Tres pinceladas sobre Valera es el texto que hoy os traemos y que fue leído por nuestro compañero el historiador y periodista Pepe Moreno Álvarez en el Homenaje a Valera del pasado 24 de junio como disertación central en el acto del Día de Valera. Disfruten con su lectura.
Introducción
Yo hoy no tendría que estar aquí, en esta tribuna, hablándoles a todos ustedes.
La verdad si les soy sincero, a pesar de haber asistido durante muchos años gracias a mis labores periodísticas, a este acto en el que Cabra y su Ayuntamiento ininterrumpidamente desde el año 1933, tributan homenaje a uno de sus hijos más ilustres como fue el escritor, político y diplomático Juan Valera, nunca pensé que me vería ante este micrófono y en este lugar, hablando de Valera.
En un año difícil para mi familia y para mí, pues como muchos saben con tan solo once días de diferencia, perdimos a dos de nuestros miembros, a mi padre José Moreno Camúñez, hace hoy justo cuatro meses, el pasado 24 de febrero y once días después, el 7 de marzo, a quién acaban de escuchar, a Antonio Cantero Galisteo.
Y es que precisamente, el motivo del que yo esté aquí hoy, se lo debo a este último, a Antonio Cantero, ya que precisamente un día como hoy, el 24 de junio del año 2006, justo en este parque Alcántara Romero, recibió el Premio Internacional Juan Valera por su ensayo novelado "Barraca 5, Habitación 11. Jóvenes egabrenses emigrantes en Alemania" y cuya intervención en esta misma tribuna, terminó con esas palabras que en ese audio de apenas algo más de un minuto y que acaban de escuchar y los telespectadores de Atalaya Televisión de ver aquel momento, finalizó su intervención tras recibir el premio.
Y fíjense, cosas de la vida, del destino, de las casualidades o de aquello que se dice de que el mundo es un pañuelo, hoy hasta aquí llega desde Alemania para recoger el Premio Juan Valera 2021 una gaditana de Olvera, Remedios Solano Rodríguez, a la que también, casualidades de la vida, he descubierto que me unen una serie de cosas, el mundo del periodismo y de la comunicación y la pasión por la Historia. Felicidades Remedios por el premio.
Con más razón ahora, comprendo por qué no tenía que decir que no a la invitación que el concejal de Cultura, Ángel Moreno, me hizo una mañana del pasado mes de mayo, delante de un café y que para nada me esperaba, hacer hoy esta disertación, porque como me decía Ángel Moreno, "de aceptarla, sería un homenaje bonito y un tributo a la memoria y la figura de mi suegro a quién quince años atrás se le galardonó con el Premio Juan Valera y que tristemente nos había dejado recientemente".
Y es que sí, la verdad es que sí y no tardé ni un segundo, en aceptar la invitación, no podía negarme.
Por eso quiero que mis primeras palabras en esta tarde-noche sean de agradecimiento no sólo al concejal de Cultura, Ángel Moreno; al alcalde, Fernando Priego; a la Fundación Cultural Valera y a toda la corporación municipal, por haberme permitido estar aquí para hablarles de Valera. Muchas gracias, no lo olvidaré nunca.
Y así, gracias a esta invitación que me permite estar aquí, quiero dedicar toda mi intervención, todas mis palabras, a quiénes en Cabra, el covid, el coronavirus, en este último año de pandemia, nos ha arrebatado a nuestros amigos, convecinos y seres queridos. A esos 22 egabrenses que por un "puto virus", si me permiten la expresión, les truncó y arrebató la vida de la que estaban llenos, con muchas ilusiones y deseos por cumplir y de quiénes aún tenían años por delante para disfrutar de ella y que en el caso de Antonio Cantero Galisteo, lo hizo cuando sólo tenía 77 años de edad.
