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REFERENCIAS A LO LUCENTINO DESDE LA PRENSA Y LA LITERATURA EGABRENSE, EN UNA COLABORACIÓN DE ANTONIO SUÁREZ CABELLO.
BAJO EL MISMO CIELO. lucena-cabra, cabra-lucena - Escrito por:
Antonio Suárez Cabello, que trabaja actualmente en una reconstrucción de la vida literaria del egabrense José Juan Delgado Fernández de Santaella, nos ofrece esta colaboración sobre las referencias a las fiestas aracelitanas, que tienen lugar estos días, a la Virgen de Araceli y a Lucena, en la prensa y en la literatura egabrense. Desde Juan Valera a las noticias de LA OPINIÓN digital, las referencias a la Virgen de Araceli, aún siendo puntuales, son una constante literaria y periodística. El título de la colaboración es el de un poema de PEPE DELGADO, que publicó EL POPULAR el 27 de abril de 1960: ”Bajo el mismo cielo”, el que hace hermanas a Cabra y a Lucena.
“Bajo el mismo cielo”
(Lucena-Cabra, Cabra-Lucena)
Antonio Suárez Cabello
Estando actualmente repasando la prensa egabrense (La Opinión y El Popular) de los años cincuenta y sesenta, intentando localizar, en esas fechas, algunas referencias del poeta local José J. Delgado (1920-1991) que me sirvan para reconstruir la vida literaria del escritor y me orienten en la edición de sus poemarios inéditos, me encuentro en ambos periódicos egabrenses referencias puntuales a las Fiestas Aracelitanas. Referencias que son ilustradas con la imagen de la Patrona lucentina.
Son muchas, a lo largo de la historia, las reseñas a lo lucentino desde la prensa de Cabra o desde otro tipo de soporte material. El propio Valera no fue ajeno a estas menciones en sus novelas. El insigne escritor pone en el cuello de la protagonista de Genio y Figura (1897) una medalla de la Virgen de Araceli. Rafaela, uno de los personajes, según Andrés Amorós, “más atractivos, sin duda, de toda la galería -¡tan rica!- de mujeres” valerianas, nos dice en un pasaje del texto: “Por dicha llevaba yo, pendiente del cuello en una cadenita de oro muy sutil, una pequeña medalla de plata, representado la Virgen de Araceli, patrona de la ciudad de Lucena”. Medalla que conservaba como único recuerdo de su madre.
Juan Soca (1890-1971), “una vida para un pueblo” como señala José Pérez; poeta del corazón, excelente prosista, dramaturgo, articulista y crítico, cuyo nombre lleva la Biblioteca Municipal, también tuvo en su creación lírica versos para Lucena y la Virgen de Araceli. De su poema “Sol de la cumbre” extraemos los siguientes octosílabos:
El puro sol de la cumbre
ha bajado de la Sierra.
Es la Virgen de Araceli.
Vestida de novia llega
a colmar de bendiciones
a sus hijos de Lucena.
Otro poeta egabrense de la generación de Soca y firmante del manifiesto ultraísta, Pedro Iglesias Caballero (1893-1937), elogiaría a la mujer lucentina en las páginas de El Imparcial, del que era asiduo colaborador, así como de ABC, Blanco y Negro, La Esfera, etc. De su poema “Seguidilla de Lucena” es esta estrofa:
Araceli te dicen por la serena
claridad de tus ojos y por morena;
que aras del cielo
son tus ojos violetas de terciopelo...
Pero nos detenemos en el poema “Bajo el mismo cielo” (El Popular, 27 de abril de 1960) de José J. Delgado (Pepe Delgado), cuyos primeros versos utilizó el poeta, años más tarde, en la presentación del Grupo Poético Egabrense Manantial en el salón de plenos del ayuntamiento de Lucena, un 27 de febrero de 1988, y que sirvieron de introducción al recital “Lorca al filo de la noche”:
¡Ay, Lucena, bronce vivo!
¡Ay, Cabra, de mis entrañas!
Cabra hermana de Lucena,
Lucena hermana de Cabra,
con iguales horizontes
que rematan casas blancas.
En su romance el poeta refiere el paisaje lucentino de “olivos y más olivos”, deteniéndose a continuación en describir a la mujer lucentina:
Morenas las de Lucena,
garbosas y bien plantadas,
y ojos negros que derriten
tan sólo con sus miradas
a mocitos andaluces,
agitanados de cara,
que se cubren sus cabezas
con sombreros de ala ancha.
En otro momento del poema, el poeta, emocionado por la belleza lucentina, hace que, en ocasiones, la confunda con la de la Patrona:
Tienen por nombre Araceli
y tal fuego en la mirada
que a veces yo las confundo
con la que habita en el Aras.
No es ajeno Pepe Delgado a incorporar en sus octosílabos el tema de una de las letras más populares del fandango lucentino, y que tan magistralmente interpretó Cayetano Muriel Niño de Cabra, cantaor determinante en el conocimiento y conservación del fandango de Lucena, en palabras de Paco Calzado y de otros muchos:
No lloran ni tienen pena
porque Araceli se llama
la patrona de Lucena...
Antes de pasar a describir a la mujer egabrense (la que tiene unos ojos tan profundos “como la Sima de Cabra”), el poeta pregona al viento la hermandad de las dos ciudades grabada en su corazón:
¡Ay, Lucena, bronce vivo,
hecha velón y guirnalda,
mi voz pregona en el viento,
desde la ciudad hermana,
que yo te llevo metida,
junto a Cabra, en mi alma!
El poeta confesaba que había sentido a Lucena como algo suyo por sus continuas idas a las Fiestas Aracelitanas y a la Semana Santa, acrecentando sus amistades en la “ciudad hermana”. En el poema “Bajo el mismo cielo”, del que hemos recogido algunos fragmentos, Pepe Delgado ha tratado de fundir líricamente, como dice en sus últimos versos, las aguas claras y transparentes de Cabra con el bronce vivo y encendido de Lucena.
Bajo el mismo cielo parece estar la siguiente letra de exaltación a la Virgen, recogida por Paco Calzado en su libro Los fandangos de Lucena:
Virgen de la Sierra en Cabra,
la de Araceli, en Lucena;
Virgen de la Sierra en Cabra;
son dos hermanas gemelas
que nadie puede igualarlas.
Valera, en su artículo costumbrista La cordobesa (1872), se pregunta, a propósito de la idiosincrasia de la mujer de nuestra provincia, qué sería de no contar con ellas en los temas festivos-religiosos: “¿habría romerías tan alegres como la de la Virgen de Araceli y la de la Virgen de la Sierra de Cabra?”. Otra vez Lucena y Cabra, Cabra y Lucena; Araceli y Sierra, Sierra y Araceli bajo el mismo cielo, como el poema de José J. Delgado.
Volviendo a la intervención de Pepe Delgado en la presentación del recital de Manantial, insistía el poeta (aunque el tema no fuera lírico) en la necesidad de que las dos ciudades aunaran esfuerzos para conseguir un mejor bienestar. Eso sí, dejaba claro las diferencias que separan a los dos `pueblos: “me refiero –decía- a nuestras patronas. la Virgen Santísima de Araceli y la Santísima Virgen de la Sierra, sin que nos hayamos parado a pensar –proseguía- que, si profundizamos un poco, las dos son advocaciones que inundaron nuestros corazones, los nuestros y los de todos los que fueron y serán, pero cuyo nombre verdadero es el de María, la mismísima Madre que Dios nos diera desde la Cruz”.
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