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Baños de San Juan
11.08.14 - Escrito por: Lourdes Pérez Moral
"Esa nube -decía el 24 de mayo de 1903 el gran Echegaray empleando una metáfora- que allá, en lo alto del cielo, parece indiferente a las cosas de la baja tierra, y sólo preocupada de lucir sus vistosos colores, es la que se deshace, ya en lluvia, para engendrar después los manantiales (...) suprimid las nubes y no más alegres huertas, ni más palpitante vida". Así fue como los baños de San Juan se alimentaron para después jalonar la geografía cordobesa en materia de aguas minero-medicinales junto a los también baños o balnearios de Arenosillo (Montoro), Fuente Agria (Villaharta), Horcajo (Lucena) o Santa Elisa (Espiel) hoy todos en desuso.
Parco según que descripciones, Miñano (1826) sólo hizo mención a "dos baños junto al pueblo, a los que las gentes atribuyen grandes virtudes". Fue entonces cuando el todopoderoso pero siempre asistido Madoz (1846) apuntó: "entre las muchas y frondosas huertas que circundan este pueblo y hacen su terreno fértil y agradable, se encuentra una que contiene un riquísimo manantial de agua medicinal, por las muchas sales que tiene en disolución, y gran cantidad de azufre, de una transparencia extremada y una temperatura bastante fría, lo que la hace provechosa para la curación de diferentes enfermedades". Y continuó avanzando: "el actual dueño de la huerta nombrada del baño de San Juan, D. Alejo Chavarre -empresario foráneo y promotor de la futura casa de Francisco Moreno Ruiz en la calle Álamos- ha mejorado considerablemente en beneficio y utilidad de los que convencidos de la bondad y virtud de estas aguas, acudan a él a buscar la cura de sus dolencias. No ha omitido gasto alguno para conciliar el recreo con la decencia, y al efecto ha cercado dicha finca y ha abierto comunicaciones independientes para los baños de ambos sexos, aumentando con este decoroso objeto otro estanque contiguo, que recibe el agua del mismo nacimiento o cueva de San Juan, el cual se halla unido al anterior, y sólo los separa una pared divisoria". Pasado el tiempo, Albornoz (1909) daría nombre a los dos baños de Miñano: San Juan y Santa Lucía.
Una explotación generosa la de tomar o ingerir las aguas como efectivo recurso terapéutico que, paradójicamente en el plano administrativo, nunca llegó a declarar su utilidad pública pese a las observaciones practicadas por médicos como Valdelvira, Sanginés o García, este último, autor de un manuscrito sin fecha titulado "Colección de casos clínicos de las aguas sulfuro-salinas de la huerta del baño de San Juan de la ciudad de Cabra".
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