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Retales de Navidad
07.01.13 - Escrito por: Araceli Granados Sancho
En una ocasión, hace ya tiempo, escribí sobre las familias que pasan la Navidad en los hospitales, en los tanatorios o en sitios así. Por supuesto, no lo mandé a la redacción, porque ya me vale con la manía de agriar siempre a la gente. Pero estas circunstancias también están en muchas familias en esos días. En ellas, al vivirlas, uno se da cuenta del sentido de estas fechas, en las que conservamos la necesidad de estar juntos, que cobra especial significado en los momentos malos.
Para tanta gente que estamos fuera, ir a nuestro origen da un poco de pereza - no en vano nuestra vida está en otro sitio-, pero, una vez que has pasado unos días en tu lugar de origen y la visión de la gente te recuerda las cosas del pasado, y este te recuerda lo que crees que fue mejor, despegar hacia tu sitio es siempre difícil.
En esos días que vuelves, ocurren cosas peculiares, como que tu madre nunca te riñe y la gente que conociste en el colegio te saluda con verdadero interés, y estás tan arropado, con los regalos y las comidas que te gustan, que la vuelta al trabajo de mañana te parece una odisea.
Cuando eres pequeño, los lugares te parecen grandes y espléndidos, pero cuando te haces mayor todo te parece más pequeño. Esto me pasa a mí últimamente con nuestro pueblo. Pero no es algo negativo: se puede ver simplemente con el significado de acogedor. Por ejemplo la cabalgata, que ya sé que era más pequeña seguramente este año, pero cuando cumplo un año más, me parece un poco más reducida.
No creo que la razón sea que la ilusión se empequeñece al hacernos mayores, porque yo espero con nerviosismo mis regalos de estos días, sean lo que sean; a veces no puede uno creer que lo más insignificante te llene enormemente, simplemente porque el otro ha tenido que ocupar una partecita de su preciado tiempo productivo en pensar en ti, nada más. Si el pensamiento se pudiera envolver, el de esta clase digo, ya no habría que emplear más recursos.
Parece muy necesario que prolonguemos algo más este espíritu de paz, de amor y de ayuda de estos días, porque las situaciones son cada vez peores en muchos hogares. Y no es necesario referir que no parece que vaya a cambiar prontamente.
Todos nos danos cuenta de que para los jóvenes en Cabra, aun cuando en sus familias encuentren la ayuda más preciada, que los libra del hambre y la miseria, la situación es descorazonadora; no muy distinta a otros lugares del país. Creo que, ahora, la industria farmacéutica se va a hacer de oro, vendiéndonos ansiolíticos y todo lo demás que venden para la amargura.
La única solución para muchos, que pasa por marchar fuera, es enormemente loable y valiente, a pesar de que se cuente con la ayuda familiar y no sea bajo las circunstancias en que se fueron nuestros padres, como refiere alguna gente. Merece considerarse que la vida tampoco es la misma. Este camino, obligatorio para muchos, seguro que ha sido tema en la mesa de algunas casas; en otras puede que se haya brindado por quien este año ya no ha venido en Navidad, porque está demasiado lejos. Otra Navidad volverá, seguro, con algo bueno que contar.
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