Antonio, que como saben, durante varias décadas fue profesor de Matemáticas en el IES Felipe Solís Villechenous, recibió el Premio Juan Valera en el año 2006 por ese ensayo novelado al que anteriormente hacía mención, "Barraca 5, Habitación 11. Jóvenes egabrenses emigrantes en Alemania" y en cuyas páginas cuenta cómo con 17 años de edad ?dos menos de los que tiene Pepe, mi hijo mayor- las vivencias y las de un numeroso grupo de amigos y compañeros, todos ellos pertenecientes a la primera promoción del entonces Taller Escuela Sindical de Formación Profesional Felipe Solís Villechenous, de aquella experiencia que como emigrantes tuvieron en la pequeña ciudad de Grossauheim am Main de la entonces República Federal Alemana a donde partieron para trabajar en una factoría de producción electromecánica y así buscarse las habichuelas que aquí en la España de entonces, no encontraban y tratando de sobrevivir y de resistir a unas condiciones a las que no estaban acostumbrados al salir hacia un país que no conocían, una lengua que no dominaban, a vivir en unas barracas de la mejor forma posible y a disfrutar y a comprender aquella libertad de la que disfrutaban los alemanes y que ellos no tenían en la España de aquellos años.
Un emigrante el galardonado con el Premio Juan Valera, que precisamente dedicó a todos aquellos, jóvenes trabajadores como él, con quiénes partió hacia aquellas del Estado de Hesse y de cuya condición siempre se enorgulleció y que no ocultó, lo que le llevó a dedicar el premio al pueblo de Cabra por haber sido parte de éste integrante de la emigración y donar en nombre de los egabrenses la cuantía económica con la que estaba dotado el premio, 3.000 euros, al Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.
Gracias Antonio, aunque como todos sabemos, no tendría que estar aquí, en esta tribuna, hablándoles a todos ustedes.
SALUDOS
Buenas tardes. Señor Alcalde, miembros de la corporación municipal, autoridades, patronos de la Fundación Cultural Valera; premiada, Remedios Solano Rodríguez, compañeros de los medios de comunicación, familia, señoras y señores, amigos todos los que aquí hoy nos encontramos.
Dispuestos un 24 de junio más a recordar la memoria y la figura de quién fuera nuestro ilustre e insigne paisano Juan Valera y Alcalá-Galiano, no quiero hacerme pesado ante todos ustedes en el tiempo que voy a dedicar a hablarles de él, pues ni soy un especialista en su persona ni tampoco en su obra, lo cual no quiere decir, que pueda con los conocimientos que de él tengo, les hable de una serie de aspectos de los que, desde siempre, me he sentido atraído e interesado.
Para no aburrirles mucho, pues lejos está ese deseo de mí y menos de quiénes aquí os encontráis, voy a tratar de acercarles a través de tres pinceladas como así lo dejé referenciado en ese largo título de esta disertación a Juan Valera.
Como he titulado esta disertación se trata de "Unas pinceladas valerianas de un andaluz universal: de lo grecolatino al iberismo pasando por el antiesclavismo de un egabrense del XIX", que creo son tres aspectos muy presentes en este siglo XXI, que hacen que la figura de Valera este más presente y universal y tenga, más interés que nunca. La Cultura Grecolatina y el interés por la Cultura y Lenguas Clásicas y las Humanidades que tuvo; el ser un defensor de la idea de la unión peninsular de España y Portugal, lo que se conoce como el Iberismo y del que fue, uno de sus defensores en la España decimonónica y por último, su lucha por la libertad para aquellos que en los últimos vestigios coloniales de la España de entonces, se encontraban en esclavitud y para lo que fue miembro destacado de la Sociedad Abolicionista Española.
Tres aspectos que de una forma u otra, son noticia y forman parte del paisaje de la actualidad de este 2021, como ahora trataré de hacerles ver de la mano de Valera.
Primera pincelada ? El Valera grecolatino
La primera de las pinceladas pasa por ese Valera clásico, refiriéndome con este concepto a aquel joven que descubre durante sus estudios de jurisprudencia en la Universidad de Granada ? en Granada tenía que ser- la cultura grecolatina gracias a la poesía latina clásica de autores como entre otros a Propercio, Catulo, Horacio y más tarde ese clasicismo imperante en el borbónico Reino de las Dos Sicilias a donde llegó en 1847 como agregado de la Embajada de España en aquellas tierras italianas.
