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El lenguaje
28.04.11 - Escrito por: María Araceli Granados Sancho
Sobremesa de miércoles. A la mesa, profesores y militares, por azar. Aunque, tal como se está poniendo la educación, más nos valdría a algunos de los primeros ir aprendiendo estrategias de los segundos, si nos dejaran ponerlas en práctica -cosa que parece difícil, mientras las leyes de educación las hagan los que no están en las aulas-. Pero no nos desviemos.
La comida trascurre alegre, pero se agrava en los postres, porque uno de los comensales marcha para Afganistán. Estando mi vida alejada de este tipo de experiencias, siento una curiosidad enorme, y quiero abalanzarme sobre él y hacerle todo tipo de preguntas, pero como no le conozco he de disimular y mostrarme cautelosa –aunque cuando me contesta con amabilidad dos veces ya se me ha olvidado la cautela-.
Este buen mozo es guapo y joven, de sonrisa generosa, que no termina de perder en el rostro ni cuando te habla de la posibilidad mas trágica; fuerte física y mentalmente, al que le parece normal hacer una marcha de 40 kilómetros el día que se lo pidan –y con mochila a la espalda-, si bien aclara que es importante llevar puestas buenas botas y usadas de bastantes días. Se muestra sereno, aunque en alguna expresión de duda aparece una llama de temor, necesaria; que seguro se convertirá en prudencia para conservar la vida en este “conflicto armado”.
Nos ha repetido varias veces “conflicto armado lo llaman”, como si pensara que este maldito eufemismo le restara importancia a un trabajo tan digno como el nuestro, pero que puede implicar morir por tu país. La insurgencia afgana, nos dice, está entre la población civil, y esto hace que la resolución del conflicto se alargue hasta la eternidad –podriamos decir-, porque cuentan con la protección que voluntaria o involuntariamente le presta la población, que sirven de escudos humanos. Unida a esta dificultad está otra norma que nos relata, a la que atendemos con estupor, la cual supone que no puedes disparar hasta que el otro te dispare. La postura de la OTAN es sólo defensiva y no ofensiva, en un país en guerra ofensiva, si es que fuera necesario añadir este calificativo al sustantivo que ya dice esto y mucho más.
Pensando en estas cosas me vengo a casa: en sus comentarios sobre lo que va a hacer con el dinero que va a ganar –nada fuera de lo normal, pero tan ilusionante y digno como pagar su coche, y pensar ya en salir la próxima vez para meterse en un piso-, y en su aviso de que yo también podría hacerlo si quisiera. La vergüenza no me ha dejado decirle que yo no tengo esa valentía tan coherente. Tal vez lo haría si lo necesitara, o tal vez soy más cobarde de lo que creo.
Mi motivo para escribir sobre ésto es denunciar la falta de información sobre lo que ocurre allí y en otros lugares donde nuestras tropas están intentando restablecer el orden, en guerras como las que ocurrían en los años del gobierno de Aznar, y también en los de Felipe González.
Los profesores de filosofía acostumbramos a decir que el lenguaje crea la realidad. Esto lo hemos tomado prestado de Aristóteles. Pues, en honor de Aristóteles, y de todos nuestros soldados en Líbano, Afganistán y dondequiera que estén, no nos dejemos engañar por el lenguaje, en lo que dice y, tampoco, en lo que no dice.
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