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Esos días azules
22.03.12 - Escrito por: Eduardo Luna
No habrá atardeceres más hermosos que aquellos que te ensombrecen el alma rota por las horas, el cansancio azul y plata, el voluptuoso sol que dibuja sombras en fachadas de pureza inmensa que nos abren en siete días una puerta al escalofrío y nos cierran con un cerrojo de arcilla toda ventana al exterior para romperlo un día tras otro y verla pasar sin sobresaltos, pero sabiendo que mientras pasa se va, mientras agoniza, se adorna ella sola, mientras culmina su proeza, te aguarda en el más puro silencio de un esquina traidora que conquistara tu sentidos sin apenas darte cuenta.
Aunque no creas que calmarás todas las ansias de poder de los que te gobiernan, ni los harás humildes, ni fortalecerás sus creencias populares o religiosas, no conseguirás derrotar a la hipocresía, ni los mandatos en las sombras, tampoco conseguirás alejar de ti el protagonismo feroz que se apodera de los que creen que vienen a servirte y se van servidos y satisfechos para poner a la altura de la suela de su zapato el trabajo de los demás. Estás perdiendo la batalla en el corazón de los jóvenes, en el azul de la inocencia de los niños que van en la dirección correcta, en el ocaso de la buena voluntad.
Luchas contra veintiocho reinos de Taifas que en algunos casos no asumen su derrota física, económica y moral. Luchas contra el boato de gente que vino a pasar un día y hoy marca su territorio como si hubiera adquirido o heredado privilegios ancestrales en dos tardes y no en siglos. Luchas por los que se escandalizan por artículos como este y esos mismos a su vez diseñan su mordisco con sabor a cirio cansado en tardes de arena y populacho. Las fauces de los hambrientos están a punto de iniciar su poco reconfortante misión en menos de una semana. Entrarán por las puertas de la inmensa gloria de Cabra y ahí sin recelo, ni remordimientos, aplicarán su doctrina de mediocres para hundir aquello que no está en su catálogo de "buen gusto".
Crees todavía en la gente, lo sé, lo siento, pero hace falta un big bang que haga reflotar el fin último del lugar en el que nos encontramos. Te veo lejos y a veces me atrevería a decir que tu partes lejos, hacía islas aún no conquistadas por el galeón de la esperanza, a ver si ahí hay una luz que haga renacer el espíritu que nos caracteriza y no el dinero, que busque la paz y no la conquista material, que beba de tu mano y no te escupa luego, que se acerque a ti para abrazarte sin puñales que rasguen la noche, que no lleve bolsas de dinero sucio después de haberte vendido. Suspiras aún por el viento que envuelve el azahar de la más hermosa de las novicias, que besa a la primavera con unos labios dulces que se entregan por un beso en la mejilla y una mirada de luna llena que te dirá no busques entre los muertos al que está vivo. Me dueles y nosotros te dolemos a ti también.
No desesperes aún en el horizonte de luces que aparecen por el mar verde de hojas vivas que cubre tu tierra. Hay muchas vías abiertas, muchos silencios por escuchar, mucha revolución que necesita un soplo de espíritu renovador y revolucionario. Aún no es momento de resignación, estás viva, aunque herida, amada y odiada Semana Santa, pero en el fin de luz de tus brillos siempre se mantendrá sensualmente viva la llama y el recuerdo de Esos días azules.
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