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De Carnaval y Cuaresma
10.03.11 DESDE LOS MIRADORES - Escrito por: Rafael Valentín Villar-Moreno
Aunque yo no soy muy carnavalero, reconozco que en el de Cabra esta edición ha resultado como poco brillante. Mucho podría explicar de mi escaso entusiasmo por esta fiesta, pero que con explicar la razón principal estimo que es bastante. Esta razón es simple: la decepción. Cuando la democracia restauró la libertad para hacer la fiesta, el contraste entre lo que los mayores me habían contado, y la realidad, me tiró al suelo el entusiasmo. Como suele pasar el recuerdo magnífica lo evocado.
Yo esperaba diferentes murgas y chirigotas cantando por las calles y bares, y nada de eso, por lo menos de forma significativa. Al parecer también lo esperaba el ayuntamiento de turno, que si puso dos o tres pequeños tablados en sitios que podrían haber sido estratégicos, recuerdo el de la confluencia de la calle Las Parras con Barahona de Soto, no sirvieron para nada. Gran parte de la culpa pudo a su vez tenerla el propio ayuntamiento que ocupó el escenario de la Plaza de España con el Gino Font de turno. La gente se agolpó como muermos ante la actuación y el carnaval, sin nadie pretenderlo, se institucionalizó.
Después del desengaño tampoco yo he hecho nada para variar la situación. Me sigue pareciendo una fiesta estupenda para aquellos a quienes les gusta. Mi máxima aportación es soportar con resignación cristiana los conjuntos o como este año a los “pincha discos”, a toda pastilla desde las siete de la tarde o antes con los “sí, sí… se oye”, hasta la una de la madrugada. Con la mala suerte de que suene la música que suene, sólo escucho el pum, pum de fondo con su correspondiente y continuo trepidar de los cristales. Al parecer debo tener directamente dirigido el potentísimo altavoz de la melodía de fondo, que sirve igual para un tango que para rock duro. Y aunque todo lo relacionado con los excesos de ruido me pone de los nervios, por razones de estricta justicia, no me quejaré demasiado de esto. En fin doy este sacrificio por bueno, ya que va en beneficio de la comunidad.
Me merecen mención aparte la cantidad de máscaras, su lujo y el buen gusto que en general se ha apreciado, si hago un poco de demagogia me puedo preguntar por la crisis, pero no lo haré como muestra de respeto hacía quienes queriendo no habrán podido. Tampoco han faltado aquellos que año tras año se dejan las meninges buscando la originalidad de los tipos, así que ¡como no!, ha habido algunos curas, obispos y guardia civiles. Mi felicitación a los portadores de estos disfraces por su originalidad.
Y ya que estamos hablando de curas, nos hemos metido en la Cuaresma que como siempre será numerosa en actos religiosos, diferente tema será la cantidad de asistentes que tengan. Este año la Cuaresma tiene el especial condimento de la campaña electoral en la práctica. Pediría a los señores políticos que no intentaran hacer política en los “cuartelillos”.
Según la división convencional, los señores políticos de la derecha serán creyentes y católicos. Y los señores políticos de la izquierda serán agnósticos y un poquito anticlericales. Bueno esta es la división convencional, que no la real. Teniendo esto presente cabe pedir a los púlpitos una justa neutralidad. La Iglesia debe predicar su doctrina, que con eso ya tiene bastante trabajo, y no pensar que ninguna opción política le va a devolver el nacional catolicismo. A los fieles hay que trabajárselos, y llenar los templos de gente convencida, no de gente hipócrita y obligada.
Los políticos de cualquier ideología lo tienen más difícil si son católicos ¿porqué?, porque mentir es pecado. Un político aconfesional puede mentir, sólo será una falta de ética, o un delito si es en documento público, pero ante Dios siempre tendrán la excusa de decirle: “es que yo no creía en usted”. Pero a ver ¿que político católico es capaz de presentarle a Dios una enmienda a la totalidad?
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