Unas primeras fuentes que más tarde ampliará con los clásicos griegos gracias a la influencia de su tío Antonio Alcalá Galiano, amante de la cultura helena y que hará de Valera un profundo humanista y defensor de la cultura y lenguas grecolatinas que más tarde reflejará en obras como Asclepigenia en 1878 o la traducción que hizo en 1880 de la obra "Dafnis y Cloe", del novelista heleno del siglo II, Longo de Lesbos y que publica bajo el pseudónimo de "Un aprendiz de helenista".
Y es que como señala la doctora Pilar Hualde Pascual de la Universidad Autónoma de Madrid, "las condiciones excepcionales de Valera, tanto por su conocimiento de las lenguas clásicas, como por su vasta cultura y su entusiasmo por la Antigüedad, podrían haber hecho de él, en palabras de Fernández-Galiano, el helenista de que la España de su tiempo estaba falta".
Una cultura grecolatina de la que bebió siendo joven y que le sirvió para hacerse de un excelente poso cultural que le fue muy útil más tarde no solo para ejercer su actividad política y diplomática, sino también para escribir su vasto epistolario y sus novelas, en donde se anotan una ingente cantidad de citas clásicas, que demuestran su profundo conocimiento de los textos de la Antigüedad y en cuyas páginas de igual forma se hacen presentes de forma muy notable autores griegos y latinos.
Tengan por seguro que aquel joven Juanito Valera, que llegó a Granada a cursar sus estudios universitarios con tan solo 17 años, tras pasar antes tres años estudiando Filosofía en el Seminario de Málaga, si no hubiera tenido acceso a estudiar la Cultura y las Lenguas Clásicas y las Humanidades como ya muchos jóvenes actuales no están teniendo al cercenarse cada vez más estos estudios en la Enseñanza Secundaria, no tendríamos hoy a mano obras como entre otras Pepita Jiménez, donde tiene especial relevancia la influencia virgiliana y donde algunas escenas se inspiran en los ecos campestres de Bucólicas y Geórgicas o los ecos del Hipólito de Eurípides. O tampoco podríamos deleitarnos de sus numerosas referencias a los clásicos como Homero, que aparece con frecuencia citado en sus cartas e incluso en sus novelas.
¿Sabían ustedes que todo ese vasto conocimiento y cultura que atesoraba nuestro paisano incluso de textos de autores griegos muy poco conocidos, hacen de él un autor singular y prácticamente único en el panorama literario de la España del siglo XIX?
¿Sabían que, gracias a él, por ser un amante de la comparación lingüística, se debe, que en su condición de académico de la Lengua, fue uno de los promotores de que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua incorporara etimologías y que por su afición a los estudios comparatistas, por el interés que en materia de conocimientos lingüísticos tenía, comprendió y conoció mejor la historia, las religiones, la antropología y la génesis de los pueblos?
¿Sabían que Valera, el más cosmopolita de los escritores españoles del siglo XIX, ha pasado a la historia del helenismo hispano por su traducción de Dafnis y Cloe y que tuvo el proyecto ?solo quedó en proyecto porque al final no lo hizo- de traducir a otros autores griegos, como "La Odisea" de Homero, "La Teogonía" de Hesíodo ó "Las Siete Tragedias" de Esquilo, estas últimas, en colaboración con el escritor y filólogo cántabro Marcelino Menéndez Pelayo?
Todo esto como apuntó el hispanista y escritor británico Gerald Brenan hizo y le sirvió a Valera para ser considerado el mejor crítico literario del siglo XIX, después del cántabro Menéndez Pelayo. Todo esto le sirvió para adquirir no solo una amplia cultura y conocimiento de los clásicos grecolatinos sino también para aprender otros idiomas como el francés, italiano, inglés y alemán.
