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Ha explotado el azahar
13.02.13 - Escrito por: Ismael Ruiz Pérez
Si, ya lo ha hecho. Lo veo, lo noto, lo huelo, lo toco... El azahar acaba de explotar, dentro de cada una de esas personas. Esas que viven todo un año con el corazón en sequía, embriagándolo con perfumes de imitación cada vez que el calendario lo permite, porque el verdadero solo florece cuarenta y siete días al año. Azahar que se mezcla con incienso, con olores de cocina de cuartelillo, con claveles y lirios paseados en coche del vivero a la Asunción o con las ultimas fundiciones de cera preparando la candelería para la noche del Viernes Santo.
Y es que yo quisiera tener tu suerte. Si, tu suerte, azahar. La suerte que tiene tu árbol, la suerte que posee el naranjo. ¿Estoy loco?. Quizás... Pero me defiendo. Yo, puedo vestir dalmática. Otros pueden ponerse el capirote y también hay quien en su pelo clava la teja y la adorna con la mantilla. Pero tú eres especial. Eres un fiel privilegiado. No te mueves todo el año de tu sitio, sufres hasta actos vandálicos, ves y escuchas las situaciones más desagradables...
Pero lo sientes todo. Año tras año, despides a la Madre de Dios cuando de madrugada parte hasta su Santuario. Y también la recibes entre el colorido y la alegría el 4 de Septiembre. Contemplas la dicha de mis paisanos, disfrazados bajo una máscara o dando besos y abrazos el 1 de enero. En las empedradas calles del Cerro presencias el alboroto de chiquillos que pasean sus cruces con las flores más bellas de nuestra tierra y a la "Novia de Cabra" en su anual visita a sus vecinas. En la Villa disfrutas de cálidas noches de verano, en Gargallo de su sabor a pueblo y a noches de sillas en puertas y vecinos...
Pero ahora estás de enhorabuena. Llegan los días en los que más disfrutas. Año tras año, todo lo contemplas. Nadie como tú, despierta cada Domingo de Ramos en una plaza "de cadenas", entre pitos de una banda, palmas, hebreros e ilusiones nuevas. Nadie como tu sabe acompañar en todo su recorrido a la Virgen de la Paz, desde Gargallo hasta la Asunción en un pasaje de devoción y alpargatas costaleras. Y en la madrugada del miércoles, ese momento en el que con alegría te acercas hasta ese patio de Termens, donde todo el año los niños juegan, y ves como camina, despacio y paciente su Cristo, expirando en cada paso, llenando de sangre y caridad su camino. ¿He dicho que un rato antes ves a la devoción de Cabra, abrazando su cruz y con su pueblo tras su camino?.
Te llenas de cal y de cadenas, con Cristo aceptando su muerte y su condena, cuando por Santa Lucia humilde y paciente pasea, o cuando horas antes, de Cabra se apodera la calavera. Por el Cerro y por la Placeta, al Rocío recibes, con júbilo de pasión endulzada en su morena belleza, y al Nazareno por San Juan de Dios, camino de la Plaza Vieja, entre saetas y apóstoles, capas y oraciones viejas.
Pero cuando más te envidio, es el sábado, a eso de las tres y media. Cuando un año más, todo el pueblo despide a su Reina, y el "Guadalquivir de gentes" en la Iglesia de Santa Ana desemboca. Justo ahí es cuando te escucho, cuando caes sobre su peana, y susurrándole le ruegas: "Quédate conmigo, Madre, hasta que la luna me duerma...".
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