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Amor de género
23.11.10 - Escrito por: José M. Jiménez Migueles
Era el ejemplo perfecto de lo que en mi pueblo se conoce como un auténtico cabrón. Un cabrón que, en los tres segundos escasos que empleó en dar su primera ostia hizo, de su palacio la cárcel y de su princesa la puta. Fue la única habilidad que creyó poseer en vida, la de transformar todo el sistema de valores en los que sustentó su matrimonio en una escala de egoísmos y vicios en los que su mujer sólo aportaba el cuerpo para el placer ajeno y el rostro para el dolor propio. Un sinvergüenza que fue capaz de anular la dignidad de su esposa y que, a cambio de cuatro ostias y cinco vejaciones, se encontraba la cama hecha, la comida preparada y la ropa planchada. Un hijo de la gran puta que a cambio del desprecio encontró el perdón y que, para el mayor de los colmos, a cambio de la amenaza sólo encontraba la respuesta de la comprensión de quien, con la cara amoratada y el futuro ennegrecido, se preguntaba si la culpa de tal despropósito no era de ella misma.
El relato, desgraciadamente, se amplía a las ya 74 víctimas mortales que este año ha provocado en nuestro país la maldita violencia de género. Es imposible ni tan siquiera bosquejar qué puede pasar por la mente de un asesino de estas características, lo que sí parece obvio es lo que dejó de sentir en algún momento. Por eso, en un día de tan desafortunada celebración como el del próximo 25 de noviembre (entiéndase, desafortunada por la cruda realidad que recuerda) es particularmente conveniente arrojar una mirada de admiración hacia todas aquellas parejas en las que la rutina no dejó que desapareciera el amor, sino que, al contrario, fortaleció los lazos que llevaron a aquellos dos chavales a darse el sí quiero. El amor como mejor antídoto a la violencia. El recuerdo de aquellas magníficas paraules de amor con las que se inició una relación, o el simple estremecimiento que pueda provocar la nostalgia de una melodía que, en algún momento, activó la fuerza del corazón. Quizá sea ésta la mejor solución para evitar la violencia de género: en mi caso, mirar el ejemplo de mis padres, quienes, tras 34 años de matrimonio, han ofrecido a sus hijos la mejor enseñanza posible: que un plan de sábado noche que incluya no salir de casa, cuidar de la suegra, ver Se Llama Copla y no acostarse hasta que uno de los dos se vaya para la cama puede ser estupendo si lo compartes con la persona que sinceramente amas y de la que cada día más te alegras de haberla considerado como la protagonista principal de la película de tu vida.
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