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Y tú, ¿a quién vas a votar?
15.11.11 - Escrito por: Araceli Granados Sancho
Lo que le pasa estos días al Partido Socialista me recuerda la letra de una canción que dice así: «Y, ¿qué hiciste del amor que me juraste? Y, ¿qué has hecho de los besos que te di? Y, ¿qué excusa puedes darme si faltaste y mataste la esperanza que hubo en mí?». La canción termina exponiendo el olvido de la traición por parte del amado: «Si dices la verdad yo te perdono, y te elevo en mi recuerdo junto a Dios». No sé si el arrepentimiento bastará a sus votantes, pero yo he oído decir a Rubalcaba que se habían equivocado, lo que no recuerdo es si pidió disculpas. Tal vez un último golpe de efecto…
Me pica la curiosidad de saber cuál será la diferencia con la que el Partido Popular va a ganar las elecciones. Aunque todos intuimos que, probablemente, será tanta como la que señalan las encuestas. Desde luego hay que reconocer la capacidad de este registrador de la propiedad para aguantar en el sitio hasta que llegó su hora. La gente se ha cansado de esperar los brotes verdes, y ahora todo el mundo sabe que con Rubalcaba vamos a seguir hundiéndonos lentamente, porque los «clientes» se han dado cuenta que Alfredo es lo mismo que Zapatero. En cuanto a las políticas, porque ni que decir tiene que «habla» mejor. Algunas mujeres dicen que es sexi, aunque yo no lo veo, por más que lo miro. Me da que el efecto Suárez no se va a producir, y ¡qué bien le vendría!
Sí, tenemos miedo a los recortes del Partido Popular, pero ya menos, porque, ¿hay mayor recorte que no trabajar? Además, a nadie le tranquiliza el agrandamiento de la deuda, que es algo que el ciudadano no ve directamente, pero que está ahí y va a causarnos mucho daño. Hasta esto llegamos los que poco sabemos de economía.
Todos sabemos que estos que vienen tienen bastantes cosas que disimular. En algunos aspectos también son responsables del hundimiento, pero en este caso ya no vale malo conocido, porque lo conocido ha resultado malísimo. A pesar de todo, el ciudadano pide el cambio, con la esperanza de que nuestros jefes europeos vean que al menos nosotros estamos esforzándonos. Primero hemos aguantado estoicamente los recortes de Zapatero, y ahora nos dirigimos hacia otros más radicales. Espero que, además de Merkel, también la bolsa esté atenta a cómo hablamos los ciudadanos en democracia.
Hay gente como yo, que no sabe a quién votar. En medio de tu vida ajetreada, te paras a reflexionar y te dices: «Esta semana, además de ir al banco y empezar a comprar los regalos de Navidad, tengo que decidir lo del voto». No es difícil adivinar el porqué de la indecisión; basta con un pequeño ejercicio de reflexión sobre lo bueno y lo malo de unos y otros, y también de los otros «otros» –a veces hay que recordar que en España no hay sólo dos partidos, aunque, con la ley electoral que tenemos, le concedo a usted que piense que sólo hay dos–.
Pero la verdad es que escribirle a usted casi me ha decidido. Lo del voto útil no me termina de convencer, a pesar de las presiones del entorno. Lo que más me convence es el voto para mí, haciendo gala de la época individualista en que vivimos. Yo pienso que lo de la felicidad colectiva de Bentham es algo muy antiguo.
Lo cierto es que hay una doble fiesta el domingo, así que, comulgados o no, debemos ir a votar. Todos debemos pasar por las urnas, que tienen un horario amplio; y, de camino, ejercer nuestro voto convencido, de protesta, útil o de cualquier modalidad. Al menos ese día todos tendremos en la mente a nuestro país y su futuro.
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