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Al mal tiempo, entereza
06.06.10 - Escrito por: Jesús Gómez Medina
El arte de la mesura es cada vez una virtud que tiene menor predicamento en el mundo de la política de escaparate. Y es que las arengas partidarias-que inflaman los ánimos de los que ya están de una parte- de cuando en cuando no hacen sino hinchar el globo de la ideología de las masas propias, que en el día a día se desinfla por aqueste o aquel escape en forma de mediático titular teledirigido a zaherir las posiciones ideológicas contrarias.
Precisamente ayer me quedé sorprendido al oír expresarse a un joven desconocido, que casualmente paseaba ante mí, acompañado de una amiga igualmente anónima y a la que con aspavientos manifestaba un desencantado lamento sobre la situación política. Situación que pueda repetirse y dejarse ver estos días en relación a cierta desesperanza transpirada tanto por las impopulares como- dicen- urgentes medidas, como por los vientos informativos que sacuden desde oriente y poniente los costados de la opinión pública.
Quizá por ello sea preciso más que nunca ese ejercicio de la expresión contenida, pero con criterio de estado, de la crítica justificada pero no necesariamente sangrante.
Recuerdo cómo una expresión habitual de muchas madres de nuestro terruño , referida a esas conductas adolescentes de ir en contra del sistema, simplemente por tozudez o por reivindicación personal de esa incipiente independencia púber , tal que : “este/a niño/a es `revesino/a´ ”. Ello dicho desde la desesperanza labrada desde el desentendimiento de quienes conviven en la misma realidad, con lazos en común, pero amargamente marcados por la diferencia comportamental y generacional sin que se atisben posibles cauces de entendimiento desde quien pretende marcar normas y quien debe aceptarlas o al menos comprenderlas.
La realidad política de estos días me recuerda mucho tal expresión, pues día a día vemos cómo desde hace dos años ante cada propuesta del gobierno, la revesina oposición se mantiene en argumentos diametralmente opuestos, en refleja e instantánea respuesta apenas toda medida ejecutiva empieza a emerger desde cualquier ministerio o consejo de ministros.
Es cierto que el pilotaje de una nave no debe realizarse a base de globos sonda sobre el rumbo a seguir, o éste no debe marcarse en función de las apetencias de los viajeros. Tampoco es aconsejable adentrarse innecesariamente en terrenos insospechados cuando más arrecia el temporal por mucho que se considere se progrese socialmente por esa vía. A veces gobernar es establecer un equilibrio entre los principios y el sentido común del momento.
Igualmente la tormenta que se avecine no debe negarse, pues los radares no suelen equivocarse, y en esas circunstancias, cuanto más se apreste el capitán a capear el temporal, más fácil será resolver la tempestad airosamente. También es precisa cierta dosis de optimizar recursos ante los nubarrones pues quien gasta fuerzas antes de tiempo luego las puede precisar creándose un déficit de fortaleza que finalmente para la tripulación con la consecuente mengua de las futuras maniobras.
Eso sí, nunca se vio un barco donde una parte de la tripulación bogase y la otra mitad increpara a quienes luchaban por sacar el barco a flote en mitad del huracán.
Lo cierto es que en estos días precisamos más que nunca esos modelos que convirtieran a España en ejemplo mundial de transición política, de continuidad en la generación de una clase política no sólo ilustrada, sino también modelo en cuanto a sentido común. Quizá por ello aún los libros de historia no hayan contenido suficientes líneas de agradecimiento hacia quienes en los albores de la democracia, en un alarde práctico de entendimiento y búsqueda de posturas cercanas lograron establecer las bases sobre las que se asientan las actuales normas de convivencia que nos sostienen. Ello con la visión de que quienes siempre desean que la silla del poder se escore del lado del reverso tenebroso están ahí acechando haciendo uso de los resortes que a su mano tuviesen: ya fueran judiciales, económicos, religiosos o políticos. Esos que son capaces de sostener el “ si no es nuestro, mejor de nadie”- visto ejemplificado en frustradas fusiones bancarias no muy lejanas a nosotros.
