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Prefacio de Cuaresma
26.02.12 - Escrito por: Mateo Olaya Marín
Todo quedó en un inmenso frío cuando la viste escapar la última vez. La lluvia se empeñó en escribir el final de la pasada Semana Santa y procuró que tu nostalgia, que siempre llevas muy dentro para alimentarte el resto del año, cobrara un sabor más agrio que dulce y tiñera de gris los recuerdos que se doblan en ese rincón infranqueable de tu propia alma. Quedó demasiado dolor, porque los siete días que tiene Cabra para ser pasión no pudieron dar todos los sonidos y perfiles que habitan en el laberinto de las emociones.
Ahora, pareciera como si la vida hubiera acelerado para alcanzarte. Hoy estás de nuevo, como cada año, en el prefacio, en el pórtico de cuarenta días de ese tiempo de la memoria. Te lo dice la ceniza que dibuja la cruz indeleble en tu frente en esa premonición de la caducidad de la vida, haciéndote carne de vísperas, o el gesto que intuyes cuando agachas la cabeza y el sacerdote recita las palabras que siempre recuerdas. Por lo civil, te lo dice hasta el sol que se suspende retrasando su caída, ribeteando de naranja la cal de las paredes. Se alarga la luz y se extiende para que los pájaros pregonen con sus cantos sobre celeste. Hay más tiempo para poder ser tú mismo y recorrer las calles y plazoletas de tu pueblo en la constante recreación de la belleza que aguarda como la flor que está a punto de rebullir.
Tu pueblo tiene formas para anunciarse. Y a su manera todo lo hace. En su quinario, Jesús Preso vela por la multitud con la profunda mirada de paz que desprenden sus ojos; no hay soga que le ate que pueda borrar el signo de libertad que es Él en sí mismo. En Santo Domingo estará en breve el Señor de las Necesidades con el cálido sentir de sus devotos que se arrodillarán por el peso de esas tres necesidades que esperan sus respectivas gracias. Crecerá, en un goteo sin irrupción, el jubileo de túnicas; los altares se levantarán entre un bosque de cera y un jardín de flores; el incienso tendrá cualquier rendija por la que colarse y hacerte sentir como un ser movido a golpe de impulsos, al que le crece las angustias conforme avanza esta cuarentena, en el único almanaque donde la lógica no descuenta las hojas de los días.
Ha sido Miércoles de Ceniza y Cabra toma conciencia de que a ella llegará la maravilla de la Semana Santa. Mientras tanto, ya adviertes, sientes, que se abren los balcones que encierran todos los sentidos dormidos y te dispones a vagar por la calle que conducirá al gozo de siete días. Allí te esperan un Hombre que renunció a su vida por amor, y las lágrimas de su Madre que son el espejo de la pureza.
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