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Encuentros
02.04.11 - Escrito por: Araceli Granados Sancho
Hay algo especial, que le pasa a mucha gente de Cabra. ¿Lo mismo les ocurre a los de Priego también? Le preguntaré a uno que vive por debajo de casa, en la misma calle, para aclararlo. A lo mejor les ocurre a los de Madrid, y también quizá a los italianos. Habría que investigarlo; sería buen momento ahora, que se hacen tesis y estadísticas de los temas más insospechados.
Resulta que he oído decir, cuando lo más lejos que yo viajaba era a “los Pelaos” a ver a mis abuelos, que era frecuente encontrar, por casualidad, a gente de Cabra en el lugar donde fueras. Ya sabe usted, que no sé por qué los de Cabra nos conocemos todos. Este hecho es también peculiar y extraño, ya que convendrá usted conmigo en que no puedes conocer a 20.000 personas. Pudiendo ser cosa del agua, o de casarnos unos con otros, lo cierto es que si vives fuera y vuelves en vacaciones, cuando empiezas a ver egabrenses convienes en que de todos te suena la cara. Y usted dirá: es porque los vistes desde pequeño; bueno, pues será eso.
Después de esta disgresión, que tenía el sentido aclarador de mostrar que, a mi entender, donde veas a uno de Cabra lo reconocerás, aunque nunca lo hayas tratado, vuelvo al tema de este inútil ensayito.
Quizá sea natural encontrarse a uno de Cabra, o varios, en las playas de Málaga durante cualquiera de los meses de estío, teniendo en cuenta que son las que nos quedan más cerca. Esto me parece natural y hasta esperado. Encontrártelos en Madrid me parece más extraño, pero siendo la capital del reino y ciudad de acogida de muchos universitarios, sigue estando dentro de normal. Más raro me parece los que nos ocurrió a nosotros, que estando tan tranquilos, enseñando a mis cuñados el santuario mayor del pueblo donde residimos, vimos a un apreciado compañero de instituto con su familia visitando el mismo sitio. Dada la tradición religiosa de Cabra, y siendo año jubilar en este lugar, puede que esto tampoco estuviera fuera de lo razonable.
Pero lo que me animó a reflexionar sobre los encuentros de egabrenses fuera de Cabra fue, además de la afición del opositor por los temas más insospechados, el encuentro de mi marido y mío en Siena con un egabrense. A mi no me extrañó, ya que él es profesor como nosotros y también llevaba a un grupo de estudiantes; además, la visita a esta ciudad está en casi todos los itinerarios culturales que se precien de ello, como ya pudimos comprobar. Pero sí se extrañaron los otros profesores que venían con nosotros, ya que además solo íbamos a estar allí tres horas. No era cosa de explicarles, con las prisas que llevábamos, que esto ocurre con la gente de nuestro pueblo, que te los vas encontrando por dondequiera que vas.
Quizá se pueda extraer una cosa grandiosa de estas… ¿coincidencias?: la posibilidad, al alcance de casi todo el mundo, de viajar donde quiera al menos una vez en la vida.
Me queda la duda de hasta donde llegarán estos lances del destino. ¿Le habrá ocurrido esto a alguien fuera de Europa? Encontré otra razón para viajar, por si ya no tuviera suficientes.
Dedicado a los “encontrados” en Siena: José Manuel Jiménez Migueles y José Manuel Valle Porras.
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