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 Sonetos adolescentes 
29.11.21 - Escrito por: Antonio Serrano Ballesteros 
  
 
			 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Repicaré campanas de alegría 
cuando sienta inmediata tu llamada, 
cariñosa sonata deseada 
en la cresta solar del mejor día. 
 
La distancia celeste será mía. 
Prolija, sin dudar, tu voz amada. 
Sin forzar tu quietud desmesurada, 
acercaré hacia ti mi lejanía. 
 
Unidos por las luces y las sombras, 
en el quedo clamor con que me nombras, 
seremos nuevamente sólo un todo, 
 
encarne de la nada en la materia, 
potente fontanal de sabia arteria 
que en espíritu muta cualquier lodo. 
 
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Samaritano, Amor, de tus cuidados, 
tras tu vida errabunda voy sediento 
y espero el agua viva que presiento 
manar de tus jardines acotados. 
 
Inquieto por montañas y por prados, 
el ánimo cansado y polvoriento 
me dice que estás cerca y yo te siento 
solazarte por pagos alejados. 
 
Fatigado me aferro a la esperanza 
y busco un nuevo oasis de ternuras 
por el desierto vil de tu abandono; 
 
y quedo atravesado por tu lanza 
de esquivez con pesares y torturas, 
mientras cantas señor en otro trono. 
 
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Voz de mi amor, y me complazco en ella. 
Y en la nube del tiempo veraz truena, 
y se propaga nítida, y resuena  
por ser voz que se altera y se querella. 
 
Guardaré de su estruendo, que destella, 
el místico fragor con que me llena, 
acústica emoción cordial y buena 
por afable, por cálida y por bella. 
 
Llevaré su sentencia mensajera 
a la curiosidad del nuevo trigo 
que florece de gracia en cada grano. 
 
Que el río de su fama lisonjera 
os cuente sin rubor que yo la sigo 
feliz, por ir cogido de su mano. 
 
 
 
 
 
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