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El Gran Teatro del Mundo Judicial

18.04.10 - Escrito por: Jesús Gómez Medina

Curiosidades de la vida. Precisamente estos días que se estrena en televisión digital la película archipremiada “El Secreto de sus Ojos”, la justicia es más protagonista que nunca en los rotativos haciendo bueno el dicho “Dura Lex, sed Lex” (La ley es dura, pero es la Ley) a lo cual se acaban plegando a regañadientes incluso los altos responsables políticos.

De igual manera en estos días me encuentro abstraído con la lectura “La Estrategia del Agua”, de Lorenzo Silva- articulista y novelista de trayectoria ya reconocida. Nueva novela en la que también se despotrica de los entresijos judiciales amén de los de la Benemérita- a gusto o disgusto de todos. Narración adscrita a esa nueva narrativa española llena de reseñas de actualidad: de música moderna, series televisivas o influencias culturales o sociales que nos sitúan en la contemporaneidad, quizá haciendo acopio de un retrato social cada vez más evidente a través de los noticiarios o las ventanas indiscretas de las pantallas televisivas donde se nos muestran las debilidades del sistema en forma de casos ejemplares: de continuadas injusticias de la justicia en forma de desgracias particulares o de barrio; o sobre cómo los hábiles letrados pueden hacer encaje de bolillos e ingeniería legal para aprovechar el más ligero resquicio a favor de algunos avispados delincuentes bien de baja estopa o también de traje italiano y reloj de oro.

Volviendo a la ficción de la película hispano-argentina antes citada- precisamente por ser metáfora de lo que se cuece en los titulares periodísticos hoy día: cómo en Argentina también se está en periodo de digestión de la dictadura ,que igualmente acalló voces de libre expresión y cercenó vidas de inocentes cuyo único delito fue discrepar ideológicamente bajo el régimen del miedo más absoluto. De igual manera se describe en su trama esa cautela con que se mueven los peones legales de la maquinaria judicial a fin de no despertar al monstruo de los poderes fácticos o de sus esbirros. De cómo la impunidad protege con el invulnerable manto de una nueva Égida a los sicarios de la represión de cualquier dictadura de acá o allá. En este argumento ficticio un violador burla la ley y a sus enviados para escarnio de propios o ajenos, y sobre todo de quienes buscan la justicia como ideal. En este caso precisamente encarnados por funcionarios que muestran a través de sus vidas las flaquezas humanas desde un prisma irónico y crudo de una realidad que no se nos antoja extraña por cercana en circunstancias históricas.

La trama ficticia del filme guarda una cuenta pendiente con el protagonista de igual manera que la historia real también tiene en su “debe” un pago pendiente para con aquellos represaliados. Tanto en uno como en otro caso los indagadores de la verdad deben enfrentarse a las huellas del pasado, al pacto de silencio asumido por la sociedad y a los tabúes institucionales marcados por el “mejor no meneallo” desde un espíritu de permanente miedo a quienes aún conservan el control de algunos hilos en bufetes oficiales del poder en diferentes ámbitos y que no dudan en amparar a los de su facción.

Donde el individuo se ve abocado a “echar coraje” para conseguir un concepto de justicia bíblico, ese que sólo la rabia hace aflorar irracionalmente desde la impotencia.

Por suerte, en muchas películas acaba triunfando ese héroe vulgar y cotidiano en sus esforzados trabajos frente a esa justicia que deja deslizar la venda de su ojo derecho para perplejidad de todos, incluídos quienes sí creen y luchan desde su día a día por tan utópico concepto. Por desgracia, la realidad no siempre tiene finales felices. Ahí están los terroristas que escapan por resquicios legales, los corruptos que pagan en efectivo sus millonarias fianzas, los que vuelven de la “ trena” con sus cuentas millonarias que han dormido y duermen en bancos caribeños tras condenar a la bancarrota a muchos inocentes, los que saben contratar a un Señor Lobo Tarantiniano que sabe lavar más blanco las huellas de sus pasos mal dados, los que tienen amiguitos del alma capaces de mover resortes que asustarían incluso a quienes administran justicia. Una serie demasiado larga de personajes que desfilan día a día entre flashes y cámaras.

Desde nuestra poltrona, cada vez que se abre la caja mágica (ya mismo en 3D para más INRI) de las noticias, percibimos ese ir y venir de personas vinculadas a la justicia en una suerte de boulevar de los sueños rotos de las especulaciones que no hacen sino aturdir nuestro discernimiento y dejándonos -con las declaraciones arrojadas desde acusaciones y defensas – quedamente perplejos como quien asiste a un partido de rugby donde la pelota de la verdad se esconde a base de empujones sin que los árbitros ( escogidos por ambos equipos) sepan reaccionar y cuando lo hacen acaban siendo acribillados por las crónicas periodísticas de un sector o del otro.

Otras veces el ciudadano bienpensante puede ver atrofiado su sentido rousseauniano de la sociedad dejando pasar por su mente un atisbo de malpensar amparado en el juego de la mala política. Esa que no duda en utilizar estrategias de cualquier índole a fin de desviar la mirada de los males propios hacia otros problemas ajenos. La famosa estrategia de “ cortina de humo” tan ejemplarizada por gobiernos y oposiciones de todo el mundo.

Quizá por acá algunas veces la justicia no sirva sino: unas veces a modo de dardo arrojadizo contra el rival. Otras en forma de velo corrido que desvía atenciones. Igualmente podemos lamentarnos verla expuesta a modo de deshacedora de entuertos a gusto del consumidor que permita desandar lo andado.

