|
¿Tu historia?
22.01.13 - Escrito por: Araceli Granados Sancho
Soy madre divorciada. Mi hijo tuvo padre, pero casi como si no lo tuviera. Ni cuando estábamos juntos se preocupó demasiado de aquello que había nacido de los dos con la esperanza de arreglar algo que estaba fracturado desde el comienzo. Pero en esa época yo tenía esperanzas y le quería, y pensaba que eso bastaba para reconducir a alguien. Ahora, el filo frío de la experiencia me ha enseñado que la gente no cambia nunca, por intervención de nadie ni de nada, a menos que quiera cambiar. Esto lo decía mi abuelo, al que yo no conocí demasiado, porque era aún pequeña cuando falleció.
La vida casi nunca ha sido buena conmigo y mis únicas satisfacciones provienen de ver crecer a mi hija sana y buena, dentro de lo indisciplinados que son la mayoría de los chavales de hoy. Las horas que tiene el día las conozco demasiado bien, porque hace mucho que las paso fregando. En realidad tengo suerte, porque soy buena en el oficio y me van llegando siempre nuevos trabajos, si es que pierdo alguno, en esta situación cada vez más estrecha para todos.
Pero no tengo nada para mí, porque trabajo demasiado y cuando llego a casa apenas me da tiempo a hacer la comida del día siguiente, recoger un poco el desorden de la niña y preparar la cena. Exhausta, me siento a observarla mientras termina los deberes y le digo que se dé prisa, porque se va a enfriar la cena. Y me culpo, porque la tengo abandonada para poder traer los recursos que aseguraran que ella no será una doña Nadie como su madre, una criada más. Eso no, para ella no.
Yo ya decidí en el pasado; y como si se tratara de un gran crimen que hubiera cometido, la vida no me procura satisfacción alguna. No tengo fines de semana, ni feria, ni Semana Santa... El tiempo que me queda lo paso con las tareas de mi casa y con ella, que creo que ahora, que está haciéndose una mujercita, me va a necesitar más que nunca.
Mis padres tampoco son un apoyo claro, porque están ahí, pero su voluntad nunca fue demasiado extensa. Mi familia política palideció tras el divorcio, a pesar de su explícito apoyo al principio.
Hace un tiempo que cuento cada vez con menos dinero diario y me he prometido a mí misma no decir nada a nadie. Tampoco quiero tocar los ahorros que tengo guardados para la universidad de la niña. Ella misma me dice que no pasa nada, pero yo sé que, si me olvido de ese depósito, en el futuro todo será más fácil.
Asi que, en las últimas semanas, he estado buscando escaleras que fregar o casas que limpiar hasta debajo de las piedras. No encontraba nada, pero hace unos días me han llegado nuevos trabajos. Momentáneamente, la situación está resuelta.
Esto le contaba a alguien nuevo que conocí esta mañana y que empezó, primero que yo, a sacar como chorro de agua sucia lo que no puede contar a los conocidos. Al verter uno en otro la historia de nuestra vida, no desaparece, pero se hace más pequeña sabiendo que alguien posee otra igual o peor.
Este relato lo dedico a todas las mujeres, firmes como torres, que hacen estas cosas y tienen esta vida.
|
|
|
|
|
|