Día a día vemos lanzar capotes envenenados, como a toreros acosados por el toro de la opinión pública patria, en forma de sumarios judiciales o planteamiento de dudas sobre el honor de quienes gobiernan las naves nacionales, autonómicas o locales. Ello promueve un panorama agitado que finalmente lleva al cansado ciudadano a ilusionarse ficticiamente en convenir la necesidad de un cambio en el panorama y aceptar como agotada una legislatura que en realidad aún se haya en su ecuador. Todo ello desde esa contracorriente interesada y generada desde esa actitud del “me opongo” obstinado y pertinaz.
Ello finalmente provoca una mezcla encontrada de sentimientos en el electorado, principalmente de izquierdas- tradicionalmente más crítico con sus líderes que el conservador, más dado al plegamiento de filas de cara a la galería- que luego vete a saber lo que cada uno piensa para sus adentros.
Por ello se agradece ver aparecer de cuando en cuando alguna opinión de líderes “ en la despensa” que desde argumentos contrapesados nos hacen ver que la solución está en la austeridad ( tan inherente en aquel Suárez de la transición) o en el respeto pactado de aquellos Abril Martorell, González o Carrillo, entre otros.
En esa actitud casi infantil de pensar que “el otro es el único culpable” muchos olvidan parte de su responsabilidad pública no sólo hacia sus votantes, sino hacia el conjunto de la ciudadanía.
Sólo quizá desde esa llamada interior al sentido común se entienda ese retardo en usar el arsenal de la huelga general por parte de sindicatos, o de los partidos bisagra de poder: nacionalistas vascos y catalanes a la hora de apoyar con su abstención las urgentes medidas económicas o políticas( pues pese a lo que muchos piensen una decisión de tal índole está más escorada hacia la gobernabilidad que hacia la obstrucción política en momentos de crisis, siendo la opción más políticamente correcta si bien difícilmente explicable para las bases propias más acérrimas).
Es en momentos de dificultades de especial calado donde surgen estos líderes como Erkoreka o Durán y Lleida, por otra parte con las herramientas que las cuotas electorales les han otorgado- y que ni gobierno ni oposición se guardan por lo que pueda llover de atacar agriamente.
Muy recomendable puede resultar en estos días, para entender no sólo el rumbo del timón estatal ante la crisis en el presente, sino en el futuro más inmediato como es ese electoral dos mil once y previo a la gran cita del dos mil doce. Veremos si – como sucede en la conocida película titulada con tales dígitos- el mundo económico sabe salvar ese Apocalipsis llamado Crisis de los Lehman Brothers que se ha extendido cual tsunami por todas las cumbres del mundo. Por si acaso y ante el mismo ya se están conjurando los grandes grupos mundiales: el G-20 ( ¿ adiós al G8?)- cielo a cuyas puertas España se ve clamando gracias a la inmisericordia del pésimo Bush- culpable en parte de la situación de hoy-; e incluso el otrora todopoderoso grupo Bildergerg- muestra destacable de que en la realidad existen esos lobbys de control mundial que tanto suelen mostrar las películas- que por otra parte quizá deba empezar a pensar en admitir a algún miembro asiático.
Curiosamente me llama la atención que frente a las soflamas incendiarias de los partidos de todo el mundo en los rotativos subsiste ese otro mundo de las reuniones de clubes exclusivos de poder con agendas ocultas y decisiones sobre el futuro del mundo bajo secreto de sumario. Una vez más, como sucede tanto a nivel mundial como local, las grandes decisiones se fraguan entre unos pocos- los de siempre.
Gecko, en la primera parte de “Wall Street “ hablaba de que el verdadero poder estaba en tener toda la información. Esa que sólo unos pocos poseen mientras a los demás nos distraen con fuego de artillería mediática. O en mantener la cordura y mesura ante la tempestad: mientras a los demás nos intentan zarandear emocionalmente desde un lado u otro. A ellos les dedicaría esa frase de Han Fei Zhi en “El Arte de la Política”: “Insensatos los que hablan sin saber y desleales los que callan sabiendo”.
Como si los más comunes de los mortales no tuviésemos bastante con asumir bajo nuestro particular paraguas tanto los chaparrones económicos como la torridez de las injusticias del mundo con la entereza que ha caracterizado a nuestro pueblo.
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