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El futbolero durmiente
01.08.13 - Escrito por: Rafael Valentín Villar-Moreno
En mi ya lejana juventud sevillana, un numeroso sector de la misma que nos movíamos alrededor de la Asociación Cultural Dante Alighieri, viendo el estancamiento de la ciudad y su constante mirarse el ombligo -esto me suena de algo, ¿porqué será?- nos dimos en buscar las causas. Y como siempre ocurre las conclusiones fueron variadas y divergentes, pero aprovecharles en su conjunto. Uno de los dilemas presentados fue sobre el Guadalquivir. El quimérico canal de Sevilla a Bonanza había suscitado grandes ilusiones, y la pregunta era ¿Quién ha perjudicado más al Guadalquivir, Quintero, León y Quiroga, o Caminos Canales y Puertos? Los ilustres letristas fueron tildados de más perjudiciales.
Ahora nos encontramos ante el comienzo de la temporada futbolística y ante la misma los viejos aficionados empezamos a tener le síndrome de Sócrates, no el futbolista, sino el otro, el filósofo, y como él cada vez que oímos a los modernos comentaristas sólo nos queda decirnos: «sólo se que no se nada».
Uno de los más osados ridículos y apasionados inventores del «nuevo lenguaje del fútbol televisivo» lo fue el fallecido Andrés Montes, la Real Orden al Mérito Deportivo, que le fue concedida a título póstumo debería haber sido compensada con el Diccionariazo de Oro en la Cabeza propinado por el Académico más fuerte de la RAE.
Andrés Montes ha sido al lenguaje futbolístico, lo que Quintero, León y Quiroga al Guadalquivir. Ha inventado varias palabras tan horribles como jugón y tiki-taka y frases como ¡Fútbol con fatatas!. Lo peor no es que las inventara, lo peor es que con su muerte no se ha arreglado nada, se siguen empleando y sus émulos además se creen obligados a inventar otras más.
Relato ahora por encima la falsa historia de un aficionado al fútbol que en un viaje a África en 1980, fue picado por la mosca tse-tse. Nuestro hombre cae en el más profundo sueño. Es repatriado y la Seguridad Social lo encama en El Tomillar, en espera de aparcarlo definitivamente en el nicho o en el crematorio. Contra todo pronóstico despierta en 2011 y tras algunos meses de rehabilitación consigue retomar su vida normal.
Ahora este hombre, para no volverse loco, ve los partidos televisados sin sonido por recomendación del psiquiatra. No comprende nada de lo que oye. De siempre había oído de jugadores, técnicos, árbitros y hasta de las fuerzas del orden que ¡en el fútbol, está todo inventado!, ahora se esfuerza en releer el reglamento, así sabe y comprende que hay mayor número de auxiliares del árbitro, que ha habido ciertos cambios en los fueras de juego y en la ley de la ventaja, cosas que además le parecen bien. Pero sigue sin entender bastantes cosas, más bien casi nada, de lo que le cuentan los atolondrados narradores de los partidos. Donde antes el comentarista se limitaba a indicar el jugador que llevaba el balón o a quien se lo pasaban con un claro, Gordillo, pasa a Cardeñosa, despeja Alexanco, estos nuevos narradores lo agobian con su verborrea, hablan demasiado. Había una excepción a la parquedad de los comentaristas que él conocía: Matías Prast que adornaba la cosa un poquito más, pero por lo general sólo hacía los partidos de la selección, justificaba muy bien las derrotas y se le atribuye creo que injustamente el ¡Raúl, que no llega!
Por el contrario los comentaristas que oye ahora son varios y hablan a la vez, o mejor dicho ¡gritan! Su estupor no tiene límites cuando el balón sale cerca de la base de uno de los postes y comentan que el jugador Fulano ha tirado «al palo largo», de siempre ha sabido que la portería o el arco -como gustan llamarlo ahora- se compone de tres palos: los postes, ambos de la misma longitud y el larguero o travesaño que es el palo largo, ¡pero hombre, si el balón ha salido rozando el césped! Lío monumental para su cabeza.
Pero aquí no termina la cosa en lo tocante a los palos, ahora existe «el palo del portero», aquí si que no sabe como va la cosa. Ha visto que cuando los equipos salen las porterías están correctamente colocadas, es más los auxiliares (antes linieres), siguen comprobando que todo está en orden. Sus preguntas salen solas ¿si los porteros no salen con el palo al hombro, como los antiguos camilleros de la Cruz Roja, ¿será el delegado quien junto con las fichas enseñe al arbitro la escritura del palo? ¿El palo será embargable, o como herramienta de trabajo no se podrá embargar?
Luego hay expresiones tácticas como la de «caer a banda», ¿qué será eso, quizá que en determinados lances del juego el jugador encargado de ese menester, se tire a la piscina junto a la banda?, que por cierto y según está observando también está perdiendo su casto nombre, ahora la mayoría de los saques de banda, se convierten por obra y gracia de la semántica en «saques de lateral».
Otra de las expresiones que le hacen taparse los oídos es «se ha roto», empleado cuando un jugador tiene la desgracia de lesionarse. Porque las personas no son coches ni televisores, que se rompen. ¡No señor!, las personas no se rompen, se lesionan, aunque la lesión sea rotura de tibia y peroné. Con estas lindezas y otro montón de ellas que harían interminable este relato, no me cabe duda de lo acertado del consejo del psiquiatra, al durmiente, y que yo pienso que al final tendremos todos que poner en práctica.
Estos enmienda tácticas, le hablan de trivotes y de dobles trivotes, y el durmiente despertado observa con preocupación como estos personajes ponen todos sus esfuerzos y presuntos conocimientos en convertir los méritos en el terreno de juego de un equipo que utiliza los virtudes que no se pueden pagar con talonarios: como saber que son once contra once, que ese día van a correr más que los otros, que el escudo tira de orgullo, que la afición achucha. Bueno pues todo eso son incapaces de verlo, siempre la culpa es de Pepe que no coge el sitio o de un tal José María no consigue entrar por su banda. El poderoso está fallando y el más modesto no es ajeno a ello, pero no se lo reconocen, son fallos del poderoso. Y entonces es cuando se ponen a barajar cambios diciendo que hay que adelantar más a Benzemá, y retrasar a Ozil "para tener más presencia en el mediocampo". Listos que son.
Porque además y encima de todo lo anterior, estos eruditos se saben ?y te lo van contando- de pe a pa el pedigrí, de todos los jugadores del mundo mundial aparte del sus árboles geanológicos hasta la quinta generación. Aquí algo si que tienen en común con el maestro Matías Prast. Para don Matías, que de paz goce, en su natural bondad no había ningún jugador, ni ningún torero que fueran malos. Para estos de ahora tampoco, lo más negativo que dicen de algún futbolista es que tiene una gran proyección.
¿Cómo es posible que la RAE guarde silencio absoluto ante esta clara degradación del idioma?, cualquier día de estos estamos abocados a que le den el Premio Planeta a una novela escrita en lenguaje SMS
Ni me pregunto como es posible que quienes esto practican ganen la pasta que ganan. Eso corresponde a las misteriosas parcelas de los índices de audiencia. Audiencias que de alguna manera son equiparables en su calidad, a la de los puestos de trabajo «creados por la reforma laboral».
Mi nieto está en la edad de empezar a ver partidos de fútbol conmigo ¿cómo nos podremos entender?
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