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Esas otras vacaciones
12.08.10 HEMEROTECA LA OPINIÓN - Escrito por: Andrés Ruz Montes
 Hoy no sonó el despertador, pero desde hace ya un buen rato, estoy despabilado Las primeras claras del alba iluminan tenuemente mi aposento, dibujando en las paredes el suave perfil que el mobiliario proyecta. Y estoy en la cama. Y ahora caigo en la cuenta, ¡estoy de vacaciones!. Me percato de la tremenda sensación de placer que produce el estar acostado, sintiendo sobre tu cuerpo la suave brisa de la mañana, sin tener las tareas diarias llamando a la puerta. Y es que para estar o sentirse de vacaciones, pienso que es necesario abandonar de forma temporal una actividad que se realice de forma cotidiana, ya se trate del trabajo fuera de casa o del trabajo doméstico.
Y siento demasiado sobre mi espalda, el peso y los efectos de nuestros signos de modernidad, de las marcas propias de nuestro tiempo que se introducen en nuestras vidas de forma subrepticia, siendo muy difícil el lograr deshacernos de ellas, dejando sus improntas a veces indelebles. Y ahí están: en nuestra profesión los días programados de forma exhaustiva, horarios de vértigo, con múltiples actividades solapadas y comprimidas que solamente es factible su realización al conceptualizarlas, o en los registros de los jefes dónde, no sé qué misterio debe haber, pero siempre todo es posible.
Y ese sentir bullicioso lo trasladamos a otras esferas de nuestras vidas: y siempre llevamos prisa, haciéndonos esclavos de la hora y aliados del agobio, de la brevedad y del silencio. Y caminamos con rapidez, con pocas y cortas salutaciones, o aplazamos para otra ocasión en que "tengamos más tiempo" una conversación iniciada, sin saber cuando llegará verdaderamente ese momento Y vemos como los lugares tradicionales de conversación como los mercados, las calles comerciales, las salidas de misa, lo son cada vez menos, y asistimos a escenas, como en las colas de las cajas de los supermercados, donde la situación puede alcanzar el esperpento, y nos vemos intentando adivinar por el número de personas y el volumen de compra, cuál será la caja más rápida, para pasar de una a otra y de esta a otra según el discurrir de las mismas. Son las estampas vivas de nuestro tiempo.
"Y es que tengo que llevar a la chica al conservatorio, después recoger a la del medio del inglés para acercarla al baile, mientras preparo la merienda a la mayor que sale de clase y tiene el tiempo justo para coger el bocadillo y marcharse a la natación, que, por cierto, siempre refunfuña porque llega tarde." Es la auténtica "comedia humana", tan frecuente en la cotidianeidad de nuestras vidas.
Y es que queremos formaciones integrales de nuestros hijos. Que sepan de todo, que sean virtuosos de la música, que tengan un cuerpo perfecto y que hablen cuantos más idiomas mejor. Y he ahí más signos de modernidad.
¿Y nosotros qué? Nuestro cuerpo, que va cumpliendo años, también reclama que hagamos algo por él. Y así estiramos el día un poco más, para dar cabida a la hora de natación, de gimnasio, de footing o de vía verde. Y así seguimos, arañando minutos a las horas, y horas al día. Y siempre con el reloj presente.
Pero, ¡por fin!, todo tiene ahora un paréntesis, pues ahora estoy de vacaciones, y salvo las actividades domésticas todo lo demás se detiene. Y estoy tranquilamente descansando en la cama Y sin embargo, siento también cómo aún me persiguen los signos de modernidad. Crucero por el Mediterráneo, viaje organizado por CentroEuropa, apartamento en la playa, senderismo y turismo rural. Vorágine de ofertas y bombardeo comercial. Y de nuevo horarios ajustados y estrictos, y agendas encorsetadas, y luchas por un buen lugar en la arena y colas en cutres supermercados y viviendas hacinadas y menajes parcos y equipajes y retenciones.
Pero, si te desmarcas de esto ¿qué son las vacaciones?
Pienso que estar de vacaciones es conseguir plasmar en vivencias todas aquellas fantasías que aparecen cuando estás inmerso en tu actividad diaria y que entonces se hace difícil realizar. Vacaciones, sin duda, que será todo lo comentado, pero también otras muchas cosas. Quizá este argumento sirva para apaciguar mi ánimo, imbuido por las señales de nuestro tiempo.
Este año experimentaré esas otras vacaciones, y me quedaré con el olor a tierra humedecida del Paseo recién regado, con la lectura plácida a primeras horas de la mañana acompañada con aromas de jazmín dompedros y buganvillas, o simplemente me quedaré dormido hasta más tarde sintiendo la suave brisa sobre mi cuerpo desarropado. Iré al mercado sin prisas, y podré conversar sin aplazamientos, y podré quedar con los amigos de siempre, tantas veces recordados y que tanto echas en falta. Y me quitaré el reloj. Y podré conocer mejor a los míos y dedicarles más tiempo. Y quizá pueda aumentar la capacidad de ilusionarme y la de ilusionar a mi gente. Y me podré aburrir con el simple, quieto y tibio olor del atardecer.
Y quizá, aun me quede tiempo para soñar.
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