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Estampas de enfermedad
06.11.11 - Escrito por: Araceli Granados Sancho
La observación indiscreta de los demás nos saca de una rutina que parece, cada vez más, el "eterno retorno" de lo mismo, de ese autor descreído que, como aficionados a la filosofía, algunos quizá hayan leído. Ya no estoy segura de cómo aprender más, si haciendo un máster, sin el cual hoy parece que te faltara un apellido –por ejemplo, Fulano Pérez, máster en Teología, Relaciones Laborales o cualquiera otra de las denominaciones de las carreras–, o yéndome un rato fuera de casa a observar a la gente. Es conveniente observar con detenimiento a los demás, a los altos y a los bajos, a los guapos y a los feos, a los sanos y a los enfermos. Parecemos todos iguales, pero qué distintos somos.
Ya hace algunas semanas que fue el día de la salud mental en nuestro país. El que haya un día de reivindicación de este tipo es la muestra del atraso que padecemos, a pesar de lo mucho que hemos avanzado en este ámbito. En la radio pude oír a un oyente que trabajaba con este colectivo decir que no había dos esquizofrénicos iguales. Yo hago mía esta apreciación, para recalcar que no hay dos enfermos iguales.
El mundo de la enfermedad, del que yo poco puedo decir, porque los hados me libraron hasta ahora de ese lugar, debe ser otro mundo en el que todo se paraliza, y avanza después por otro camino con diferentes características para la vida. Las más de las veces se paraliza también la vida del sano que ejercerá la labor de cuidador, aunque esta constituirá una situación, dentro de su dureza, mucho más benévola.
Me causan mucho desasosiego las enfermedades neurodegenerativas que están proliferando cada día más, producto del alargamiento de nuestra esperanza de vida. El cáncer también sigue el mismo canon. Es el precio que tenemos que pagar. No podemos llegar perfectos hasta el final y, después, simplemente morir. Esto sería demasiado fácil.
Así que en muchas ocasiones la mente va abandonando el cuerpo, que todavía puede seguir un poco más. Pero sólo un poco más, porque la evolución, por ahora, no nos dotó para que nuestro cuerpo continuara sólo, sin la dirección de la orquesta. Esto sería muy poco adaptativo. Otras veces, es la movilidad la que se ve mermada, entorpecida o con problemas de coordinación. El enfermo tiene que adaptarse a esa nueva apariencia que ofrece a los demás, ridícula al principio, normalizada cuando nos acostumbramos. En los casos más dramáticos, ambas realidades, mente y cuerpo, se apagan a la vez.
Gracias a la lucha contra los estigmas, la visibilidad de personas con estos problemas ha aumentado, y ahora es normal encontrártelos en muchos lugares comunes. Yo veo a un anciano con problemas de movilidad bastante graves en la biblioteca a la que voy. Pasa allí las tardes, lee, y se distrae con los niños que, por un milagro del destino, son llevados a la biblioteca por sus padres. Cuando lo veo pienso: "Ni en este estado abandona, ¿para qué? Otro día fui a ver una vivienda a la que cambiarme, y me lo enseñaron dos hermanos, uno de los cuales tenía graves problemas de parálisis en el habla. Su problema parecía antiguo. Era sorprendente como lo trataba el hermano "que no tenía problemas" de habla. Lo dejaba expresarse y no lo interrumpía, le preguntaba lo que no sabía, tenía en cuenta sus puntos de vista. Yo no me enteraba de nada, aunque, a los cinco minutos ya entendía algo. Supongo que esto era lo que ellos esperaban que ocurriera.
Pero, ¿qué me dice de los cuidadores, a veces esposas, hermanos, hijos, que vieron al familiar sano y con una forma de actuar y pensar diferente de la que ahora tiene, producto de su enfermedad? Es duro para ellos aguantar junto con la persona que es víctima de esta situación, que, en muchos casos, no la asume con naturalidad -¿como, por otra parte?-, y se revela las más de las veces contra los que tienen más cerca. Escuchar a los familiares, relatar hazañas de quien ya no es ése que era, y verlos tristes, porque ellos también dejan su vida atrás junto al enfermo, es angustiante. Y no recomiendo las frases hechas dirigidas a quien está a cargo de esta situación, como "has de tener paciencia y conformarte con lo que te ha tocado". Nosotros en su lugar desesperaríamos también.
Vamos a ser una sociedad cada vez más envejecida, y aumentarán los casos de neurodegeneración física y mental y debemos concienciarnos para que las familias no estén solas en estos trances. Es necesario que lleguen ayudas a los domicilios, y, aun cuando algunas llegan ya, la pregunta sería si son suficientes. Las familias, que ya experimentan un gran padecimiento emocional, a menudo no pueden atender físicamente estos requerimientos. A veces hemos oído casos de homicidio entre ancianos, que pueden ilustrar la desesperación. El gasto social no está bien visto en estos tiempos, pero no creo que haya nada más prioritario que la vida de la gente.
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