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El manto verde de la Virgen de la Sierra

07.09.12 - Escrito por: Antonio Ramón Jiménez Montes

El año 1912 la II Vizcondesa de Termens, Carmen Giménez Flores, regalaba a Ntra. Sra. de la Sierra, a través del Ayuntamiento, una serie de joyas y un manto de terciopelo verde bordado en oro para el ajuar de la Patrona de Cabra. La venerada y milagrosa imagen de Ntra. Sra. de la Sierra, de la que se declaraba muy devota la Vizcondesa, lució dicho regalo (manto, saya, corpiño y vestido del niño) en la procesión solemne del 8 de septiembre de aquel año, fiesta de la Natividad de la Virgen y solemnidad de la Virgen de la Sierra. Este año 2012, al cumplirse el centenario de aquel presente y tras las tareas de conservación llevadas a cabo en el manto (y también en la corona, rostrillo y peto de la imagen), la "Palomita de la Cueva", como se llamó en numerosas ocasiones a la Virgen de la Sierra desde las páginas de La Opinión, volverá a lucir este elegante conjunto el Día de la Sierra.

De la misma forma que tenemos información detallada de la donante, de la entrega y de los elementos que regaló, desconocemos o carecemos de información alguna sobre la realización del conjunto. A diferencia de otros mantos, cuya autoría sí que tenemos identificada y claramente documentada, de este verde de la Vizcondesa, curiosamente no tenemos nada. Digo curiosamente pues no es normal en Carmen Giménez Flores que no haya documentación acerca de alguno de sus encargos. Pudiera ser que dicha documentación, de haber existido, se haya perdido. Está claro, como hemos podido comprobar en otros muchos aspectos de la vida de la Vizcondesa, que debió firmarse contrato, recibo del pago o cualquier otro documento que nos hablara del origen de tan exquisitas piezas del ajuar de la Virgen. Pero en esta ocasión no tenemos o desconocemos documentación alguna.

Nos planteamos por eso, algunas posibilidades para acercarnos, aunque sea a modo de hipótesis, al origen y lugar en el que se hicieran este conjunto de piezas de terciopelo "de Lyon" verde con bordados en oro.

Digamos algo, en primer lugar, referente al material usado para la confección del conjunto; se habla -como es costumbre en otras ocasiones- de terciopelo "de Lyon". Es bien conocida y afamada la tradición textil de esta importante ciudad francesa, cuya primera manufactura de "paños de oro y seda" fue implantada por Luis XI de Francia en el siglo XV. Sería bajo el reinado de Francisco I cuando comenzó realmente la industria de la "seda" de Lyon, con la puesta en marcha de los primeros talleres por tejedores de seda italianos. El barrio de los Tejedores (Croix Rousse) de Lyon y los museos en torno a esta historia son fiel reflejo de las labores que a lo largo de los siglos han hecho famosa la seda de Lyon. Así la primera cuestión que nos planteamos es que, si de Lyon es famosa su seda, sus adamascados tejidos, su forma de tejer, no así el terciopelo, por lo que dejamos abierta una primera pregunta: ¿de dónde viene realmente el terciopelo "de Lyon", tan apreciado entre los cofrades?.

Tras esta cuestión surgida buscando documentación sobre el citado terciopelo, el siguiente dato que nos interesaba es el posible taller o quizá convento en que pudo haberse realizado la confección y el bordado del manto y resto de piezas. Digamos que en esos años la importante producción que habían tenido tanto el convento de las Dominicas de Cabra (desaparecido tras la desamortización) como el monasterio de Agustinas Recoletas que se mantuvo, habían disminuido y pocas piezas tenemos documentadas en esos primeros años del siglo XX. Nos consta la existencia desde finales del siglo XIX de algún taller egabrense del que salieron obras destacadas, que pudieron ser realizadas por religiosas y religiosos exclaustrados. Algunas piezas como la túnica de Jesús Preso, el manto y estandarte de la Virgen de los Dolores, el terno de seda blanca de la Parroquia de la Asunción, entre otros destacados, pudieron salir de ese supuesto taller en el que un exclaustrado franciscano (capuchino) se encargaba de los diseños y antiguas religiosas dominicas, ya exclaustradas, de los bordados. Incluso el manto de la Virgen Nazarena de Córdoba, del que conocemos el nombre de la bordadora egabrense podría estar relacionado con un taller de este tipo y de esas fechas. También se habla de la túnica del Preso como "bordada por un grupo de señoritas y señoras egabrenses", sin más datos. Y no tenemos ninguno del manto de la Virgen de los Dolores y de su estandarte, (que como sabemos tiene hoy la Virgen de los Remedios). Todas estas piezas pueden estar realizadas entre 1890 y 1920, pero que sepamos, tampoco hay otra constancia documental que referencias en prensa o en algún libro de actas de las cofradías mencionadas, sin más detalles.

