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Top of the World (En la cima del mundo)
13.07.10 - Escrito por: Jesús Gómez Medina
 Como Joan Manuel Serrat decía: “ Hoy puede ser un gran día”, y de veras que estos tres días lo han sido: el de la final, ayer y hoy.
Es el día después que los héroes de Johannesburgo han vuelto a España. Es el día en que todas las portadas de los más prestigiosos periódicos del mundo han rendido pleitesía a un modelo de juego y de forma de ser que se constituye en la mejor imagen que nuestro país exportar pudiera al resto del mundo.
Es un auténtico orgullo ver cómo en todos los noticiarios ponderan el espíritu de sacrificio, la superación de la adversidad de todo el cuadro español, siendo nuestros deportistas de élite una vez más los que nos hacen olvidar tanto el tórrido calor como las penurias de la crisis, de una realidad que nos tenía atenazados en el pesimismo, y de cuya realidad nos ha abstraído durante un mágico mes el buen hacer de la “roja”.Ese buen hacer en que siempre ha confiado nuestro querido Manolo Lama, embajador de Cabra en semejante evento.
La imagen de nuestros jugadores levantando al cielo la Copa del Mundo con ese golpe de euforia sin mesura, de alegría desprendida y extendida hacia el resto del mundo es de por sí algo imborrable en el recuerdo de quienes hemos tenido la fortuna de verlo junto a los miles de millones de espectadores que en el mundo han contemplado cómo la mesura se impone a la barbarie. Cómo la construcción se impone a la destrucción.
Y es que los datos muestran que nuestra selección no sólo es la que mejor ha jugado, sino además la que lo ha hecho provocando el menor número de faltas. Un magnífico ejemplo de “fair play”, de juego limpio que ya quisiéramos sirviera de modelo a la sociedad y en especial a nuestros políticos.
Curiosamente también ha sido tal victoria un “once jota”, lo cual me lleva a plantear la siguiente reflexión: De igual forma que plasmamos en el recuerdo fechas fatídicas con similares dígitos, siempre con la finalidad de rememorar honrosamente a quienes fueran víctimas de cualquier clase de barbarie, de su caída inocente ante los desalmados, del respeto institucional hacia su sacrificio, ¿ por qué no igualmente la sociedad , este entramado humano tan dado a reseñar los defectos o los males más que a congratularse de los parabienes de la humanidad , se decide por fin a darse un baño de autoestima recordando sus mejores acciones – que también las tenemos ?
El baño de multitudes de la selección de ayer fue la expresión alegre de un país demasiado machacado por las nefastas noticias que supuran de los mercados, llenas de malos augurios y ensuciadas por el lodo venenoso de la avaricia de unos mercantilistas sin escrúpulos. Fue la manera con que un país se sacude el manto de pesimismo que algunos no dudan seguir tejiendo a fin de cubrir de hastío los ánimos. De pataletas continuadas de quienes sólo entienden su vida desde la segregación independiente- y eso que su buen dinero han sacado en siglos de beneficio desde fueros especiales-. De quienes no paran de mamar a base de no dejar de llorar.
A veces, la gesta más noble parte de la sencillez. Como ese ser DelBosqueniano o Iniestense. Esa forma de proceder austera, tímida, sencilla, pero decidida. Ese callar y obrar sin ornamentos ni protocolos, sin fanfarrias. Esa diferente España que suelta la pandereta y se pone manos a la obra. Que basa su triunfo en el sacrificio personal, en la postergación del ego, en la superación de adversidades y no en el truco , la trampa o la zancadilla al otro.
Un día más, y ya van dos, los noticiarios siguen mostrando, para sana envidia del resto del mundo, la unidad de un país alrededor de un grupo de jóvenes que – desde su compañerismo, desde la superación de diferencias, desde la diversidad- han sabido hacer equipo.
Las estanterías de cualquier librería especializada en marketing y empresas pueden estar llenas de libros que aconsejan cómo hacer equipo, cómo gestionar, cómo liderar. Todos esos manuales podríamos decir que están sintetizados en los valores que ese grupo de seleccionados y el equipo técnico de la española han mostrado prácticamente día a día.
Si algún avispado experto quisiera, podría fácilmente y siguiendo el proceder de la Selección Nacional Española, redactar un manual para navegantes tanto a nivel empresarial como humano. Muchas son las facetas y las lecciones que podríamos aprender: superación de dificultades, resiliencia, autoestima, espíritu de equipo, sacrificio por el grupo, cooperación, humildad, vivir el presente, serenidad, disfrute sano de los logros, amistad, y una innumerable cantidad de valores que serían largos de reseñar pero fáciles de distinguir en cualquiera de las imágenes obtenidas del comportamiento de dicho grupo humano.
