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Reflexión "carnavalera" a vuela pluma
08.02.13 - Escrito por: Mateo Olaya Marín
No soy ducho en el Carnaval, ni el más idóneo para hablar de esta fiesta que en Cabra en los últimos años ha alcanzado unos niveles de expresión y repercusión populares realmente sorprendentes. Un Carnaval fraguado ayer por grandes nombres de nuestra fiesta y hoy por numerosos jóvenes y componentes que durante meses se afanan en trabajar para ofrecer lo mejor de ellos mismos sobre el escenario del Jardinito. Pero quiero lanzar una reflexión ahora, en el contexto de estos días donde ha habido un fuego cruzado nada agradable, por parte de personas que más que hacer carnaval, deshacen; que más que aportar, restan; que más que construir, destruyen.
El año pasado reflexionaba, desde la lejanía de alguien que poco, o mejor dicho nada, ha contribuido al Carnaval egabrense -pero con la admiración hacia quienes sí lo hacen- que la grandeza del Carnaval está en lo barato que vende su felicidad; que para expresarse, se vale de poco, de lo justo. El Carnaval es la riqueza de lo elemental. La parquedad puede transmitir más que mil palabras juntas, si se dice con el alma desbordada.
Pero me preocupa que ahora que en Cabra gozamos de una fiesta tan atractiva y seguida, con su repercusión comarcal incluso regional, seamos tan torpes de dar al traste con su esencia, con lo sustancial de la cosa, si caemos en el sucio juego de las intrigas. Hemos asistido en unos días a un patético recital barriobajero de dimes y diretes, de falsos testimonios con el único objeto de levantar premeditadamente sospechas sobre un jurado que no da motivos para la duda, de comentarios rastreros de "yo más que tú" y "tú menos que yo", de ególatras que han olvidado la palabra autocrítica, de mentiras que buscan perversamente enrarecer el ambiente. Está despuntando un tono burdo que nada favorece al hecho del Carnaval. Y la educación está encima y fuera de las tablas.
Si queremos que Cabra siga siendo sede de referencia de un concurso con proyección comarcal, que atraiga a agrupaciones venidas de distintos rincones, comencemos por asumir teórica y realmente las reglas del juego del concurso. Respetemos que lo mismo que hay años que se gana, puede haber años que se pierda. Tan importante es saber perder, como saber ganar. No miremos con recelo a personas de otros sitios que vienen aquí para ser partícipes. Si encuentran el encono y la envidia como respuesta, es posible que terminen por dejarnos con nuestras absurdas divagaciones.
Seamos maduros y no pueriles. Disfrutemos de la fiesta, de su color, de la copla, del pasodoble, de lo mejor que cada uno da. El carnaval es una mirada alegre y positiva de la vida, con su acidez, su ironía, su humor y, por supuesto, su cruel realismo; pero es una mirada limpia. No la ensuciemos con maniobras perversas.
El Carnaval de Cabra necesita de espectadores y seguidores, pero no de fanáticos y detractores.
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