La II Vizcondesa de Termens era una mujer que se movía perfectamente en todos los ambientes y en no pocos lugares del mundo, por lo que no tuvo porqué encargar este manto de la Virgen de la Sierra en Cabra, ni tampoco en un convento de religiosas, aunque no podemos descartarlo. No obstante diremos que ya en esas fechas, la influencia en los bordados del sevillano Manuel Rodríguez Ojeda es de tal calado, que la evolución posterior de estas artes menores -por así llamarlas - de las cofradías, no escapa al estilo y diseño que marca tan ilustre sevillano cuya estela y recuerdo se mantiene en pleno vigor. Y si nos fijamos en el estilo de los bordados e incluso de la confección, no parece que tenga nada que ver con la producción que se hacía en los importantes focos del bordado de la época en los que la II Vizcondesa podría perfectamente haber hecho el encargo. Por tanto no nos inclinamos por esta opción y así nuestra primera hipótesis sería que quizá el supuesto taller egabrense de "señoras y señoritas" podría haber realizado el conjunto verde de la Virgen de la Sierra.

Esta atribución a un posible taller egabrense de la época podría afianzarse si comparamos el trabajo con otros de la época, como el manto rojo de la Virgen de Araceli, bordado en 1906 en Sevilla por Silva; o con algunos trabajos de las Adoratrices de Málaga que tienen numerosos trabajos en esos años (algunos perdidos en la guerra civil), con los que no podemos establecer alguna similitud; como no las hay con trabajos del taller de Patrocinio López que tuvo gran difusión a finales del XIX desde su taller sevillano, del que salió entre otros el manto de la Virgen de Montserrat de Sevilla que podría compararse en diseño con este de la Virgen de la Sierra. La casa catalana de Cayetano Ros e hijos podría ser otro de los posibles talleres en los que se encargaran estas piezas si bien, no tenemos más datos que un estandarte y un manto de la Semana Santa de Totana (Murcia).

Continuando con la búsqueda de posibles datos, hay algunos hechos que no podemos en absoluto obviar y que, al contrario, hemos de tener muy en cuenta. Detengámonos en la situación personal en la que se encuentra por aquellos años Carmen Giménez Flores.

No es baladí ver qué pasaba con la II Vizcondesa de Termens en estos años. La biografía de Salvador Guzmán recogida, entre otros trabajos, en su libro "La Infantona" nos sirve para detenernos en el año 1907, en que se inicia el expediente para la rehabilitación del título de VIZCONDE DE TERMENS. El proceso, que no es breve ni tampoco sencillo, concluye con la expedición del título de sucesión a favor de nuestra paisana en 1909, fecha en la que se convierte en heredera del mismo y comienza a conocerse como II Vizcondesa de Termens, con todos los derechos inherentes al título (y con todos los inconvenientes que también hubo de soportar por parte de sus más acérrimos enemigos y enemigas). Será el 10 de enero de 1910 cuando el rey Alfonso XII le concede el privilegio de usar las armas de su título, lo que supondrá una intensa difusión de las mismas por parte de la flamante noble egabrense.

Nos consta que al menos entre 1910 y 1915, la II Vizcondesa de Termens tuvo residencia y de hecho residió temporadas en París. La casa número 48 de la Rue Spontini se convierte en uno de los elementos de ostentación de Carmen Giménez en la capital francesa y en la que, con todos los derechos, hace gala de sus armas y escudo que coloca en la fachada de tan singular edificio. En esos años parisinos, recién conseguida la herencia del título de Vizcondesa, se presenta en sociedad con todos los honores y tras un período en el que se ha hecho a sí misma, contando ya con una gran experiencia y pudiendo codearse con las más altas alcurnias de la aristocracia y burguesía acaudalada de Europa. Posará para el más afamado fotógrafo del momento, Leopold E. Reutlinger; acompaña al infante Antonio de Orléans a no pocas fiestas y representaciones oficiales. Es decir, está en la cresta de la ola del París de principios del siglo XX.

Es lógico que, en esa tesitura personal, estuviera en contacto con la moda parisina de los años 10 y 20. Algunos de sus más exquisitos modelos, que conocimos gracias a su sucesora, Mercedes Von Schimterlöw, III Vizcondesa de Termens, (en cuya casa de la calle Álamos compartí historias y conocí elementos que forman parte de esta historia singular y atractiva), provenían de las más afamadas casas parisinas de costura. Eran modelos que nos confirman que estuvo en contacto con las mejores casas de moda de París.