Nuestros jóvenes deportistas están alumbrando a nuestra ajada sociedad con mensajes evidentes, mudos pero sí visuales. ¿Se han fijado ustedes en la presencia del humanísimo Pau Gasol, en el olimpo de la NBA, como un aficionado más en el mismo estadio de la final? ¿Qué decir del forofísimo Rafael Nadal, historia pura del tenis mundial ya en su plena juventud ? ¿Y de Jorgito Lorenzo mostrando su admiración por su accidentado rival, Valentino, llegando incluso a echarle de menos por la sana competitividad ? ¿No nos muestra ello cómo el sabor de la victoria o el esfuerzo es mejor cuando se realiza en buena lid? ¿Qué decir del sacrificado Alberto Contador, capaz de regalar un reloj a todos y cada uno de los compañeros que le circundaron en el triunfo del Tour del año pasado, incluyendo a quienes no dudaron en ponerle zancadillas como su exjefe Bruyneel o su excompañero y rival interior Lance Amstrong, que ante tal gesto sólo han podido reconocer su humanidad? ¿Qué decir de los pilotos de fórmula uno – cualquiera de los tres-cuyas declaraciones son ejemplo de tolerancia a los errores, ejercicio de contención mental y verbal y gratitud cuando llega la ocasión?
Lejos quedan los tiempos donde los ases del deporte eran lejanos, inaccesibles. Esta nueva generación está cercana al público. Saben sacar fuerzas de flaqueza y se muestran agradables con sus fans, que somos todos. Saben mostrar una sonrisa dejándose retratar junto a desconocidos admiradores. Son una generación de triunfadores precisamente por su distensión, por su cercanía y naturalidad. Cierto amigo experto en motos me comentó una vez las cualidades de Lorenzo o incluso de su admirado campeonísimo italiano Rossi. Personas cercanísimas y con un punto de humor que precisamente les da fuerza en la tolerancia a las dificultades. El mismo humor con que hemos visto tratarse a los jóvenes seleccionados – cuya juventud se hace patente en las chanzas a corazón abierto y con el testimonio de las cámaras. Una juventud que ya no duda en expresar sus emociones cuando deben hacerlo, como hiciera nuestro joven pero experto capitán Iker Casillas con su admirada novia, Sara Carbonero y ante las cámaras. Ninguna lección de ética desde ninguna Universidad enseña tanto como la imagen que captó el famoso beso- respuesta muda a la presión insana vertida por tantos párrafos de saña periodística venida del extranjero, de esa prensa amarilla tan tendente a lo escabroso y melifluo.
Y es que los héroes nos parecen más admirables cuando son capaces de desprenderse de esa pátina de gloria, de inaccesibilidad y se nos manifiestan cercanos desde su lado más humano.
Por otra parte, poco se ha hablado en todo este triunfo del deporte español en el trabajo bien realizado desde la base. Desde los profes de Educación Física (que no gimnasia) , hasta los monitores escolares de las áreas deportivas de cada pueblo o ciudad. Desde las sacrificadas familias que apoyan a sus hijos desprendidamente en el día a día, en cada viaje que hacen a las competiciones (se gane o se pierda), en cada esfuerzo económico pues los materiales deportivos son caros y a veces las subvenciones no cubren sino parte hasta la inversión estatal de gobiernos de diferente color en infraestructuras o recursos.
Muchas son las cosas que podrían decirse de este triunfo, que no es sino uno más de nuestros jóvenes valores. Una vez más un equipo nuestro muestra – desde su amistad, desde su compromiso conjunto- cómo el éxito llega desde el trabajo compartido, el sacrificio y la fe en las propias posibilidades. Nuestros equipos de balonmano, waterpolo, fútbol sala, baloncesto han sido antes ejemplo vivo de ello. Por fin le ha llegado el turno al deporte más visible, el que ha conseguido parar guerras, el que ha unido pueblos (qué magnífica imagen de tres futbolistas abrazados, todos ellos con la bandera española en los hombros y en la cadera cada uno de ellos con una ikurriña, una señera y una bandera andaluza respectivamente, que vale más que mil manifestaciones).
La historia está llena de ejemplos en que toda Hispania se ha unido frente al común rival que ha intentado invadir el terreno patrio. Esta vez no ha sido necesaria una guerra para hacernos olvidar diferencias entre hermanos. Ese fin común ha contribuido que España entera se siembre de camisetas nacionales, de banderas emergiendo de las casas – ondeándose sin prejuicios ni vanalidades-. Por fin estamos aprendiendo a amar nuestra bandera como símbolo de sentir común como pueblo plural, como sucede con otros países como los Estados Unidos, Alemania, Argentina o cualquier otro país. Por fin hemos compartido dos colores en común, haciendo que nuestros niños ya no entiendan de mensajes sublimizares tras la bandera. Por fin el llevar la bandera en el coche, en el pecho ya no se vincula a ninguna ideología, sino a un sentir ser parte de algo grande. Cómo en cualquier comunidad se ha manifestado una multitud de personas recordando su ser con la frase: “Yo soy español”, así al natural y sin complejos.
La historia se escribe en estos pequeños pero intensos episodios. ¿Seremos todos capaces de aprender de ésta algo nuevo o el tiempo extenderá ese manto del olvido de este día grande para todos?
Reivindiquemos por ello y para no olvidarlo este once de julio como día de la unidad de un país, de igual manera que en Estados Unidos tienen su particular Día de Acción de Gracias - en su principio de corte religioso pero especialmente de unión de un pueblo-. Grabémoslo en nuestro recuerdo con letras del mismo oro que la copa que estos jóvenes gladiadores del césped nos han traído desde la sufrida Africa del olvidado Apartheid, ejemplo de superación humana y ante los ojos del mito llamado Nelson Mandela.! ¡Qué mejor honor !
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