Segunda pincelada ? El Valera iberista
La segunda de las pinceladas valerianas en esta noche de San Juan, pasan por el destacado papel que como iberista, defensor de la unión de España y Portugal, tuvo el insigne egabrense, no solo por el conocimiento que de estas sociedades tuvo por su labor como agregado en la Embajada de España en el Portugal de 1850 y luego como embajador en 1881, tras estar al frente de la embajada en el Brasil de 1851 a 1853, sino también por el conocimiento adquirido de la cultura y la lengua portuguesa que le llevó a defender la introducción de lusismos antes que galicismos en la lengua española, sino porque llegó a considerar que la lengua portuguesa y la española eran "dos formas de un mismo idioma". Así lo expresó en la publicación bilingüe que en 1855 promovió, la "Revista Peninsular" y también en "El Contemporáneo".
El iberismo de Valera, contrario hasta lo que unas décadas antes algunos círculos herederos del espíritu absolutista y del Antiguo Régimen habían entendido, el ejercer una posición de fuerza para por la vía militar anexionar Portugal, se acrecentó tras su paso por la legación diplomática de Río de Janeiro pues de ese encuentro con la cultura americana, incrementando aún más su convicción a mantener estrechos vínculos a nivel cultural y político entre las naciones hispanas y lusas que hicieron que se le calificara ya incluso en su época como el mayor lusófilo español del siglo XIX y que incluso le llevó a incorporar a su iberismo peninsular el valor de Lusofonía, difundiendo la literatura brasileña en España e incluyendo reflexiones optimistas antropológicas sobre el mestizaje iberoamericano y sobre los orígenes del pueblo ibérico, que hacen que se le pueda considerar como un pionero del iberoamericanismo, aspecto este en el que no me quiero detener pero que daría para una cuarta pincelada en esta noche valeriana.
El egabrense incluso, durante el Sexenio Revolucionario se encontró junto a los liberales progresistas que abogaban por una monarquía constitucional tras ser destronada y abdicar Isabel II, al plantear la posibilidad de una Unión Ibérica, de España y Portugal, de tipo dinástico, llegando incluso a considerar que el candidato más adecuado al trono español era Fernando de Coburgo, padre del rey portugués Luis I, para que a la muerte de aquel el trono español pasara al rey portugués. Una propuesta que el de Coburgo desechó cuando en 1869, Fernando de los Ríos fue a Lisboa para ofrecerle el trono y no aceptarlo por los disturbios y luchas políticas que tendría su candidatura no solo en España sino también en Portugal, al entenderse que de aceptar el trono español, Portugal perdería su soberanía, Negativa que junto a las de otros candidatos, hizo que el príncipe italiano Amadeo de Saboya se convirtiese en Rey de España al aceptar la propuesta en 1870, aunque ni tres años después, en febrero de 1873 abdicó tras verse aislado políticamente por aquellas disputas que el padre del rey portugués vislumbró y que condujo a la proclamación de la I República Española, lo que propició el aumento de los contactos entre los federalistas españoles y portugueses.
De hecho, en esa visión de la necesidad de tener una relación armoniosa de España con Portugal, Valera entendía que había que derribar esa gran desconfianza mutua entre ambas naciones para tener un acercamiento político pues en una posible unión política los portugueses temían verse como un pueblo conquistado; mientras que, por el lado de los españoles, había notado la intransigencia en mantener un poder centralizado en Madrid, lo que precisamente reforzaría ese miedo de los vecinos. Para Valera, la unificación política de la Península, que tuvo lugar a finales del siglo XVI, habría continuado si la dinastía austríaca hubiera tenido la visión de trasladar la capital de España a Lisboa, como también apuntó en una carta enviada desde Portugal a su amigo Estébanez Calderón.
Y es que el iberismo de Valera estaba muy alejado de la idea de anexión como dejó reflejado en su obra de 1861 titulada "España y Portugal".