Aparece pues, una segunda hipótesis para el origen del conjunto verde de la Virgen de la Sierra. La moda de París está influida en esa época por algunos elementos que creemos tienen que ver con este conjunto. En primer lugar, desde 1902, "la decadencia de la seda fue una evidencia, siendo sustituida por la lana y el terciopelo". Y a partir de 1911, se recupera la moda Directorio e Imperio, "no solo recuperando la línea, sino también los motivos en el estampado de los tejidos".

Entre 1910 y 1912 surgen algunos de los talleres más importantes de la moda en París, como el de George Barbier, Poiret, Paquin, Lucile, Fortuny, Lanvin, entre otros muchos. La influencia de Worth, que había trabajado para la emperatriz Eugenia de Montijo, también se deja sentir en la moda cortesana del momento. Moda que, como hemos dicho, pensamos estuvo en contacto directo con la II Vizcondesa de Termens en su etapa parisina y de la que surgirá, entre otros, el español Balenciaga.

Si nos fijamos en el corte de los paños del terciopelo verde, se trata de un ancho "sencillo", cosido sin buscar forma alguna sólo para conseguir una pieza sobre la que cortar el modelo para el manto. Esta forma de unir los paños es más propia de talleres de costura que de los específicos para realizar mantos o incluso en la forma de unirlos en los talleres conventuales. Pero además el diseño de las piezas bordadas responde a unos modelos que podemos identificar con los de tipo cortesano y con la inclusión de flores que podrían estar también relacionadas con los deseos de Carmen Giménez de dejar algo de sí misma en el manto. En este sentido como devota de la Virgen del Carmen y de la devoción teresiana, la "Flor del Carmelo" queda en las rosas, jazmines y azucenas que se esparcen por los bordados del elegante terciopelo verde. Hay un poema de santa Teresa de Ávila en que expresamente se dice:

"Vea quién quisiere rosas y jazmines / que si yo te viere, veré mil jardines..."

Eso es lo que vemos en la trasera del manto y en los elegantes picos que, a modo de ikebana bordada, nos ofrecen los paños delanteros y el jubón o saya de la Virgen. Rematados por la azucena que no en balde es el símbolo más antiguo de la pureza y virginidad, atributos de Nuestra Señora.

Creemos también que se trata de un manto que probablemente pudo haberse encargado antes de conocer su sucesión en el título de Vizcondesa de Termens y de saber que podía usar las armas de dicho título, pues de haberlo tenido a tiempo de ponerlo, no nos cabe duda que habría bordado su escudo en el paño de terciopelo verde.

Si comparamos las piezas salidas de los costureros parisinos para las grandes damas de la época, veremos claramente la influencia que apreciamos entre unos y otros modelos. Es cierto que la II Vizcondesa pudo haber encargado el manto en España a través de alguno de sus apoderados, pero conociendo su especial predilección por la Virgen de la Sierra y dado que entonces estaba en París, pensamos que sería probable que ella misma encargara a un couturier parisino, el manto verde y el resto de piezas de este singular conjunto de nuestra Patrona del que se cumplen cien años. Nos inclinamos por una influencia de los mantos cortesanos de coronación, como el de Napoleón o Josefina, pero que también podemos observar en otras cortes europeas: Austria, Inglaterra, Italia y por supuesto Francia o España, como vemos en los mantos de Eugenia de Montijo o Victoria Eugenia de Battemberg.

Finalmente digamos que de haber existido documentación, si estaba incluida en los papeles que tuvo que traer de Francia tras perder la casa de París, pudo haberse extraviado pues de haberse encargado en España difícilmente se habría perdido por el riguroso celo y pudor con que su sobrina-nieta guardó todo el legado en la casa de la Calle Álamos; sirvan como ejemplo los documentos legados a la Biblioteca Juan Soca por el IV y actual Vizconde de Termens, José María Muñiz, en los que encontramos papeles del Santuario de la Sierra de Cabra o el de Gador en Berja, con todo lujo de detalles, facturas, importes, etc. También es de extrañar que no se diga nada de su origen ni en la prensa de la época ni en la documentación que se conserva al respecto.

La belleza y elegancia de este conjunto que lucirá la imagen de Ntra. Sra. de la Sierra este 8 de septiembre de 2012, sigue teniendo la incógnita de su origen. Pero podremos verlo como una muestra más de la devoción que a lo largo de los siglos han profesado a nuestra Patrona tantas y tantas personas, entre las que se ha significado de manera singular la señora Vizcondesa de Termens, la egabrense Carmen Giménez Flores.

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