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El adorno interior
17.03.13 - Escrito por: Andrés Ruz Montes
Algunos de los queridos lectores de este documento estarán de acuerdo que el sueño más común en la recién iniciada juventud, y cuando la adolescencia va quedando atrás, es la lucha sincera y sin cortapisas por un mundo más justo, más solidario, sin desigualdades flagrantes y donde todos puedan desplegar las enormes potencialidades de desarrollo de su interior con iguales o al menos similares oportunidades. Es en esta primera juventud donde irrumpen con fuerza e ímpetu esas percepciones y sentimientos sin el revestimiento de la prudencia ni el adorno del eufemismo que los años saben dar y añadir , permitiendo la forja en esa etapa de la vida , siempre tan añorada , de un carácter repleto de auténticos valores cristianos.
Pero pronto la sinceridad y la ingenuidad de esas loables intenciones se encuentra de frente con el realismo de la sociedad donde las banderas de paz y justicia social que se enarbolan en las múltiples declaraciones en el farisaico escaparate de la realidad, se esconden sutilmente en las trastiendas de las instituciones. Se transmite así, un cierto beneplácito en el mantenimiento de estas situaciones y se crea un autentico conflicto entre objetivos y realidades que se mantendrá en una sociedad en desacuerdo y necesitada de acercamiento entre lo que decimos y lo que hacemos.
Y todo este tinglado engañoso se levanta como un verdadero muro infranqueable ante una juventud llena de sentimientos sinceros y solidarios y que defiende sin reparos y con un entusiasmo y firmeza envidiables.
Y es en ese entorno donde en muchas ocasiones comienza a canalizarse mucho de ese ímpetu y fuerza juvenil hacia el mundo de las hermandades y cofradías que en muchas ocasiones se alzan como estandarte donde se funden un sinfín de proyectos expectativas y objetivos de marcado contenido humanitario y social.
Y así tenemos muchas cofradías presididas y gobernadas por personas cada vez más jóvenes con objetivos intactos y con deseos claros y sinceros, ávidos de verlos hechos realidad.
Y en las cofradías está la diversidad y la pluralidad. Y ellas eligen su forma de expresión acorde con los sentimientos que las mueven y que las vieron nacer así como las diferentes perspectivas de entender la transmisión del mensaje de Jesús.
La forma de descubrir el legado evangélico puede ser diferente y resulta de la singularidad e individualidad espiritual del que lo recibe , siendo por consiguiente igualmente válidas expresiones de riguroso silencio, recogimiento y austeridad que enlazan con las manifestaciones de la vieja tradición castellana así como expresiones donde triunfa la explosión sensual traducida en el riquísimo ornato de sus tronos y túnicas, en la imaginería exquisitamente ataviadas en la elegancia del paso de costaleros, y en las excelentes marchas procesionales que acompañar a sus pasos. Y todo es perfectamente válido.
Pero enlazo con la reflexión del principio. Y ahora qué? Alguien dijo con muy buena razón que la vida es cambio. En los momentos tan delicados en que nos encontramos y que nos llevan a replantear y a priorizar actuaciones ¿no deberíamos desde las cofradías responder de alguna manera y dado que el elemento nuclear de la problemática nos reta a hacer algo?. Pues ¿son los mismos sentimientos, las mismas vivencias que nos movían hace unos años y en las que encuentran su desarrollo la mayoría de las cofradías, los que nos impulsan hoy? ¿Sería posible, y pregunto, pues no lo sé, elegir otras formas de manifestación, si resulta que los sentimientos, al igual que la sociedad, al igual que los tiempos, y al igual que nosotros ya no somos los mismos? Y de nuevo vuelvo a encontrarme la eterna dicotomía entre lo que pensamos y lo que hacemos.
Creo que se hace necesario buscar un acuerdo, una armonía, hagamos más coherente nuestro devenir, enriquezcamos nuestras vidas. Y que el ornato no quede sólo en el exterior, adornemos también nuestra espiritualidad, busquemos una respuesta a la terrible desigualdad que ahora vivimos, aunque sea necesario cambiar, rebuscar y conseguir nuevas formas.
Ser receptivo a instancias renovadoras serenamente sopesadas y meditadas constituye un signo de evolución, madurez y vitalidad, ya que a veces la inercia nos lleva en demasiadas ocasiones a estar encadenados a la letra y a las formas y cautivos del pasado
No, se..., pero debe haber algo que podamos hacer. No se.... Pero entre todos deberíamos reflexionar y buscar alternativas adaptadas a nuestros tiempos difíciles, algo sincero, cristiano, solidario... pensemos...meditemos, consensuemos.
Quizá la izquierda adelante y la derecha atrás...deben ir dejando paso a nuevas fórmulas y puede que decidamos abandonarla para echar las dos hacia adelante. Es quizá tiempo de cambio.
Busquemos entre todos nuevas expresiones, nuevos modelos.
Por nosotros, por las cofradías. Por todos
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