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También la lluvia
16.01.11 - Escrito por: Jesús Gómez Medina
Llegado fue el Año Nuevo, los aluviones de mensajes por SMS donde nos deseamos mutuamente las mejores dichas y los cambios para bien. Como si nos pudiéramos resetear de un día para otro y convertirnos en clones de nosotros mismos lustrados con una pátina inmaculada de optimismo y buenos valores.
Sin embargo, apenas nos volvemos a conectar al mundo real vemos que seguimos embarcados en la misma nave, que en la mañana del Año Nuevo no nos despertamos pensando que toda la crisis ha sido un mal sueño y que los mismos siguen haciendo las mismas cosas, que seguirá lloviendo (climatológica, cinematográfica y políticamente), y – como siempre- nunca a gusto de todos.
Este va a ser un año políticamente intenso, el primero de un bienio donde las encuestas pulularán por doquier intentando mentalizar a la sociedad hacia una tendencia o la opuesta con vistas a las municipales. En unos casos magnificando la catástrofe y en otros minimizando los efectos de la crisis. Se verterán ríos de tinta impresa y se escribirán miles de artículos digitales donde los diferentes gurús incidirán en tal o cual aspecto de la cruda realidad y cuyo contenido dependerá del grupo que sostenga la editorial pertinente. Todo ello mientras afuera el chaparrón de la crisis siga cayendo sobre los más desfavorecidos- cuyo grupo se va incrementando paulatina y cruelmente mientras desde los gobiernos se achican aguas.
Ante este temporal zarpan los barcos de los grupos políticos cargados con sus tripulaciones en forma de lista y sus capitanes o capitanas de barco. Difíciles condiciones meteorológicas para singladura nada fácil pues las mareas bursátiles amenazan con hundir los gobiernos como si de naves de papel se tratase. Son malos tiempos para la lírica, ciertamente, pero no para la prosa. Y es que como en botica, de todo hay en la Viña del Señor. Hay quien, movido por ideales políticos agarra el timón del barco, se amarra a él y dirige la nave heroicamente hacia su norte. Hay quien- los menos- también se enrola y espera en la sentina al premio de la pesca electoral al amparo de la cual medrar calladamente en beneficio propio o de algún pariente de primer o segundo grado. Hay quien impelido por la amistad y el altruismo se entregue incondicionalmente a una travesía ardua y rodeada de monstruos marinos de lengua viperina y colmillos afilados siempre al acecho. Y es que no es fácil pilotar la nave con las aguas revueltas y con tanto embate.
En estos días los teléfonos suenan y se confeccionan las listas electorales. Es época en que se toca a rebato asambleario para que se haga piña y se dé imagen compacta de unidad. Es el momento en que las vulnerabilidades son máximas pues quienes se convierten en cabeza visible se juegan su futuro en la vida política. Un éxito catapulta a las mieles del poder y un fracaso puede llevar al ostracismo político. Ahí es nada. Igualmente quienes aceptan ir en un listado dejan de situarse en circunstancia de anonimato y saltan a la palestra política y social, analizándose su trayectoria personal con precisión de cirujano.
En estos momentos en que los contactos sociales se mueven más que nunca, que las redes sociales se llenan de perfiles politizados, de noticias y comentarios, de rumores y sondeos, no deja de ser loable que haya personas que- a sabiendas de lo que todo ello supone – den ese paso al frente, hayan dejado atrás incluso alguna noche de insomnio calibrando pros y contras, y finalmente por motu propio accedan a prestar su imagen a alguna opción política. Siempre he manifestado que hacer tal cosa es un acto de valentía social (acentuado si cabe en municipios como los del País Vasco) pues a partir de ese momento de puesta de largo política como es la presentación de una lista se inicia un proceso de análisis comparativo de listados y calibración personal diversa que tiene su particular enjundia.