Por eso muchas veces respiramos aliviados cuando vemos que triunfa su esencia.

Lo cierto es que poco puede ayudar a la imagen de un país – tan necesaria en tiempos de crisis- como el permanente cuestionamiento de las maneras en que se imparte justicia. De igual manera poco ayuda ver a las ejemplares figuras de los magistrados jugando al tenis procesal (con revanchas incluidas de partidos pendientes).

Por otra parte muy ingenuos seríamos al pensar en la supuesta independencia de ese Poder, cuando sus ejecutores suelen ser consensuados por los partidos que se reparten el pastel alternativamente. Utópicos seríamos si creyéramos en una especie de cuerpo arbitral desvinculado de ideología – pues como humanos todos tenemos nuestras raíces- y de errores tan inherentes a nuestra condición.

Lo cierto es que poco a poco se nos priva a los “ iudadanitos de a pie” de esa figura política, judicial o de otra índole que nos dé la confianza que necesitamos en momentos de desorientación, de marejada. De igual manera que todos los equipos necesitan de capitanes que sepan dirigirlos hacia sus objetivos, los países precisan de ese liderazgo de poderes igualmente equitativos y firmes.

Hay quien no duda en mostrarnos un panorama diario judicial de río revuelto: de problemas con el Estatuto de Cataluña, de competencias sobre Memoria Histórica, de Deudas Históricas, de tramas corruptas económicas y urbanísticas, de financiaciones ilegales de propios o colectivos, etc, etc… donde los tiburones legales siempre saber hincar el diente a los pececillos incautos que por procelosas aguas surquen.

No es grato contemplar la figura de un juez como Garzón-que hasta la fecha se mostraba como firme defensor de las libertades y perseguidor de los terroristas o dictadores más feroces- agobiado y contra las cuerdas por una serie de causas inusualmente coincidentes en tiempo. Una trayectoria personal y profesional hasta la fecha reconocida internacionalmente y casi representativa de la defensa de las libertades que aparece hoy truncada, viéndose su titular devolviendo pelotas de partido a diestro y siniestro con media cancha de público morbosamente entregada al espectáculo de su posible descalificación y la otra media cancha vitoreándole además de insultando al juez de silla – que tampoco se escapa, por cierto, de la sombra de sospecha ideológica.

No es la primera vez que un juez se ve amenazado. De igual manera fue desagradable ver otros jueces eliminados por la violencia mafiosa, como Borselino o Falcone- con los que a veces se le llegara a comparar por su osadía. De estirpe de jueces- estrella mecidos por los vientos de la fama y el prestigio- que también da sus alas-, de invitados a charlas y conferencias – como si de expresidentes se tratase- en Universidades Americanas. Y es que la fama tiene ese precio: la inquina de los que ven peligrar sus intereses o el desdén de quienes no desean que tan honorable profesión se vea demasiado mediatizada o alumbrada por los flashes de las cámaras. Condición mediática que por otra parte es tentadora no evitar en cualquier persona que llega a cierto nivel, y de la que ni los magistrados pueden evitar sustraerse. Y es que grande es el atractivo de quienes ponen en jaque organizaciones terroristas (como el también valiente Grande Marlaska) , quienes tientan a los poderes fácticos de toda la vida removiendo un pasado que a más de uno aún no deja dormir en paz o los que hacen temblar partidos e ideologías bajo la sombra de la duda judicial que sacude toda forma de corrupción que bajo el árbol del poder se tiende a pegar cual lapa.

Espectáculo que más bien parece un episodio sacado de la serie “The Wire” , donde se nos muestran las entretelas y tiranteces entre jueces y magistrados que poco favorecen a la imagen de la justicia de nuestro país.

Quizá sea éste un buen momento para plantearse seriamente la realidad de la misma: desde sus adentros, hasta su más inmediato futuro. De si procede pasar del decimononicismo hasta la modernidad. De la realidad de saturación y escasos medios hasta la renovación y modernidad a base de inversiones reales. Quizá el ansiado consenso debiera empezar a fomentarse en este ámbito, a modo de pacto de no agresión haciendo de la justicia ese arma arrojadiza. Claro es que donde se masca algún tipo de poder es donde más se ven los intereses de uno u otro bando. Cierto es que la justicia ha tendido a ser más conservadora que progresista ideológicamente – al menos en el tópico ideario colectivo-.

No quiero pecar de inocente pensando que ningún sector con poder real va a prescindir de su privilegio actual. Sin embargo en nada favorece a la sociedad que la balanza se incline de una parte o de otra según reme el viento del poder real de cada país. A veces la globalización es buena en términos económicos, sociales. Quizá también lo fuera en términos judiciales, buscando la objetividad de la distancia. Claro es que la marca conservadora y progresista trasciende fronteras pero a veces esa distancia real y la temporal a veces muestra la dimensión real de los problemas.

El tiempo y la historia – como siempre- pondrán las cosas en su sitio. Visión sencilla y escueta de la realidad judicial que siempre ha visto prosperar sus conceptos, superándose con el tiempo – a veces mucho- sus anacronismos ,manteniéndose y fortaleciéndose los derechos primordiales y superándose los que fueran fruto de la conveniencia temporal de un régimen de poder caprichoso concreto.

Mientras tanto, los ciudadanos de a pie seguiremos sentados ante nuestras pantallas virtuales o televisivas abiertas a ese calderoniano Gran Teatro del Mundo del Poder Judicial viendo comedias, dramas y, lamentablemente, también tragedias de escondidos intereses y difícil desenlace.

Siempre expectantes y esperanzados en la construcción de un mundo más justo, pese a todo lo antes expuesto.

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