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Castañas y familia
29.12.11 - Escrito por: María Araceli Granados Sancho
Hace dos meses que están los dulces de Navidad en las tiendas. Como dice un amigo, dentro de un tiempo la Navidad –comercial– comenzará en verano. Pero a mí lo que más me gusta de la navidad es otro bien de consumo: las castañas. Lo que me gusta no es comérmelas, que también, sino asarlas. Me gusta vigilarlas y darles la vuelta, y pensar cuándo estarán crujientes por fuera y cociditas por dentro; y me gusta ver comérselas a los que quiero.
He visto a gente asando castañas estos días en la ciudad, en alguna en casi cada esquina. Estos puestos, junto a las luces que adornan las calles, le hacen a uno sentir el espíritu de la Navidad. Siempre puedes parar un momento y hablar con el castañero y criticar a los políticos –que si todo fuera de otra manera ni tú ni el castañero estaríais hablando, os decís uno al otro– y comprar estos cartuchos que se venden un poco caros, pero que no te importa pagarlos porque sabes que este no es oficio bueno. Después, puedes continuar andando hasta tu casa, comiéndote alguna de camino, y guardando las demás para el que está esperando en el hogar, al que darás una buena alegría esa noche, y sólo por dos euros. Las castañas, bien mirado, hacen mejor la vida. Quién nos lo iba a decir.
Otra cosa que me gusta de la Navidad son las reuniones familiares. Por supuesto, yo también pienso que en alguna ocasión pueden ser algo artificial, algo que se haga más por obligación que por devoción. Pero reconozcamos que alguna de las tantas que vamos a realizar estos días son apetecidas. Uno puede compartir momentos con gente a la que no ve frecuentemente, y esto en un espíritu festivo. En estos encuentros, las personas intercambiamos impresiones y nos ponemos al día de las vidas mutuas. En el intercambio, a veces, reside el peligro del desencuentro, pero también puede estar aquí el lugar del consejo o de la felicidad por la buena nueva que te cuenta el otro.
Esto que tenemos los mediterráneos resulta ser algo de nuestra raíz. Estar en Navidad juntos es difícil de evitar, por muy ocupados que estemos y muy lejos que residamos. De ello se han dado cuenta, por cierto, los controladores aéreos. Lo estupendo es que el encuentro fortalece el vínculo y lo abre a nuevas posibilidades –casi siempre, claro–.
Aprovechemos para enorgullecernos de este valor familiar que conservamos, aunque los modelos de familia hayan cambiados bastante, como ya decía Martine Segalen en su Sociología de la familia, hace tantos años.
Mi deseo es de felicidad para todo el mundo y de exhortación al fortalecimiento del espíritu familiar. Felices Pascuas.
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