Más aún, llegará el momento en que profetas de lo político, desde sus minaretes académicos o virtuales, de “amiguetes”, y envueltos en banderas multicolores pregonarán a diestro y siniestro una crítica mordaz disfrazada de falso progresismo a una sociedad o a unos gobiernos que sienten – como diría Wim Wenders- “ tan lejos y tan cerca”, como si de una historia de amor y odio (Love and Hate Story) se tratase. Llegarán a prestar su voz de culturetismo revenido, de “caserismo ilustrado”, en foros que gustan de arrastrarse por la tierra al sol que más les calienta y que en ambiente de elecciones siempre hierven -pues se cuecen con el potaje del rencor pendiente más encendido o el ingrediente del morbo simplón-. Todos ellos sin acabar de salir del armario político pues es bien fácil criticar sin mojarse a fondo y ver los toros desde la barrera. Eso sí, no dudando verter sobre autoridades públicas presentes o pasadas frases incendiarias como si de unos “Nerones Augustos” de la opinión local se tratase.
Es por ello que, con tales circunstancias, sea preciso un alegato en favor de esas personas que de una manera u otra han salido en el pasado, salgan en el presente o tengan que salir en el futuro a la escena política local, autonómica o nacional, cada cual impelido por unas u otras motivaciones personales o de principios. Personas que se mojan bajo la lluvia que cae y que aguantan el chaparrón mediático con la esperanza de poder hacer algo por su comunidad más cercana, sus ilusiones y proyectos en forma de programa electoral.
Todos precisamos en estos momentos de acción positiva. Algo así sugería Tony Judt en un libro que me ocupa ahora, llamado “Algo Va Mal” (Taurus, 2010), donde citando a John Maynard Keynes explicita: “Lo importante no es que el gobierno haga cosas que los individuos ya están haciendo y que las haga un poco mejor o un poco peor, sino que haga las cosas que ahora no está haciendo nadie”. Me recuerdan estas palabras en cierta manera - y no dejando de lado el humor-, aquello de “menos samba e mais trabalhar” del sketch de Emilio Aragón. Se precisa una acción ciudadana real y efectiva: trabajar para hacer país. Las palabras de Keynes cobran rabiosa actualidad en el presente.
Justo es que desterremos, por tanto, esa costumbre tan propia como insana de criticar agriamente a quienes actúan diferente, a quienes obran de manera contraria a nuestros gustos, nuestros valores, nuestras creencias o quienes simplemente opinan o han opinado de otra manera. Todos en realidad formamos – retomando el símil naval- parte de la misma flota: la de nuestro país, la de nuestra comunidad, la de nuestro pueblo.
El tiempo cambiará, las inclemencias electorales amainarán y llegado será el momento en que la niebla levante y el día en que cada cual hará ejercicio del derecho de elección democrática que realmente es la manera en que mejor podemos contribuir a hacer una sociedad mejor.
Quizá sea el momento más valioso ese en que, quien tanto distorsiona, se dé cuenta de que su voto es eso: sólo un voto más. No es tiempo de profetas, sino de personas muestren con sus obras lo mejor de sí. Por ello, mi más sincera admiración a quienes actúan a día de hoy y dan un paso al frente desde cada una de las opciones y candidaturas, pues a veces la sociedad no siempre se muestra comprensiva con quienes así actúan.
De igual manera va siendo hora en que los medios construyan positivamente y no sólo ofrezcan la imagen de corrupción a modo de noticia, sino que igualmente pongan de manifiesto las buenas maneras de hacer política que igualmente se ejercen y que por desgracia no se dan tanto a conocer. Mi reconocimiento, igualmente, hacia las personas que han ejercido alguna responsabilidad pública – especialmente de gobierno- en nuestro pueblo pues han estado en ese ojo del huracán mediático.
Una buena manera de hacer pedagogía democrática es animar a nuestros jóvenes a participar en la vida social de su pueblo no sólo desde una cofradía- respetable y loable compromiso personal- , sino también desde una opción política, pues ya no se pone en España – como en Estados Unidos- a nadie en el punto de mira de nadie por militar o ser simpatizante de una ideología democrática diferente. Quizá la mayor salud de nuestra democracia o el mejor homenaje a nuestra trayectoria histórica reciente sea verificar cómo jóvenes se integran en listas electorales y participan activamente. Y ello pese a lo que llueve fuera, pues también la lluvia de la crisis arrecia torrencialmente sobre ellos y su futuro- que es el nuestro.
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