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Al pan, pan y al circo, circo
03.07.12 - Escrito por: Mateo Olaya Marín
¡Qué sería de la vida sin los pequeños grandes detalles y los momentos concretos de felicidad! Hoy un país celebra una gesta deportiva. Sí, gesta. Ningún equipo hasta ahora ha logrado esta concatenación de grandes títulos internacionales, con un despliegue de medios técnicos que ha encandilado al mundo entero con jugadas y momentos verdaderamente bellos y artísticos, en un alarde de plasticidad en el que un simple toque de balón y giro de tobillo lo mismo sonaba al trío final del mejor pasodoble español, a un señorial vals vienés o a la más hermosa aria de una ópera italiana.
España fue nuevamente un vendaval futbolístico, que sacó a relucir su manual de toque, paciencia, rapidez, asociación, solidez, sacrificio y oficio. Todo un repertorio de virtudes amasadas por la sencillez y bonhomía de sus futbolistas, con Vicente del Bosque a la cabeza.
Pan y circo, dirán algunos, en un arrebato de autocomplaciente cultura altiva, como si en ellos residiera la verdad. Pero cuando un país tiene cada día menos pan, y el poco que hay se lo reparten unos pocos privilegiados, no están mal unos gramos de circo. Si la vida nos ofrece estos momentos vibrantes y estelares, incluso en plena vorágine depresiva y lánguida de un país que cuenta los días por malas noticias y los viernes por bombas informativas de recortes, qué menos que celebrarlo como se merece, esbozar una sonrisa y congratularse por la alegría que se nos regala, que ya las tristezas nos llegan sin pedirlas ni merecerlas.
Estos jugadores de fútbol, que con su excelencia profesional nos han elevado a un estado eufórico efímero, pero necesario y agradecido, tendrán sueldos desproporcionados y desorbitados, hasta insultantes en estos tiempos que corren, pero no han robado a nadie, sólo el balón a los contrarios para apoderarse de él. Por eso, que no pidan otra reacción al pueblo, sino es su júbilo comprensiblemente incontenible. Porque aquí, hemos visto desfilar a ladrones y mafiosos, rebañando nuestro dinero y mal gastándolo. Aquí hemos tenido que tragar con mentiras y medias verdades, con rufianes e incompetentes, con especulaciones urbanísticas y montañas ficticias de millones.
Unos locos jugadores, estratosféricos, con estrella, y sin embargo honestos y deportistas, nos han dado alegrías, nos han hecho sentirnos orgullosos, cuando últimamente sólo reconocemos razones para no estarlo. Han llevado el nombre de nuestro país a las cotas más altas de reconocimiento mundial, cuando otros se han encargado de mancharlo y vilipendiarlo incesantemente.
Así pues, toda muestra de celebración es justa y necesaria, pues constituye la respuesta espontánea de un pueblo que, tras muchos periplos penosos, no se ha sentido defraudado por sus referentes deportivos. Sí, en cambio, se siente engañado por una clase política a la que confió con sus votos un futuro que se ha oscurecido notablemente y que sólo hasta ahora, sirve como caballo de batalla de sus debates, intereses y pugnas políticas.
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