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Te fallan las formas, me dicen
05.05.10 - Escrito por: José M. Jiménez Migueles
 No es lógico, me dije. Si son ellos, los progres. Los mismos que ríen gracias a Sabina. Aquellos que encuentran castiza y vanguardista la obra de Almodóvar. Los que bailan las canciones de Bosé. Los que se mean vivos cuando aparece la Bardem profiriendo todo tipo de barbaridades. Esos mismos hoy se ponen las manos en la cabeza por una lectura interesada de dos palabras, dicen, malsonantes: asquerosa y de mierda. Estúpida RAE, que llena el Diccionario de mierda. ¿Ese? De extrema derecha por lo menos, le comentaba un progre a un amigo sobre las últimas palabras que escribí por aquí y que tan mal, por lo visto, han sentado a muchos. Pues bien. Toca responder. Aunque, a tenor de la sensibilidad del lector tipo de esta página, quizás debiera hacerlo en verso. O intentar, al menos, la creación de una prosa medianamente digna. O quizás con no mentar a la madre de nadie baste. En fin. Esta Cabra nuestra. Vayamos por partes:
1. Jamás pretendí faltar al respeto a los 300 y pico visitantes de mierda que acudieron a la Oficina de Turismo (de fuera de Cabra). Cuando hice tal aseveración, creí que quedaría meridianamente claro que no me refería a cada uno de aquellos que se dejaron caer por nuestra ciudad en tan señalados días. Es de género tonto pensar que lo que pretendía es ofender a cada una de estas personas. Es más, quien lo piense, o es gilipollas o es muy malvado. Dejémoslo en muy gilipollas. Lo que quería es que quedara bien claro que el número, la estadística, es pobre. Muy pobre. Pregunten en el cuaderno de recepción del Museo Aguilar y Eslava cuántas personas pasaron por estas dependencias durante esta semana. Y comprobarán lo ridículo de la cifra anteriormente expuesta. Es decir, quería hacer ver lo mal que nos había ido en materia turística durante una de las semanas más aprovechables en cuanto a este tipo de recursos se refiere.
2. Por otro lado, cuando el que esto escribe dijo lo de “asquerosa oficina de turismo” no se refirió a que fuera una ciénaga abominable. No. Pásmesen. Simplemente quería, de pasada, dejar claro que para mí aquel no es continente para semejante contenido. Evidentemente, no me refería al rigor arquitectónico con el que se ha realizado, en el que no voy a entrar para no abrir más campos de conflicto (es decir, discrepo de la forma, ya que al romper el entorno, al no recoger las tendencias constructivas de la ciudad y al invadir escenarios visuales tradicionales de la misma provoca indefectiblemente un casi inconsciente rechazo social; ea, al final me mojé) Como decía, la adjetivación correspondía al concepto. Ahí no va una Oficina de Turismo. No. Ahí debía haber ido un buen Centro de Interpretación de la ciudad de Cabra. Y saben por qué. Pues porque Cabra es una de las pocas ciudades medias de Andalucía que puede administrar su patrimonio de una forma secuenciada (medioambiente, arte, cultura, mármol, agua, toros, etc.), con diferentes fines (educativo, social, económico) y a través de la creación de un organigrama a partir del cual se distribuya todo el tejido turístico del municipio. Y eso se consigue con un buen Centro de Interpretación. Realizado por expertos. Asesorado por profesionales. Trabajado por licenciados en la materia, que en Cabra hay muchos. Por eso discrepo de la actual Oficina. Porque se ha perdido una gran oportunidad para dotar al municipio de una infraestructura fabulosa en pos de una mejora enorme en aspectos turísticos, educativos, sociales y económicos. Y aunque yo nunca me ponga el título cuando escribo, porque me parece pretencioso, pedante y altanero, esta es la alternativa recogida en la tesina “El Patrimonio Cultural de Cabra” que, para el Máster en Gestión del Patrimonio desde el Municipio de la Universidad de Córdoba ideó, escribió y defendió el que estas líneas firma.
3. El contenido. Qué quieren qué les diga. Una vez expuestos los puntos anteriores, creo que no hay que razonar nada más. Simplemente, afirmaba que quién respondía a Fernando Priego, a saber, Manolo Carnerero y Miguel Güeto, no tienen ni puta idea de Semana Santa. De lo que es. De lo que supone. De lo que representa para los cofrades que queremos mejorarla. Los que la vemos con ojos críticos. Pero oiga, igual que no tengo ni pajolera idea de Urbanismo o Asuntos Sociales. No nos volvamos locos. Simplemente, enfrentémonos a la realidad. Esa realidad que nos lleva a leer bazofias como las de Octavio Salazar en el antes Decenario, quien acusa a los cofrades egabrenses de estar abandonándose a la modernidad sevillana en perjuicio de las tradiciones locales. Como dice mi amiga Chari, para que se te caiga el coño al suelo, oye. Resulta que aquel que en público atril de septiembre defendió que una drag queen fuera, algún día, Reina de las Fiestas, hoy se espanta porque en vez de parihuelas llevemos pasos, en vez de añafiles tramos de presidencia y en vez de escuchar Virgen del Socorro suene Coronación de la Macarena. Esto sí que es histriónico. O son ganas de molestar. Vaya usted a saber, querido lector.
4. Y el último. Las formas. Me toca los cojones (nótese que hoy estoy especialmente faltón) que la gente sólo se quede con las palabras malsonantes (o biensonantes, que todo depende del contexto) de un texto más o menos largo y con, así lo creo, cierto contenido. No es de recibo. Pero es cada vez más propio de la sociedad egabrense, que lejos de convertir las barras de los bares en vertederos de amor, al más puro estilo Manolo García, las convierte en auténticos vertederos de sinceridad. Allí se trazan las más despiadadas críticas. Los más feroces comentarios. Las más malvadas puñaladas. De allí no escapa nadie. Ni vivos ni muertos. Todos pillamos repaso y todos repasamos al calor de la barra de un cuartelillo, al cobijo de una mesa del Bolero o hasta chupando caracoles en La Gamba. En las barras, nunca mejor dicho, hay barra libre y gratuita para la crueldad, sobre todo para aquellos asquerosos que, escondiéndose en el anonimato y en la crítica cobarde, no hacen sino, con su apatía, conformismo y analfabetismo social contribuir a la decadencia de una ciudad, ésta, que cada vez más se despelleja la piel a tiras cuando le faltan a las formas, quizás porque el fondo esté tan podrido que solo quede por conservar esa apariencia, esa forma, que tanto preocupa a los de aquí. A los que piensen y actúen así, váyanse a la mierda. En mi sólo encontrarán a un chaval que usa la pantalla y teclas de su portátil como vomitadero de todas aquellas cosas que ve injustas. O como el edén en el que colgar todo aquello que me entusiasma. Pero nunca a un niñato que intente cumplir con todo aquel que pueda enfadarse con lo que pueda opinar en un determinado momento. Lo siento.
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