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Lo que no se puede decir
14.04.11 - Escrito por: Araceli Granados Sancho
 Esta tarde he estado oyendo a Álvarez Cascos en Onda Cero promocionar su nueva formación politica, interrogado con gran profesionalidad por Julia Otero. Lo de entrevistado es un eufemismo, porque la periodista no ha logrado que opine sobre varios temas que le ha ofrecido. Es una pena que este político no exponga claramente sus ideas sobre determinados asuntos, la mayoría referidos al Partido Popular.
A la pregunta sobre si le parece conveniente que entre en las listas un imputado como Camps, silencio. Aunque posteriormente aclara, de forma sutil, que en su formación se respeta un código ético que impediría adquisiciones de este tipo. A la pregunta sobre qué le parece que el Partido Popular sea valorado en las encuestas con la conocida diferencia de puntos respecto al Partido Socialista, en vistas del próximo encuentro electoral, y que, sin embargo, no reciba la misma valoración su líder Mariano Rajoy, silencio; o salida por la tangente con respuesta tipo: «Yo no acostumbro a hacer valoraciones personales».
Cambiemos de bando, a ver si ahora habla claramente, debió de pensar la Otero. Preguntado por la posibilidad de que Rubalcaba sustituya a Zapatero, con primarias o sin ellas, tampoco entra al trapo, y dice que prefiere no inmiscuirse en los asuntos internos de los partidos –¡Dios mío! Este hombre, ¿de qué tiene opinión?–.
¡Ah!, puede resultar que, como se va a dedicar a la política regional, y esta se encuentra tan separada ya del Estado, todas esas cuestiones ya no tienen que inmiscuirle al político que vivirá en Oviedo. Otero le avisa sobre su posible relación con los populares si ambos gobernaran en los próximos comicios respectivos. Supongo que con los dineros en la mano para repartirlo entre los asturianos, ya si empezaría a tener opinión de algunas cosas más.
Lo cierto es que yo, mientras daba brillo a mi cuarto de baño, pensaba a qué venía tanta prudencia y cortesía con los adversarios. Los votantes en tiempos convulsos necesitan conocer a sus representantes lo mejor posible, porque, como bien ha dicho él, los ciudadanos votamos a las personas en la mayoría de las ocasiones. Y, bien pensado, no es la marca de aftershave que utiliza lo que nos interesa –como si fuéramos un grupo de adolescentes en persecución de Justin Bieber–, sino sus opiniones políticas a todos los niveles, ya que también podría tener representación en la cámara nacional con posterioridad.
Yo dejo a su malévola imaginación, lector, adivinar cuáles son los motivos de este viejo político para adoptar el perfil mutista de Rajoy, del que tantas cosas parecen separarle, a su juicio. Deberé acordarme, sin embargo, de avisar a mis amigos asturianos –responsables de mi dolor de cabeza esta mañana, y a los que tanto me gusta ver escanciar sidra– de sus declaraciones, ya que en una ocasión me hablaron del aprecio de muchos asturianos por este político.
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