En las páginas de esa su obra se puede leer que "la gloria de España es un complemento de la de Portugal, y la de Portugal de la de España; no se limitan, no se dañan, y sí se complementan". (...) "Por esto son los portugueses, aunque se hagan violencia para ser lo contrario, bastante más ibéricos que nosotros. Pero el iberismo nace del orgullo y del amor de la patria, y combatir en ellos estos nobilísimos sentimientos es combatir el iberismo". (...)
En suma, decía Valera, "nosotros no pedimos la fusión, ni la unión política de ambas naciones, pero anhelamos su amistad: y no queremos ir hacia Portugal para unir con violencia su destino a nuestro destino, sino que deseamos ir, como los novios que van a vistas, a fin de conocerse y tratarse y a fin de considerar si les tiene cuenta o no un enlace medio proyectado. Bien puede ser que les tenga cuenta, bien puede ser que se enamoren y se casen: más, aunque así no suceda, si ellos son buenos y están dotados de estimables prendas, no podrán menos, con el trato, de llegar a ser, cuando no esposos, íntimos y leales amigos. Esto, y nada más, es lo que nosotros deseamos por ahora: y nada nos lisonjeará tanto cuanto saber que los portugueses sienten y piensan de nosotros, lo que nosotros de ellos, en cuya alabanza repetimos con toda sinceridad aquellas palabras de Plinio el joven a Cornelio Tácito, que el Sr. Freire de Carvalho con razón y sin jactancia alguna aplica a sus compatriotas. «En verdad que reputo afortunados a aquellos hombres, a quienes los dioses por su alta munificencia concedieron, o practicar acciones dignas de ser escritas, o escribir obras dignas de ser leídas, y a los que reúnen en sí ambas excelencias los reputo afortunadísimos."
Unas reflexiones que con el paso de los años fueron en cambio evolucionando en el último tercio del siglo XIX hacia planteamientos radicalmente opuestos que quizás por su carácter utópico e irrealizable, le hicieron a Valera caer en esa serie de tópicos que de los portugueses se tienen al no verse cumplidos entonces. Aunque ahora a tan solo dos años del bicentenario de su nacimiento pudiese decirse todo lo contrario, al estar Portugal y España unidas en el ideal de construcción de Europa.
Tercera pincelada ? El Valera abolicionista
Por último, la tercera de las pinceladas valerianas en las que me quiero detener esta noche en la que recordamos a Valera, pasa por la defensa que hizo de la libertad y de la independencia de un ser humano respecto a otro, con su posición decididamente antiesclavista y a favor de la abolición de esa esclavitud que aún seguía vigente en aquella España convulsa y difícil que fue la del siglo XIX y que llegó a conocer de cerca por vez primera en Río de Janeiro, la entonces capital del Imperio Brasileño en donde como embajador de España permaneció entre 1851 y 1853 y que incluso llego a reflejar en algunos pasajes de las cartas enviadas a su amigo el escritor malagueño Serafín Estébanez Calderón, condenando en las mismas, el estado en el que se encontraban y vivían los esclavos.
Y es que si bien la esclavitud, institución jurídica en la cual una persona era propiedad de otra, había llegado a su término y prohibición en 1837 en la España peninsular, no así había sucedido en las tierras españolas de ultramar al pervivir hasta el 22 de marzo de 1873, fecha en la que se aprobó la ley, que la prohibía en Puerto Rico.
En el caso de Cuba, aquí se tuvo que esperar unos años más y no fue hasta la definitiva abolición con la promulgación de la ley del 13 de febrero de 1880 por Alfonso XII y el Real Decreto del 7 de octubre de 1886, por el que quedaron libres los 30.000 esclavos que aún quedaban en aquellas tierras del Caribe.
