|
Los Reyes Magos son los niños
05.01.12 - Escrito por: Mateo Olaya Marín
Dos días hay al año, en los que volvemos a la niñez. Dos días en los que recuperamos la candidez del niño que fuimos. El Domingo de Ramos y el día de los Reyes. Cuando esta noche aparezcan en lontananza esas carrozas repletas de caramelos y juguetes, más de un adulto sentirá el repeluco de aquella inocencia que pareciera volver de su destierro, para acariciarle la piel que se eriza, o para destellarle en sus ojos incrédulos la magia de una noche sin horas tapizada por el terciopelo negro salpicado de estrellas y alguna que otra vocecilla inquieta por la tensa espera.
Hoy es, como ese domingo en el que no tienes manos si no estrenas nada, el día que todo lo conquista con la sola sonrisa de un niño; la noche del asombro, dibujada en cada rostro pueril boquiabierto. No hay mejor antídoto ante la fatalidad de la realidad, que un baño infantil de palabras entrecortadas por sus graciosas medias lenguas, o de risas espontáneas ante cualquier gracia que a tus ojos son simples gestos.
Hoy, Melchor, Gaspar y Baltasar, vendrán con su cortejo de niños repartiendo la esperanza en forma de caramelos. Nos abriremos para vencer los prejuicios y miedos con la concavidad de nuestras manos. Pediremos ese azúcar envuelto como el néctar de la ilusión, como la limosna que a cambio nos inocula la esperanza de un porvenir mejor. Incluso el tránsito de sus Majestades los Reyes de Oriente, será tan fugaz, que apenas les habremos esperado apostados en la acera, cuando al irse sintamos la el pellizco de la nostalgia en esas siluetas que se diluyen por nuestras calles y que conducirán a niños y niñas a resguardarse en sus casas para zambullirse en la noche de su particular gozo.
Pero hoy, la magia visitará rincones en los que se cuentan historias desgraciadas y más de un alma, con la desdicha metida hasta en el tuétano, sentirá la necesidad imperiosa de un rayo de luz, para burlar el revés de la vida. Y entonces los Reyes Magos no serán una quimera, sino verdad. Los veremos en esa sonrisa que esboza hasta la misma tristeza personalizada, en el abrazo entre un abuelo y su nieto, en el beso de un niño a su madre, en las manos entrelazadas de dos personas que le piden ese deseo, nunca imposible, a la estrella, en la felicidad que se respira incluso en una sala de hospital donde el calor lo dan unos juguetes y una mirada pura de incredulidad. Entonces allí, sí existirá la magia porque un órgano trasplantado le ha dado la vida a su cuerpo menudo.
Hoy se les iluminarán las caras, y con las suyas las nuestras. Con su felicidad, nosotros seremos felices, y con sus gracias, estaremos agraciados. El gozo tiene tres nombres que todos sabemos, y por los que nos resignamos, por más que pasen los años, a negarlos. Los Reyes Magos no son los padres. Son los niños. En ellos se cumplen los sueños.
|
|
|
|
|
|