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Niños expósitos en Cabra
18.07.13 - Escrito por: Antonio Suárez Cabello
En las redes sociales, concretamente en facebook, he visto en fecha reciente un cartel del año 1844 que anuncia un acto benéfico-cultural en favor de los niños expósitos de la vecina localidad de Lucena. En concreto, el texto del cartel dice así:
"Gran función / teatral / beneficio de los niños espositos. Hoy viernes 12 de julio de 1844. Grandes son los deseos de la sociedad de declamación, que tiene el honor de rendir sus tareas á este respetable público, de dar una prueba de su filantropía hacia las obras piadosas, y cree acertado ejecutar la función presente, dedicada al objeto antedicho. Así pues, se pondrá en escena la preciosa comedia original del célebre poeta D. Manuel Bretón de los Herreros titulada / ¡UN CUARTO DE HORA! En el entre-acto de 2.º al 3.º se bailará el precioso Badedú".
La noticia, que provoca reflexión, ha hecho que me interese por este fenómeno social en Cabra, consultando algunos escritos sobre los recién nacidos abandonados o expuestos, o incluso confiados a un establecimiento benéfico. Se puede decir que la situación fue muy parecida por aquellas fechas en todas las localidades de España, desconociendo si existe algún estudio realizado por historiadores locales. En el bosquejo que efectúo acudo fundamentalmente a la "Historia de la ciudad de Cabra" de Nicolás Albornoz, un libro que forma parte de mi biblioteca personal gracias a un obsequio de Florián Valentín. Esta "Historia..." se puede consultar en Internet.
Albornoz nos habla, de forma muy breve (algo más de dos páginas), de la "Cuna de expósitos" y de la "Casa de expósitos". Para él, "es verdaderamente extraño, que donde tanta persona piadosa había y donde tanta fundación benéfica se había hecho, no se hubieran acordado de la suerte de esas infelices criatura que no tienen la fortuna de elegir padres; quizá creyeran las personas piadosas que, protegiendo á esos niños desventurados, alentaban la prostitución". Sin embargo, si hablamos de niños expósitos no solamente era la prostitución el motivo del abandono, en ocasiones fueron situaciones de extrema pobreza lo que hacía abandonar el hijo en diversos lugares: iglesias, casas de personas pudientes, incluso muladares o basureros.
Nos dice Albornoz que "desde al año 1637, no contaban los expósitos más que con lo siguiente: con la limosna de los testamentos, que producían unos 15 reales al año, y que, más adelante, llegó á 40 reales, con dos ducados cada mes, asignados en la fábrica de la parroquia, cantidad que se duplicó en Marzo de 1649, 300 reales al año de las rentas de la cofradía de Nuestra Señora de los Angeles desde Febrero de 1678, 8 ducados por los que quisieran que á sus difuntos tocase el doble una campana que sólo lo hacía a los sacerdotes y señores principales [...]".
Para estos niños expósitos, el superar la fase de lactancia era lo más importante, y al parecer el índice de mortandad resultaba elevadísimo. Por otras Casa Cuna documentadas sabemos que se entregaban a amas de cría para que le dieran el pecho en sus propias casas a cambio de un salario. El niño que superaba el destete volvía a la Casa Cuna y allí se le daba una educación separada por sexos: a los niños les enseñaban a escribir y leer y a las niñas las labores propias del hogar.
Indica Albornoz que para la Cuna de expósitos tenían "una viña que rentaba 18 reales al año, y que en 17 de Febrero de 1681 fue vendida por 820 reales de principal y 41 de réditos, sumando estas mandas un total de unos 100 ducados al año, con lo que había que atender á la lactancia de 304 expósitos por un año, 100 ducados al año á la cuna de Lucena y cuatro reales por la conducción de cada expósito a Lucena". No era una situación económica suficiente, a pesar de que el Ayuntamiento también ofrecía su ayuda, por lo que el obispo de la diócesis, en 1792, dio orden a los curas para que pidieran limosna por la calles. En 1819 testó doña Justa Enríquez de Herrera parte de sus bienes para dicha institución y también Ignacia Piña, pero estos legados no fueron entregados a la Junta de Beneficencia por la oposición de los albaceas de estas señoras.
Con respecto a la "Casa de expósitos" señala Albornoz que "comprometida la Junta de Beneficencia de la villa de Cabra, por varios oficios de la de Lucena, para que recogiese los niños expósitos de Cabra, acuerda, en 30 de Diciembre de 1837, organizar la Casa de expósitos, creándola en el hospital de Beneficencia, en uno de los mejores locales, teniendo además una sala secreta para partos, con puerta independiente á la calle; siendo el primero de los recogidos, un niño, que en la noche de ese día citado expusieron en la casa del Sr. D. Manuel Sánchez Toscano, alcalde primero y presidente de la Junta. Esta, para atender mejor á los gastos que se ocasionaban, organizó una Junta de señoras que, bajo la presidencia de doña Dolores Alcoba, y secretaría doña María Ignacia Etulain de Sánchez Toscano, funcionó perfectamente y prestó grandes servicios hasta que dejo de existir, en 5 de Marzo de 1848. La cuna recibió 27 niños que se criaban en Lucena, y por los que la Junta pagaba 4.000 reales".
Era a la edad de seis años cuando los expósitos podían ser acogidos por las familias. A las niñas les esperaba el servir y a los niños el aprender algún oficio. Tener la condición de expósito, sin embargo, era una marca que impedía desarrollar la personalidad de estas criaturas, incluso señalados en la forma de vestir en las constituciones. Además no podían tener cargos importantes y ni siquiera ser artesanos.
Fue Carlos IV, en 1794, el que ordenó y mandó "que todos los expósitos de ambos sexos, existentes y futuros, así lo que hayan sido expuestos en las inclusas ó casas de caridad, como lo que hayan sido ó fueren en cualquier otro parage, y no tengan padres conocidos, sean tenidos por legitimados por mi Real autoridad, y por legítimo para todos los efectos civiles generalmente y sin excepción". El Rey, además, indicaba que "no debe servir de nota de infamia ó menos valer la qualidad de expósitos", incluso añadía que todos los expósitos se convertían "en la clase de hombres buenos del estado llano general, gozando de los propios honores". De todas formas, suponemos que este "ordeno y mando" sería de difícil cumplimiento.
Elogiable resulta que la sociedad teatral se involucrara en estos actos, de forma altruista, para conseguir recursos en beneficio de estos niños. El mundo de la declamación siempre ha estado dispuesto para apoyar tareas sociales. La que aludimos de Lucena se celebró en un Corral de Comedias situado en la calle Ancha con la calle Corralás, desaparecido en 1875. La obra representada, de Bretón de los Herreros, es un texto en cinco actos y en verso. Su autor dramático fue uno de los más aplaudidos en el periodo que va entre el teatro de Moratín y la alta comedia.
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