En ese contexto de aquella España, la última nación europea en la que aún se mantenía la esclavitud en sus colonias, la Sociedad Abolicionista Española, fue fundada en diciembre de 1864 en la Academia de Jurisprudencia de Madrid por el puertorriqueño Julio de Vizcarrondo (1829-1889) y a la que junto al egabrense, hoy aquí homenajeado, se sumaron intelectuales y políticos de tendencia demócrata, monárquicos y republicanos como entre otros Salustiano de Olózaga, Segismundo Moret, Manuel Becerra, Práxedes Mateo Sagasta, Nicolás Salmerón, Emilio Castelar, Estanislao Figueras y José Echegaray, alzando su voz en favor de los oprimidos esclavos africanos que allí trabajaban en haciendas e ingenios como bien recordaban entre otros autores, el profesor Manuel García-Castellón en su trabajo sobre la "Influencia krausista en el abolicionismo español del siglo XIX: la Sociedad Abolicionista Española (1865-1887)".
Una voz crítica e incómoda para el poder establecido la de aquella Sociedad Abolicionista Española, que no duró mucho ya que apenas un año después de su creación, el gobierno del general Narváez, el conocido como "El Espadón de Loja", ordenó su cierre, aunque la Revolución de 1868 posibilitó su recuperación.
Valera, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Abolicionista Española y activo colaborador de su fundador, el mencionado portorriqueño Julio Vizcarrondo, así lo dejó bien reflejado en algunos de sus escritos como por ejemplo en el que publicó el 28 de marzo de 1873 en la Revista Política al expresar que "la prueba de patriotismo que dio anoche la Asamblea ? el Congreso de los Diputados- cerrando sus sesiones, confiando en el Gobierno y ofreciéndole su apoyo, y la decorosa transacción con que todos los representantes hicieron posible el votar, como votaron, por unanimidad, la abolición de la esclavitud en Puerto Rico, son de feliz augurio".
Para todos los miembros de la Sociedad Abolicionista Española, en su mayoría de filiación e inspiración krausista, la redención del esclavo era la primera de las modificaciones que había de sufrir el régimen de los territorios de Ultramar, si no se quería que peligrara la soberanía española y para lo que alzó su voz en favor de los oprimidos esclavos africanos que allí trabajaban. El krausismo, la doctrina neokantiana del filósofo alemán Carl Christian Friedrich Krause de finales del XVIII y principios del XIX, tenía un fondo eminentemente moral y regenerador en el que predominaba la razón ética en cuanto a la perfectibilidad del hombre y las sociedades instando al individuo a una virtud altruista y racional, de base judeo-cristiana, acentuando la unidad social y la solidaridad frente al egoísmo y el lucro y para lo que propugnaba la educación de las masas, los derechos de la mujer ?en especial el derecho al voto? el trabajo organizado, el derecho internacional, la transparencia moral en la vida pública y privada, así como el control gubernamental en los asuntos sociales y económicos, sin que por ello la doctrina se mostrase como una corriente revolucionaria.
Una labor la de la Sociedad Abolicionista Española de la que Valera fue su vicepresidente que se tradujo no solo en la creación de secciones en Sevilla, León, Barcelona y Zaragoza; sino también en la de difundir y propagar la causa a través de publicaciones periódicas como "El Abolicionista Español" y la "Revista Hispano-Americana".
La Sociedad Abolicionista Española se disolvió en 1886 al considera alcanzados todos sus objetivos con la prohibición en Cuba de la esclavitud.
Luego en el mundo, en 1888 llegaría la penúltima abolición al decretarse el 13 de mayo la Ley Áurea e instaurarse mediante un decreto por la hija del emperador Pedro II de Brasil, la princesa y regente Isabel de Braganza.
La última prohibición oficial llegaría en el año 1963 cuando se decretó en Arabia Saudí, aunque ello no significa que siga existiendo en muchos rincones del planeta, como algunos países de África, América y Asia e incluso Europa donde aún en esas mal llamadas "nuevas relaciones laborales" viven según la Fundación Walk Free, Camina Libre, de 9 a 27 millones de hombres, mujeres e incluso niños, sometidos a horas de trabajo interminable, sin apenas derecho a lo más elemental y también a través de la trata de blancas. Una nueva esclavitud donde aquí seguramente de vivir Valera, de nuevo su voz alzaría.
