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El cielo del "abó"
05.04.11 - Escrito por: Francisco Agudo López
- El "abó" está en el cielo, con Pablo.
Esta es la expresión con la que mi hijo me hace emocionar cada vez que su aún pequeña pero resuelta memoria recuerda a su abuelo materno Alfredo Roldán Osuna. El "abó", como Javier llama a su abuelo, se nos marchó una inesperada tarde del pasado octubre, sin duda, para engrandecer un lugar que poco a poco, con el devenir de los días, se puebla de más y más amigos y seres queridos.
Con los años uno tiene ya unos cuantos vecinos en esa "celestial barriada". Unos mayores y otros no tanto, pero en definitiva, personas importantes en nuestra vida y que, como prenda, se llevaron un cacho de nuestro corazón.
En éstos meses hemos vivido la pérdida de mi suegro Alfredo, algo doloroso e inesperado no sólo para nosotros, sus familiares, sino también para todos los amigos y conocidos que aún hoy nos siguen deteniendo en la calle, acongojados y conmovidos por el triste desenlace de sus días con nosotros. No aún recuperados hemos asistido con suma tristeza al fallecimiento de nuestro hermano Manolo Castro, algo que ha sido un fuerte "mazazo" no sólo a los que le rodean, sino a todo el ámbito cofrade egabrense. Sin duda Manolo será recordado por su trabajo en su hermandad de la Humildad y Paciencia, su Hermandad, así como por los años que dedicó a la Presidencia de la Agrupación General de Hermandades y Cofradías de nuestra ciudad. Gente ejemplar, respetuosa y con verdadero sentimiento cofrade.
Como Manolo, mi suegro Alfredo fue una persona ejemplar. Ejemplar por su comportamiento con los demás, por su sentido de la colaboración, por su responsabilidad y, como no podía ser de otro modo, por su humildad. De siempre su colaboración ha sido desinteresada, como la de tantos buenos hermanos de ésta noble Cofradía. Jugar "el suscrito", participar de las convivencias en la Casa de Hermandad, viajar con los hermanos ... son ligeros ejemplos de su perfil cofrade. Pero quizá el que resulta más emblemático para mí es el que ha venido sucediendo cada Viernes Santo desde que tuve la suerte de ser acogido en su casa como un hijo más. Me refiero al acompañamiento que él y su mujer Carmen hacen cada estación de penitencia detrás del Señor, con vela en mano y cerquita de Mari Sierra Marín, contemplando la espalda de Jesús, símbolo del trato injusto con el que los hombres nos tratamos entre nosotros mismos. Algo que Alfredo, de noble corazón, siempre detestó. Y es que lo peor que a veces hay para un ser humano es precisamente otro ser humano. ¡Que razón tenías Alfredo!
Con todo, de Alfredo me quedo con todas las valías que poseía, que no eran pocas, y que seguro me servirán en mi propia vida para ser mejor persona, mejor familiar y, sin duda, mejor cofrade.
Querido suegro, te relevo en la protección de tu querida perla, la que hoy es mi mujer, mi Carmen. Te puedes quedar tranquilo en "tu cielo" porque juntos velaremos para que tu hijo Alfredo y tu esposa Carmen se sientan más acompañados en éste difícil trayecto que ahora inician. Y descansa siempre en paz, que como ves a tus nietos le hablamos continuamente de ti y tus cosas, para que nunca te olviden y siempre te lleven en su corazón.
"Abó" Alfredo, gracias por todo lo que nos diste. Y cuida de Pablo, así Javier estará feliz y tranquilo.
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