 1790, don Joaquín Aralís, vecino de Córdoba, cobra 80 reales por el "dibujo de la sillería que, de orden de Su Excelencia, se va a executar para el coro de aquella iglesia".

La construcción de la sillería se contrató con el tallista Francisco Javier Pedrajas, vecino de Priego, que, con fecha 6 de febrero de 1590, declara haber recibido 6.000 reales a cuenta. Ese día se había otorgado el compromiso de ejecución, ante el escribano Manuel de Heredia y Dávila, en el plazo de 15 meses y el precio de 18.000 reales. El día 14 de junio cobra otros 3.000 reales a cuenta y el 3 de noviembre otros 3.000 reales.

La sillería consta de 33 asientos de nogal tallado y sus respaldos con medallones labrados en cerezo, con bajorrelieves representando a personajes de la Iglesia, santos y mártires egabrenses. Pedrajas cobró por su trabajo los 18.000 reales acordados, pero se le dieron, aparte, otros 1.500 reales en consideración a la calidad de la obra, según Decreto episcopal de fecha 19 de febrero de 1794.

Otros 751 reales se pagaron a los carpinteros que cortaron la madera, por lo que la sillería tuvo un costo total de 20.331 reales, sin contar los gastos de albañiles, otros materiales y el precio de la madera, que los puso la Fábrica de la iglesia.

Para dar fianza, Pedrajas tuvo que hipotecar un cortijo propio de 153 fanegas de tierra de labor y monte de encinar, con su casa de teja, que tenía en el partido de la Cuesta del Algar, en el término de Carcabuey.

El día 24 de abril de 1792, Francisco Javier Pedrajas cobra 3.600 reales, de los cuales 1.800 son de la hechura de tres sillones tallados "con respaldos y asientos de terziopelo carmesí para el presbiterio de la iglesia". Los otros 1.800 reales son por "un adorno de madera" tallado, en el que se colocó un Crucifijo, para el testero de la sacristía baja, y de tres espejos con sus adornos y golpes de talla.

Una vez terminada la sillería del coro, el Obrero pide licencia para hacer en el coro "un balcón de diez a once varas de larga y que este se una con el que está frente del órgano y se junte con él para que se corra alrededor". Se prevé la necesidad de 38 arrobas de hierro labrado, a razón de 62 reales cada arroba.

El día 4 de noviembre de 1792, Francisco Jurado, maestro de cerrajero, cobra al Obrero la cantidad de 3.015 reales de la hechura de "un balcón compuesto de tres piezas de fierro cono sus albotantes para el coro de dicha iglesia".

El día 10 de enero de 1793, don Antonio de Figueroa, Maestro Mayor de las obras del conde de Altamira, reclama ante el obispo ciertos derechos de su proyecto de panteón, hecho por encargo del Vicario y del reconocimiento hecho "en el sitio que nombran Juego de Pelota, salida a Señor San Sebastián desta misma villa, para la fábrica de un panteón". Por el reconocimiento, plan y diseño pedía 300 reales que todavía no se le habían pagado. Por orden del obispo, el arquitecto recibe los 300 reales de don Pablo Mateos y Baena, el día 29 de enero de 1793.

Este panteón eclesiástico sería eliminado durante las obras de 1973-1974.

El día 5 de febrero de 1794, don Martín de Blancas, vecino de Cabra, pintor y dorador, cobra de la Fábrica sus trabajos de charolado de la madera de la sillería del coro y del dorado de los espejos, adornos y cajoneras de la sacristía. Declara, también, haber "pintado nueve quadros de ánimas y uno de grande tamaño que los demás, para colocar en el altar del Panteón, con la efigie de señor San Miguel" y haber encarnado el Señor Crucificado de la sacristía y dado de color a la Cruz.

En el año 1798 se colocó en la torre una nueva campana, llamada Cristobalina y fundida por Francisco de Oteros.

Pocos datos hemos encontrado de obras de interés en esta iglesia a lo largo del siglo XIX, salvo el referente a su enlosado de mármoles blanco y encarnado.

Realizado en toda la iglesia en el año 1807 por Vicente Cordón, maestro de cantería. Costó 54.000 reales y supuso la desaparición definitiva del suelo de
ladrillo raspado.

Pasan largos años antes de que se haga una reforma importante de la iglesia de la Asunción.

Los cimientos no perdonan...

En el primer croquis que se une a este trabajo, podemos ver algunas reformas hechas en las capillas laterales y sus aledaños después de la gran obra del siglo XVIII. Así estaban todavía hacia el año 1965.

Tras un largo proceso iniciado en ese año, en que tanto los arquitectos del obispado como lo del Ministerio de Obras Públicas avisaban de la situación de peligro del templo, con posibilidad casi inmediata de derrumbe, todas las administraciones implicadas se ponían en marcha para tratar de solucionar el problema.

Por fin, en reunión del Consejo de Ministros de fecha 6 de noviembre de 1970, se aprobaba el expediente de subasta de la obra de la iglesia de la Asunción de Cabra por un importe de 9.849.088 pesetas.

Las obras, patrocinadas por el Ministerio de la Vivienda, se iniciaron en el año 1970 bajo la dirección del arquitecto don Francisco Pons Sorolla.

Se revisaron y reforzaron todos los elementos de sostén del templo y se restauraron el altar mayor, la sacristía y varias obras de arte del mismo.

El sábado 2 de marzo de 1974 tendría lugar la inauguración oficial y la apertura al culto de la iglesia, con asistencia del obispo Cirarda y de varias autoridades ministeriales, provinciales y locales. En sitio preferente se encontraba don José Solís Ruiz, gran impulsor del proyecto.

Pero esta obra de consolidación supuso la pérdida definitiva de las capillas barrocas de la fachada norte de la iglesia. Un golpe importante al tesoro artístico egabrense del que no parece haber justificación aparente.

Su altura y tamaño ni significaban peligro alguno para el edificio. Sin embargo, se dejaba en pie el pegote de su esquina nordeste, un desahogo innecesario ya para la sacristía del altar mayor.

Después de esta gran obra de consolidación, la planta de la iglesia de la Asunción iba a quedar como aparece en el croquis siguiente.

Hasta aquí los datos más relevantes de las obras realizadas en esta iglesia a lo largo de varios siglos.

Queremos disculparnos por el posible abuso de datos fríos, de precios y obras, en este trabajo. Unas cifras que pueden resultar incluso tediosas en una lectura superficial, pero que creemos son de algún valor para el lector interesado en analizarlas, de cara a una mejor interpretación del hecho histórico.

En cuanto al ajuar mobiliario y al fondo artístico, nos remitimos a las publicaciones ya hechas sobre este tema. En especial, al tomo segundo del Catálogo Artístico y Monumental de la provincia de Córdoba (1983), que analiza todo lo relativo a Cabra hasta ese momento.

Un tesoro cultural y artístico que celosos vicarios, arciprestes y párrocos han sabido conservar y aumentar, en su caso, como administradores de un legado de incalculable valor.

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