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El apunte musical
19.04.11 - Escrito por: Mateo Olaya Marín
El celofán gris se disipó cuando tenía que llegar la hora. En esas, que gorjeaban como estrellas en el cielo esos vencejos que se encargaron de poner las espinas al crucificado del Calvario, que en pocos minutos iría poniendo al barrio el nombre de Dios por sus esquinas. El milagro se produjo con el trabajo de unos costaleros que desprenden a cado paso mucho cariño y amor. Debajo hay costales que hablan de muchos Lunes Santos, muchas fajas que se ciñen siempre por el mismo día, fuera de modas y de corrientes, alejados de lo nuevo y llamativo: ellos siempre trabajadores en el calvario.
Y como nunca, la corneta tocaba a muerte, sobre la muerte serena de Cristo.
El cielo ya estaba tapizado del celeste de Dios, y se clavaron en la plaza esos tres acordes pétreos de la marcha “Sangre en tus Clavos”. Metáfora musical para el momento: como los tres clavos que tienen a Cristo alzado en su cruz abrazando al pueblo de Cabra diciéndole que ahí, arriba, caben todos. Sobrevenía el pasaje del silencio roto por el fraseo obsesivo de trompetas y el llanto de la Virgen de la Concepción caía cristalizándose en el friso de lirios.
La banda de las Angustias hizo una interpretación fina y elegante de la marcha, que la continuaría con “Consuelo Gitano”. Fue cuando el que esto escribe dio un paso atrás, le invadió el repeluco del recuerdo y se transportó a esos años noventa en los que esta melodía tan solemne sonaba en esta misma plaza. Pero tenía que haber algo más. El paso andaba de frente, poco a poco, pausado y ya se recortaba sobre el fondo vegetal del laurel cuando comenzó “Beso y Traición”. Se pudo recordar que la música se elevaba al Señor devolviendo en su marea de metal que fue un beso y una traición lo que le llevó a aquella cruz.
El evangelista del paso apuntaba con su dedo al rótulo de esa calle que en la recogida es el camino más corto para rezar en la tristeza, que lleva el mismo nombre que lo tiene enclavado: la Cruz. Y ya lo único que se podía ver eran los candelabros espigados trazando fogonazos por Pepita Jiménez abajo. La muerte se iba sobre el callado gozo de unas coplas a María.
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