|
A golpes de corazón...
30.08.11 - Escrito por: Maria José Carmona
A golpes de corazón, vengo a decirte que lo estamos intentando pero el mismo corazón y sus golpes nos están dejando claro que nunca lo vamos a conseguir. Por eso, unas palabras que iban a ser de despedida se han convertido en una especie de plegaria.
Sí, una plegaria a ti. ¿Qué por qué no? ¿Quién es capaz de negártela? Por cómo fuiste y por cómo te fuiste, si es verdad que hay un lugar para los mejores, ahí debes estar. Y en ese lugar, conociéndote como te conozco ya te habrás metido en el bolsillo a los más importantes.
Por eso te pido, papá, que intercedas por nosotros. Que a quien corresponda le digas que nos mande fuerzas, porque hacen falta muchas para no caer en picado en ese hueco tan grande que has dejado. Pero no sólo a nosotros, los más cercanos, sino también a tus amigos y a todo el que te conocía. Porque, papá, te lo creas o no, hasta quienes tú y yo sabemos te echan de menos.
Qué gracia me hacen ahora y, sobre todo, qué ridículos los veo mirando a través de tus ojos privilegiados. Esos ojos del color del mar que te vio irte. ¿Recuerdas lo que me contabas unos días antes? Fue tu primer viaje. Con once años fuiste hasta el Puerto de Sta. María de campamento. Tu primer viaje y el último tuvieron el mismo destino. Caprichoso que es el puñetero. Y también el destino quiso que nos dejaras en el mismo lugar en el que se despidió un año y pico antes tu gran amigo Alonso Santiago. ¿Qué andaréis haciendo…?
Estoy triste porque no voy a escuchar más tu risa, con la que lo llenabas todo. Tus consejos, tus bromas. Tu comprensión y tu maestría. Todo eso lo estoy echando ya de menos. Pero al mismo tiempo que lloro por todo esto, esas mismas lágrimas rozan una sonrisa que empieza poco apoco a aparecer. Y es que soy consciente de haber sido una privilegiada porque te he tenido como padre.
No, papá, esto no es una despedida porque siempre estarás en nuestros corazones.
Te quiere, tu hija.
María José.
|
|
|
|
|
|