Reflexión final
Quiero ir concluyendo, haciendo una serie de reflexiones para reivindicar a través de estas pinceladas la figura de ese Valera que más allá de escritor, político y diplomático fue todas esas cosas y otras muchas más de las que en todos estos años, les han ido hablando tanto desde esta tribuna como desde otras y que hicieron de él, el escritor más cosmopolita y culto de su tiempo.
Como bien expresa la profesora María Remedios Sánchez García, profesora del Departamento de Didáctica de Lengua y Literatura de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada y que por su obra "Juan Valera en la encrucijada. Pensamiento, estética e ideología en la Literatura del siglo XIX" recibió aquí mismo en el año 2001 el Premio Valera, éste era "muy valorado por las generaciones más jóvenes en su tiempo, porque fue un intelectual completo, un polígrafo brillante y lleno de matices y que sin embargo, al no seguir una tendencia estética dominante, ya que no era realista ni naturalista ni todo lo contrario como lo fueron Benito Pérez Galdós o Leopoldo Alas Clarín entre otros, y porque Valera fue simplemente Valera, pasó a ocupar una segunda línea en la Historia de la Literatura Española, por detrás de aquellos.
Un hecho que lógicamente como señala esta profesora y Premio Valera "ha pesado en la falta de un reconocimiento más popular, más de masas, que no le ha faltado en cambio a los amantes de la literatura exquisita y cuidada que siempre han apreciado su obra y por lo que ha perdurado en el tiempo", haciendo por tanto ahora falta "acercarlo debidamente a las nuevas generaciones porque, si ya resulta atrayente su obra, si además aportamos unas pinceladas de su fascinante biografía, nos encontramos con un personaje tan seductor que entusiasmará al público más general".
A la obra de Valera y al propio Valera le falta sólo ese gran empujón que otros muchos especialistas e investigadores en años anteriores fueron con su trabajo dándole, caso de la recordada profesora del IES Aguilar y Eslava, Matilde Galera; el crítico literario granadino de la Generación del 27, José Fernández Montesinos; el hispanista estadounidense Cyrus de Coster o el profesor e historiador de la Literatura Española, el burgalés Leonardo Romero Tobar, entre otros muchos.
Y por eso cuando precisamente también hoy 24 de junio, se cumplen 15 años de la firma que en este parque Alcántara Romero se hizo para constituir la Fundación Cultural Valera para fomentar la difusión del conocimiento de la vida y obra del egabrense, reivindicar su importancia como uno de los mayores exponentes de la Literatura Española y mejorar la dotación del Centro de Estudios Valerianos, es por lo que en esta noche especial de San Juan pido que la magia sirva para darle a Valera, ese empujón necesario para sacar lo máximo de esa joya que en bruto aún tenemos y que no hemos sabido o no hemos tenido ocasión de pulir al objeto de sacarle todo el brillo posible y hacerla resplandecer al cien por cien y más, cuando estamos todavía a tiempo y tenemos una ocasión espléndida que tendrá lugar dentro de dos años, el 200 aniversario del nacimiento del ilustre que hoy aquí homenajeamos y recordamos.
Valera es una joya que tenemos junto a otras que en Cabra hemos tenido, tenemos y seguro que seguiremos teniendo en un futuro no solo en el campo cultural y artístico, sino también en otros esos muchos campos que seguro, están ahora pensando. No tenemos en Cabra nada más que lo que tenemos y por eso, aprovechémoslo y saquémosle todo el brillo y fruto posible.
Se, que es su deseo y que lo harán, no me cabe la menor duda, pero sepan que no sólo es responsabilidad de los que la tienen y que esta noche aquí se encuentran, sino porque es responsabilidad de todos los que en Cabra bebemos el agua de la Fuente del Río, porque si dentro de cien años, queremos que los que nos sucedan, estén aquí hablando no sólo de Valera, sino también de eses otros muchos egabrenses que con su trabajo y aportación, hicieron de Cabra, una ciudad más grande en todos los sentidos, tenemos obligación todos de hacerlo.