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A Jesús de las Necesidades
04.03.11 - Escrito por: Mateo Olaya Marín
Manuel Aguilar Aranda firmó en la Cuaresma de 1994 su cuarta marcha procesional con el nombre de “A Jesús de las Necesidades”, que sería estrenada por la A.I.M. Banda de Música de Cabra en el concierto homenaje a la Semana Santa egabrense de ese año. El buen resultado que estaba cosechando desde 1991 con sus marchas, animó al Hermano Mayor de la cofradía de las Necesidades a dirigirse al compositor para dejarle entrever que le gustaría que hiciera lo propio con el Titular de la hermandad. El compositor egabrense, una vez que la idea maduró en su seno, se entregó al pentagrama enfrentándose a ese abismo que produce el papel en blanco, superando satisfactoriamente el reto y cristalizando una de las mejores marchas procesionales de nuestra Semana Santa.
Presenta un esquema que aporta sensación de unidad, pues se supedita claramente al desarrollo del tema fundamental expuesto en la misma introducción. Ésta, según su propio autor, está inspirada en los momentos que pudo vivir durante muchos años cuando asistía al tradicional y fervoroso besapié. Así, el diseño de esta introducción es un modelo de pregunta-respuesta entre los instrumentos, que se repite tres veces en razón de la advocación de la Imagen a la que va destinada la música. La sensacional metáfora convertida en fraseo musical, nos permite observar cómo el devoto se arrodilla ante las dulces facciones del Señor para pedirle e invocarle ayuda –pregunta-, mientras que Él le concede cada una de las tres necesidades –respuesta-.
Tras un puente, llega el tema principal que es continuación de la introducción. Después sobreviene el llamativo giro de una saeta, donde Manuel Aguilar quiere evocar el paso de Jesús de las Necesidades por la calle Priego, cuando a la altura del Centro Filarmónico Egabrense una desgarrada saeta llora el martirio del nazareno en su calvario. Unos compases en fuerte conducen a lo que podríamos denominar el trío, primeramente descrito en piano y luego en fuerte, enlazándose de nuevo con la saeta que antes había aparecido, pero en esta ocasión con mayor ornamentación. Seguidamente, serán las notas de esta saeta las que desembocarán en el final de la marcha.
En esta marcha, Aguilar se atreve con un tratamiento complejo de la instrumentación de la banda, construyendo un entramado sofisticado de arpegios y contrapuntos, motivos que van sucediéndose entre las diversas cuerdas de la banda y una armonía profunda. Es sin duda una de esas páginas musicales que saltan a la vista por su especial concepción. De hecho, su autor la recuerda como la marcha que más trabajo le ha costado en el proceso de diseño, maduración y materialización.
Se caracteriza por su solemnidad y elegancia, siempre acogidas en la tonalidad de la partitura, do menor. A lo largo de sus compases, se suceden pasajes con cierto predominio del metal que quieren simbolizar alguna parte del recorrido de la hermandad en la calle, como puede ser la carrera oficial, o cualquier rincón del itinerario donde resalte más la impronta poderosa del paso.
Ni que decir tiene que hay hueco también para que las maderas hagan su papel como creadoras de atmósferas nostálgicas e intimistas, remitiéndonos a otros momentos que se prestan al recogimiento. Lo que nos conduce a pensar que el autor pretende recrear la procesión del Miércoles Santo a través de la partitura, perpetuando así los sentimientos y las imágenes que recuerda, cobrando especial relieve el besapié al Cristo y su tránsito por la calle Priego.
El reciente cambio de estilo musical de la hermandad, ha provocado que por desgracia esta marcha no se escuche en la tarde y noche del Miércoles Santo. En la medida de lo posible, deberíamos mantener esta partitura en los repertorios de las bandas de música que participan en nuestras hermandades, sólo, que no es poco, por el mero hecho de ser una de las marchas más especiales y bellas del patrimonio musical de la Semana Santa egabrense.
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