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ANDALUCIA BERRACA
22.11.09 - Escrito por: José M. Jiménez Migueles
Paseaba por la Parroquia de la Asunción y Ángeles anhelando encontrarme con la esencia barroca de mi ciudad. Oscura y silenciosa, parece que aún es posible escuchar a Melchor de Aguirre discutir con sus canteros las proporciones del retablo, que aún se puede oir el grito de admiración de unos fieles extasiados ante la llegada del manifestador de Damián de Castro y que incluso aún se puede percibir el golpe de la gubia retallando una madera desgastada. En la oscuridad de aquella reflexión, uno llega a imaginar el movimiento que tendría ese viejo barrio de Cabra mientras unos cuantos artistas exprimían su talento para trazar semejante monumento. Y es en esa imaginación cuando el que la experimenta recae en la trascendencia que pudo haber tenido esta ciudad hace ya muchos años, cuando el Conde de Cabra alumbraba sus mejores obras arquitectónicas y don Luis de Aguilar y Eslava iluminaba un mecenazgo educativo al que Cabra tanto debe.
Alentado por haber situado a mi ciudad en un punto de notable efervescencia es cuando imagino el movimiento de la misma con la llegada de la Semana Santa, una fiesta en la que se pusieron en funcionamiento todos los requerimientos necesarios, y sugeridos desde la más alta jerarquía eclesiástica, para vestir de religiosidad profunda la enorme devoción que la particular forma de ser del pueblo castellano, sobre todo aquel que malvivía al sur del península, profesaba a las imágenes religiosas que ya por aquel entonces suponían una buena cantidad en este municipio. Sólo entonces es cuando cierro los ojos y me veo debajo de un paso, trasladando el recuerdo de aquella oración en Getsemaní a las calles de un pueblo que, de forma multitudinaria, espera ver cómo de nuevo, son las gentes del pueblo las que, mediante la confluencia de elementos artísticos propios del barroco, como la platería, la talla en madera, el bordado, la imaginería o, simplemente, la teatralidad trascendental de cada procesión de Semana Santa, conforman, no sólo la auténtica obra de arte temporal, al más puro estilo de la performance, sino que, en su conjunto, explican y ejemplifican a la perfección el antiguo ceremonial barroco que hoy todos admiramos sin reparar en que lo revivimos cada Semana Santa.
Y es que una exposición no debe convertirse en un mero catálogo de obras. De nada sirve la misma sino es capaz de evocarnos, aunque sea sólo por un segundo, al pasado que quiere recordar. Es en ese momento, y sólo en ese momento, cuando la ciencia museológica adquiere verdadera razón de ser y es capaz de traspasar el contenido de lo expuesto a los sentidos del que la visita. Y ahí se empieza a disfrutar. Por eso es alentador que en Cabra se hayan movido los hilos para que Andalucía Barroca sea un hito en una ciudad que no dispone, sin embargo, de Caminos de Pasión. Sin duda, esta exposición dejará réditos muy positivos en la localidad, como lo demuestra la inversión en la restauración de obras de arte que suspiraban por un buen trabajo de intervención; o el innumerable flujo de visitantes que atraerá a Cabra el embrujo del arte; o la revalorización del patrimonio histórico artístico de Cabra a nivel provincial o regional; o incluso la toma de conciencia para muchos egabrenses de la verdadera repercusión que tuvo este acontecer histórico y el enorme poso que dejó impregnado en la mentalidad, las costumbres y las devociones de los egabrenses.
A pesar de todo, y el sentido crítico obliga, siempre desde un punto de vista constructivo, no se pueden dejar escapar ciertos detalles que a uno le esquivan del sueño embriagador del efecto expositivo antes comentado y le llevan a proferir titulares como el que este artículo encabeza. Y es que al que estas líneas escribe le resulta inadmisible la nefasta restauración del fabuloso Ecce Homo de la Parroquia de los Remedios, le parece imperdonable la confusión entre la ornamentación barroca y la rocalla y ve injustificable el olvido de verdaderos profesionales egabrenses de la Historia, de la Historia del Arte y del Turismo, que son los que tendrían que estar trabajando diariamente en el contexto de esta exposición.
Aún así, disfrútenla. Merece la pena.
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