Manuel GUERRERO CABRERA: La Estrella de la canción, Madrid, M. A. R. Editor, 2024.
En los diez libros de sus maravillosas Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, a propósito de la cual Montaigne lamentaba que no hubiésemos conservado una docena de obras similares, el erudito griego Diógenes Laercio, del siglo III d. C., recogió infinidad de datos biográficos, anécdotas y referencias a las ideas de multitud de filósofos de la Antigüedad. Dentro del cuarto libro, dedicado a los continuadores de la Academia de Platón, menciona a un tal Jenócrates, filósofo al que le dio por escribir elegías con poco éxito. El ejemplo de este fracaso le lleva a ofrecer una sugerente reflexión con carácter general: «Es algo singular que los poetas que se lanzan a escribir en prosa lo consigan, mientras que los escritores en prosa que se aficionan a la poesía fracasen» (1) . No es este el lugar para que alguien tan indocto como yo se posicione al respecto, aunque puedo traer a colación a mi paisano Juan Valera, a cuya inicial vocación poética siguió el éxito en la novela y el género epistolar, ambos en prosa. Y es también el caso de un lucentino -aunque a estas alturas casi más egabrense- que ha defendido en repetidas ocasiones el reino de la musa Erató y la causa de la lírica, y al que ahora, sin embargo, les invito a acercarnos en cuanto a prosista. Les hablo de mi fiel amigo y magnífico escritor Manuel Guerrero Cabrera.
Nuestro hombre es un autor inquieto, que se reinventa en nuevos temas y géneros. Profesor de Lengua Española en uno de los institutos de educación secundaria de más solera de Andalucía, ha publicado desde muy joven varios poemarios, desde sus iniciales, clásicos y apasionados El desnudo y la tormenta (2008), Loco afán (2011), o El fuego que no se extingue (2013), siguiendo con obras en las que explora nuevas facetas, sean la paternidad en Las salinas del aliento (2015), la relación de las letras con el conocimiento científico en La ciencia de estar contigo (2017), o lo femenino en El mismo mito, la otra voz (2020). Pero Manuel Guerrero también ha practicado el relato y el ensayo, este último consagrado especialmente a su admirado Carlos Gardel. No queremos, desde luego, agotar su trayectoria creadora ni al posible lector de estas líneas, así que no abundamos en más ejemplos. Pero sí hemos de terminar hablando de la obra que aquí nos cita, avalada por el Noveno Premio Alexandre Dumas de Novela Histórica: La Estrella de la canción, aparecida este año 2024.
En este libro, Manuel Guerrero reconstruye los inicios y el esplendor de la carrera artística de otra de sus cantantes dilectas de las primeras décadas del siglo XX. El escritor ha apuntado bien alto, pues se trata nada menos que de la sevillana Estrellita Castro (1908-1983), la exitosa artista -que los más veteranos quizás evoquen con el inconfundible caracolito en el pelo que mantuvo hasta el final de sus días- fue la creadora de la canción andaluza, a su vez origen de un género tan exitoso como la copla española, si bien también se atrevió con estilos como el pasodoble, el tango y el flamenco. ¿Quién de entre los nacidos en las postrimerías de la pasada centuria no recuerda aún la melodía y parte de la letra de piezas tan emblemáticamente suyas como María de la O, La morena de mi copla y Mari Cruz?
No obstante, lo que sí habremos olvidado será, probablemente, la pequeña gran historia de su trayectoria artística. Pero es esto precisamente la que reconstruye Manuel Guerrero en su novela, ambientando su obra en los años que van de 1921 a 1936, del amanecer artístico de Estrellita, todavía una niña, hasta su necesaria huida de un Madrid en guerra civil. Y para ello ha recurrido incluso a noticias rescatadas por él mismo de la prensa de aquella época, lo que le ha permitido conocer cosas tan curiosas como que fue Estrellita la primera mujer artista que llegó a actuar en tres teatros distintos en una sola noche.
Los quince años que encuadran la novela marcan el orto y el apogeo de una cantante. Son quince años que el autor recrea con profundo conocimiento de la biografía de su protagonista y con gran protagonismo de otros individuos cercanos a ella, en particular de Antonio, el joven que se enamora al verla actuar, todavía niña, en la Feria de Abril de Sevilla; y de Jaime Cubedo, el anarcosindicalista que se convierte en su representante. Sobre estos personajes centrales se desarrolla una rica trama, donde comparecen personalidades de la época, cantantes y compositores, teatros madrileños y, de fondo, la conflictividad social de aquel tiempo, el movimiento obrero y en particular el anarquista, pero también la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República y, finalmente, el estallido de la guerra civil.
Aunque, si hay un motivo definitivo para leer esta novela, no se encuentra en la historia que vayamos a aprender sobre Estrellita Castro, pese a que esta será mucha y hasta de primera mano. Pero eso no basta. Como toda obra literaria, nos interesa la experiencia artística de la lectura. Y, en esto, Manuel Guerrero hace buena la sentencia de Diógenes Laercio. Nuestro poeta se asoma, ya desde las primeras páginas, como un magnífico prosista, que maneja la lengua con la maestría de alguien que combina talento y décadas de abnegada dedicación. Las complejidades y sutiles combinaciones que requiere el verso son quizás las que le han dado la maestría y el dominio que ejerce ahora sobre su prosa. Y, aunque sea mi amigo, o aunque no lo fuera, he decir lo que he visto y sentido, por aquello de que la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. Y la verdad es que el lector disfrutará con esta novela, que desprende un aroma a nuestros clásicos de los siglos XIX y XX. La riqueza del léxico y de la expresión, y la ventaja con la que la forma se aúna al desenvolvimiento de la trama, hacen de esta lectura un auténtico placer que no puedo dejar de recomendar a todo degustador de novelas, sean amigos, o no lo sean.
(1) Diógenes LAERCIO: Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, Madrid, Alianza, 2013, p. 222. Traducción de Carlos García Gual.