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A Mateo Olaya
14.04.11 - Escrito por: Juan Tomás C. R.
 Parece que es la hora, y sí, es la hora.
Alea jacta est.
Ya no hay marcha atrás.
Ya solo cabe una huida hacia adelante, una huida de miedos y nerviosismos, de dudas e incertidumbres, de timideces y de pánicos escénicos, para encontrarte en este minuto mejor que en el siguiente, con el beso, el abrazo, la caricia y el reconocimiento, con que en forma de caluroso aplauso, verás recompensado tu esfuerzo dialéctico y tu calidad lingüística, que sin duda no serán otra cosa que una operación a corazón abierto a la que te someterán toda una vida en general y casi un embarazo en particular -(Agosto-Abril)- de intensísimo sentir cofrade.
Si Mateo, es la hora, es la hora del alumbramiento de lo gestado en esos casi nueve meses, en los que tus entrañas han dedicado cuerpo y alma, incansables días e interminables noches, a talar cada rama de los tuétanos de tu devoción por todas y cada una de las advocaciones, para que al final se cumpla el dicho: “de tal palo, tal astilla”.
A ti, que eres un tonto de capirote; ¡¡¡¡¡ayyyyyyyyyyy, ya hubiese querido conocerte Unamuno, y no se habría atrevido a definiros como necios e incapaces!!!!!.
A ti, que tan hábil y magistralmente, conviertes el verso en prosa y la prosa en poema de singular belleza, lo que por el caprichoso efecto boomerang o por aquello del pescador pescado, te convierte en la versión humana de la prosa poética y del verso prosaico.
A ti, forense de sentimientos, de emociones, de vivencias, de sensaciones.
A ti, forense de añoranzas sacadas del baúl de lo que fue, que indignado por el triunfo de la debilidad de la tradición frente a la fortaleza de la sinrazón, reivindicas el reflote de algún buque insignia que nunca debió haber naufragado.
A ti, mago, que sin conejo ni chistera, eres capaz de conseguir que el hombre se convierta en niño y que el niño se vea ya hombre: “la cera que hoy pido, yo la daré mañana”.
A ti, forense de la memoria, que con el sin par bisturí de tu autorizada voz, vibras y sangras a borbotones a golpe de cada sentimiento, emoción, sensación o erizado de tu piel, para con el también sin par mortero de tu cultura musical y literaria, compactar cada exhalación descuartizada, transformarla en una lujosa e inigualable, envidiada, envidiable e inimitable Arquitectura de Palabras de diseño exclusivo y de estructura antisísmica y convertirte así en una primera Autoridad Semanantera, de la mano de esos índices que van dictando sentencia y sentando cátedra en cada una de sus expresiones acompasadas que van pedaleando cual tandem al ritmo de la letra y música de tus exaltaciones y que van describiendo, dibujando y escribiendo con ademanes de oro, lo que ya y de forma inevitable, quedará para siempre grabado a golpe de tambor, de llamador, de corneta y campanilla, en las páginas de la memoria histórica de la Semana Santa de Cabra.
A ti, que haces de la metáfora un altar y del altar un templo rebosante de velas multicolores en el que embriagarse de aromas del Jardín Botánico de La Gloria, mientras que entre sollozos de un corazón desgarrado por el dolor, el padre que perdió a su hijo o el hijo que perdió a su padre, pide a su titular por el eterno descanso de su alma, acompañado de un celestial coro de querubines vestidos de verde esperanza.
A ti Mateo, compañero y sin embargo amigo como me gusta llamarte, que cuando tras aquel HE DICHO, se apagaron las luces y se bajó el telón del Teatro El Jardinito, sin embargo sus paredes seguirán impregnadas para siempre del elixir de tu aliento hecho pregón, de tu pregón hecho poesía, y de tu poesía hecha oración, y permanecerán por los siglos de los siglos, revestidas de ese rojo sobre blanco, que estoy seguro que tú también lucías bajo esa indumentaria oscura que el momento requiere y que el protocolo exige.
Tú saliste por sus puertas, pero tras ellas quedará para siempre el eco de tu voz y la estela de tu caminar tranquilo y sereno, como testigos mudos de la Semana Santa que anunciaste.
A ti y por último, amigo Mateo, Hermano de mi Hermandad que es tuya, y yo de la tuya que es la nuestra, esa, la del rojo sobre blanco, contertulio de muchas cosas durante “poco” tiempo, aunque el suficiente como para haber conocido en más o menos profundidad el timbre de alguna voz desconocida, la caligrafía de alguna pluma por descubrir, o la cantera inagotable de conocimientos cofradieros y de música celestial, y de reflexiones, deducciones y conclusiones de algún tonto de capirote, deseoso sin duda de poder sentirse gozoso de que EL TIEMPO DE LA MEMORIA, PERDURE EN LA MEMORIA DURANTE MUCHO TIEMPO.
Juan Tomá
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